Capítulo 11

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El vestido era precioso, se ceñía a mi cintura como si fuese hecho a medida; combinaba a la perfección con unos pendientes que Carol había escogido para mí.
Sonrío. Nunca en la vida me hubiese imaginado produciéndome de esta manera para una simple cena en casa.
Mi invitación a cenar, cuando vivía en New York, consistía en pedir pizza por delivery, y comerla en pijama sobre la cama.
Estaba nerviosa, inquieta. No sabía que esperar de esta cena, y sinceramente, tenía miedo de no encajar. Temía decir algo que no correspondiera, quedar en ridículo, y arruinar la velada.

- ¿Aurora?- Carol abre despacio la puerta de mi habitación.- Te ves deslumbrante.- me sonríe con cariño.
- Tu también.- llevaba un vestido azul marino que le hacía unas piernas esbeltísimas. Sin duda Carol tenía las joyas más preciosas de todas. No había pendiente que usara, que no me gustase.
Antes de que pudiese decir más, el timbre resuena por toda la casa y Carol baja las escaleras corriendo con sus altísimos tacones.

- !Louis! ¡Cariño, han llegado!- le avisa su esposa antes de abrir la puerta. No cabía duda que los invitados escuchaban todo aquel griterío desde afuera, pero no parecía importarle.
- ¡Beatrice, qué gusto enorme verte!- escucho desde las escaleras. ¿Debía presentarme ahora? Tal vez luego, pienso, decidida a girarme e ir a mi habitación.
- Tu debes ser Aurora.- me dice. Sin alguna otra opción posible, bajo las escaleras y sonrío.
Beatrice era una mujer sumamente bonita. Ares tenía sus mismos ojos, y el mismo cabello castaño.
- Un placer conocerla.- saludo.
- Igualmente. Tienes unos ojos bellísimos, igual que Carol.

Agradezco avergonzada ante el cumplido imprevisto y me presento ante su esposo, Thomas Nielsen.
Nos sentamos a la mesa, sin aún haber servido la comida, por supuesto.

- ¿Y los chicos?- pregunta Louis, quitándome las palabras de la boca, aunque de todas maneras no pensaba preguntar.
Beatrice suspira.- Ya sabes cómo son... ¡autos separados para venir todos al mismo lugar! Deberían de estar por llegar.
Y así es, el timbre de la casa vuelve a sonar. Carol abre la puerta y les da la bienvenida a los tres chicos vestidos sumamente elegantes.
- Buenas noches.- saluda en general uno de ellos. Parecía ser el más grande de los tres.- Mi nombre es Utah, un gusto.- me saluda en particular, posiblemente porque era la única desconocida de la mesa.- Mi hermano Ares.- lo señala.- Y el más pequeño es Jackson, el más mimado, sin duda.- se me escapa una risa.
- Aurora, el gusto es mío.- respondo.
- Bien, ya todos nos conocemos. ¿Podemos sentarnos ahora?- interrumpe Ares, y se acomoda en la silla próxima a mí.

Todos tomamos asiento mientras Lila, la ama de llaves, trae a la mesa la enorme fuente de pasta. Olía delicioso.

- Dime Aurora.- Thomas se dirige a mi.- ¿Qué te trajo por aquí, por Evanston?
Pienso mi respuesta unos segundos, refugiándome en la excusa de la boca llena. No quería sonar brusca.
- Pues, el trabajo de mi padre para serte sincera. Pero estoy contenta de estar aquí, se me presentó esta maravillosa oportunidad en Northwestern gracias a mi tía Carol, e intentaré aprovecharla al máximo.
- Me alegra oírlo. ¿Dime, qué estás estudiando?
- Estoy haciendo un Grado en Humanidades, señor. No es algo que se escuche tan frecuentemente, en verdad. Profundiza en ámbitos como la historia, el arte, la antropología, la filosofía, la cultura clásica, las ciencias sociales y políticas, y la gestión cultural. Es un programa exigente y demandante, pero es todo lo que siempre quise estudiar.- sonrío.
- Es fascinante, Aurora.- dice Beatrice.
- ¡Y pensar que no quería ir!- dice Carol. Apenas me mira, puedo notar su arrepentimiento.
- ¿No?- pregunta Utah, sin haber notado mi incomodidad. Me tenso en la silla, la conservación había sido guiada por un camino complicado, al parecer.
- No.- hago una pausa.- ¿Y tú que estudias?
- Utah va a la Universidad de Cambridge. Estud- Beatrice es interrumpida por su hijo.
- Me ha preguntado a mí, madre.- ella se disculpa.- Sí, estudio economía y finanzas en la Universidad de Cambridge. Es mi último año, he venido a Evanston de visita.
- Wow, último año... ¿cuántos años tienes? ¿veintitrés?
- veintidós.- sonríe. Era deslumbrante, casi tanto como la sonrisa de su hermano.- Cumplo la próxima semana. Me aseguraré de que estés en la lista de invitados.- le agradezco la invitación con una sonrisa.

