Capítulo 6

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Extrañaba semejante prolijidad, la manera en las que los muebles y adornos parecían brillar de forma extraordinaria aquí. ¡Y apenas habían pasado tres días sin que mis pies pisaran esta casa! Mi actitud inmadura de aquel día en el que padre contó los planes no se justificaba. Todo aquí parecía tener un aire lleno de tranquilidad, de organización. Todo lo que últimamente parecía faltar en mi vida, a decir verdad.
Acomodo la parte inferior de mi vestido blanco, y miro mis sandalias doradas haciendo juego con unos preciosos pendientes que Carol me había prestado. Me sentía una princesa, con el pelo recogido y un maquillaje sutil, natural, en su enorme castillo.
Le regalo una cálida sonrisa a todos los invitados, ¡cómo podía ser que en sus 5 años de vida Sam hubiese compartido tiempo con todas aquellas personas! ¡Era imposible! ¡Aquel pequeño ya había socializado más que yo en estos 18 años!

Sam corría por el patio trasero junto con otros chicos, tal vez un poco más grandes que él. Sin duda eran los sobrinos de Carol, por parte del hermano de Louis, tenían una semejanza excepcional.
¡El inflable estaba de ensueño! Aquel juego de dos pisos, con un enorme tobogán lo había imaginado varías veces en mi mente cuando niña.

- Buenas trades.- me saluda una señora de cabello castaño oscuro, acompañada de quién parece ser su esposo, entrelazados de brazos.
- Hola.- saludo. La informalidad espontánea era algo difícil de cambiar, aunque sin duda me esforzaba al máximo por encajar en aquel ambiente rodeado de riqueza y lujo. Yo sabía que no lo haría, este nunca fue mi hogar ni mis posibilidades.
- Buenas tardes.- vuelvo a intentar. Me arrepiento al instante. Los tres chicos, hijos de la pareja anterior sin lugar a duda, me miran sin siquiera regalarme una mueca como respuesta.
Aquellas facciones encajaban en sus rostros a la perfección, pero sus modales era algo que seguro ninguno de nosotros envidiaba tener. No habían mostrado ni lo más mínimo de simpatía.
Se sientan junto a sus padres en una de las mesas principales, con que así de bien lucen los chicos ricos vestidos de traje...
- ¿Champagne, señorita?- me pregunta una señora vestida de negro con bandeja en mano.
- No, muchas gracias.- le agradezco con una sonrisa.
La mesa en la que estaba mi nombre, indicando mi lugar, era completamente aburrida. Louis hablaba de política y economía con gente que no conocía, seguramente amigos o colegas del trabajo. Por otra parte, Carol corría de un lado a otro procurando que todo fuese perfecto en el cumpleaños de su hijo.
- ¡Aurora, ven! ¡Por favor, por favor, por favor!- me pide Sam. Le regalo una sonrisa y lo cargo sobre mis hombros, tomándolo por sorpresa.
Corro por el patio, provocando risas contagiosas. Sam me tapa los ojos.
- ¡No, Sam! ¡Quítalas!- digo entre risas.- ¡Lo digo en serio! No veo na- choco con alguien, instintivamente bajo rápido a Sam de mis hombros.
- ¿Te encuentras bien? ¿Te pegaste? Lo lamento tanto.- digo mientras lo miro, corroborando que no tenga ninguna herida en su rostro, él solo sonríe.
- Estoy bien..., apenas fue un roce.- responde.
- Ehem.- un chico llama mi atención. Su pelo castaño oscuro caía desordenadamente sobre su frente, resaltando sus ojos verdes con tonos de anaranjado. Su altura era algo intimidate y más aún su postura con las manos dentro de los bolsillos. Los primeros botones de la camisa los llevaba desprendidos, el color blanco le quedaba a la perfección.- Creo que me debes una disculpa. ¿No te parece?
Frunzo el ceño y agarro a Sam de la mano. Era uno de los chicos con los que me había encontrado antes, ¡ellos no tienen modales, pero si reclaman los del resto! ¡Qué rostro!
- Si...tienes razón, disculpa.- respondo sin vueltas y comienzo a caminar con Sam a mi lado.
- Ese chico no parecía muy amable, Aurora.- me dice, con un dejo de preocupación en su rostro. Suspiro.
- Mm, lo sé. Quién sabe, tal vez tuvo un mal día. Es normal que nos pase a cualquiera de nosotros.- le regalo una sonrisa de boca cerrada.

El cumpleaños transcurre con diversión. Sam la estaba pasando magnífico, y toda la comida estaba deliciosa. Compartía la felicidad de Carol, nuestra organización había salido perfecta.

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