La conversación sigue trivial, el señor Nielsen hablaba con Louis con ánimo, sorprendentemente, de algo que parecía no ser trabajo. Beatrice y Carol reían hablando de todo un poco; los vecinos, moda, cocina. Agradecía no estar incluida en ninguna de ellas por el momento. Comer y responder preguntas al mismo tiempo era más propenso a que ocasionara un desastre.

- ¿Qué edad tienes, Aurora?- me pregunta Ares por lo bajo. Había algo en su voz ronca que provocaba un extraño cosquilleo en todo mi cuerpo.
- Cumpliré 19.- me limito a responder, igual de bajo. Nadie parecía notar nuestra conversación. Apoyo los cubiertos sobre mi plato, dando por terminada mi cena, y tomo un poco de agua.
- ¿Te gustan los hombres mayores?- pregunta, sorprendiéndome. Me atoro, sí, con un simple trago de agua; inevitablemente, mojando así el extremo del precioso vestido y parte de mis piernas.
- Quién diría...- hace una pausa.- He hecho que te mojaras.- dice con una sonrisa de lado. ¡El doble sentido! Una vez más, agradecía que todos estuviesen sumidos en sus propias conversaciones.
- Tranquila, te ayudo.- susurra.
- Oh no, no hace fa- me interrumpe.
- No era una pregunta.- agarra una servilleta. Sin decir más, seca el extremo de mi vestido; demasiado arriba, por más que se tratase de un vestido corto.
- Sabes... el color vino te queda estupendo.- pasa a mis piernas. Aquello no tenía sentido alguno, la servilleta ya estaba húmeda y no permitía secar lo que aún seguía mojado, pero por alguna razón no lo detuve.
Sentía mi corazón latir con más fuerza, mis mejillas rosadas, y mis manos sudorosas.

- ¿Por qué te pones nerviosa?- pregunta.
- No- sube su mano, rozando el extremo de mi vestido.- No estoy nerviosa.- levanta sus cejas en respuesta. Deja la servilleta mojada sobre la mesa, y apoya su mano sobre mi muslo. Su tacto es delicado, tibio, suave.
- ¿Te gustan los hombres mayores, Aurora?- vuelve a preguntar. Mi pulso parecía incapaz de desacelerarse; había algo en la manera en que decía mi nombre que no me dejaba pensar con claridad.
- ¿Por qué lo dices?- mueve su mano hacia arriba.
- Porque tu respiración se acelera con tan solo pensar que te estoy tocando.- sus dedos recorren mi piel despacio, bajando hasta la rodilla.
- Ya basta.- digo, más alto de lo que debía, pero nadie lo nota. Agarro su mano y lo miro a los ojos.
Tenía unos ojos bellísimos, su mirada me expresaba deseo, lujuria.
Ares intenta volver a hablar, pero Carol le interrumpe.

- ¿Qué tal el postre?- pregunta a lo alto. Todos asentimos ansiosos.- Aurora, ¿te importaría ayudar a Lila?
¡Mi vía de escape! Sin pensarlo dos veces dejo la mesa, y me dirijo a la cocina.
- ¿Lila, en qué te puedo ayudar?- le pregunto, sonriente.
- Gracias cariño, ¿podrías sacar los otros helados del congelador? Yo llevaré estos a la mesa e iré sirviendo.
- Claro.- Abro el congelador. Frutilla, chocolate, dulce de leche... Dejo los helados arriba de la isla y busco por más cucharas. No tenía idea de dónde estaban. Empiezo por los cajones de la derecha; manteles, repasadores, servilletas, posavasos, individuales, cierro el ultimo cajón.
- ¿Buscas algo?- me doy la vuelta.
- Las cucharas.- le respondo. Se aproxima a mi y apoya su mano en el mármol, quedando enfrente mío. Podía sentir el calor de su cuerpo con tan solo acercarse, ni siquiera me tocaba.
Ares, con su mano libre, abre el segundo cajón de la izquierda: las cucharas.
Mis ojos no podían apartarse de sus facciones. Olía a perfume caro, y por el cuello de su camisa se asomaba un tatuaje. Deseaba quitársela, tocarlo, descubrir cada pequeño detalle de su piel bronceada.

- Las cucharas.- señala.
- Hum...sí, las cucharas.- respondo deprisa, quitando todo aquello de mis mente.
¿En qué estaba pensando? Nunca había tocado a un chico de esa manera, ni me interesaba hacerlo. Apenas había besado; una vez, en primaria, por accidente. Se llamaba Jeffery, él solo había tenido la culpa de ser empujado en el momento y hacia el lugar equivocado.
Ares sonríe, posiblemente consiente de lo que su cercanía me causaba. En cambio, yo, no era consiente. No con él cerca.
Me había negado a marcarle límites, aunque sabía que no era más que un juego para él; le gustaba verme nerviosa.


[Hola lectores! Quería decirles que, lo difícil de escribir una novela de amor, es actualizarla cuando el amor se vuelve un completo desastre en tu vida.
Intentaré hacer mi mejor esfuerzo en los siguientes capítulos, pero estoy con falta de entusiasmo e imaginación! Lo lamento]

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