Capítulo 12

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- ¡Aurora!- grita Carol desde la planta baja. Extiendo la colcha de mi cama y reviso que todo esté en orden.- Querida, han llegado tus amigas.
Me asomo a las escaleras y las saludo con emoción. Bastante fingida, en verdad.
Ninguna de ellas parecía asombrada ante la elegancia de la casa de Carol, como yo lo hubiese estado en su lugar. Recuerdo el primer día que entré a esta casa, ¡incluso pisaba con cuidado porque tenía miedo de arruinar la madera!
Sonreían y hablaban como si tener esta cantidad de dinero fuese normal. Pues, posiblemente, porque de pequeñas nunca vivieron en una casa con dos habitaciones y un baño.

Seguía sin entusiasmarme la fiesta de Hoyt, en absoluto. En cambio, lo único que pasaba por mi mente era aquel ensayo de Emily Dickinson que debíamos entregar en dos días, en la clase de literatura. Pero, quisiese o no, se iba a volver realidad. Iba a ir a una fiesta un martes, y no cabía duda de que Carol estaba más emocionada que yo.
Lo mejor que podía hacer era sonreír y fingir que me la iba a pasar bien en aquella fiesta.

- ¡Aún no sé que ponerme!- protesta Sophie. Llevaba probándose cuatro conjuntos diferentes, al menos dos veces cada uno. Mi amiga bajo estrés era diez veces más desordenada que Katherine, estaba segura.- Este podría gustarle a Ares. Ya saben...negro.- señala su vestido. Era bonito, simple; tenía un corte en la cinturita y la falda caía con delicadeza.
- Quédate con ese, me gusta.- dice Alexa. Sophie se vuelve a mirar en el espejo de mi armario y suspira.
- No lo sé, no me convence. Mira mis piernas, parecen más cortas. Como si fuese... no sé, un perro salchicha.
- Ares lo adorará.- sonrío, entendiendo las intenciones de Cristal. Todas estábamos cansadas de aquel pongo y saco, que diríamos lo que fuese para que eligiera ese vestido y guardara todo en su maleta de una vez por todas.
- Está bien.- sonríe.- Espero que le guste.

Como si fuese poco la simple tortura de concurrir a la fiesta, Sophie era incapaz de hablar de otra cosa que no fuese Ares. Tenía ganas de gritarle: ¡Ese chico es un idiota!, pero qué más daba, de todas maneras no iba a escuchar.
Además, hablar al respecto requeriría dar explicaciones y Sophie no se quedaría de brazos cruzados hasta lograr exprimirme la pura verdad.
Así que me quedo en silencio, como el noventa por ciento de las veces, y me convenzo de que no importa.
No importa que Ares fuese a estar invitado porque no me iba a dejar pasar por arriba, no otra vez. Lo había decidido ayer en la cena junto a su familia; límites. No importaba cuanto me gustase la manera en la que me tocaba, la forma en la que decía mi nombre, no importaba que fuesen las primeras veces en las que mi respiración se aceleraba por un chico; no importaba porque no valía la pena.
Por esa misma razón, me enojaba aún más conmigo misma. Me quedaba inmóvil frente a él como si se tratase del mismísimo presidente de los Estados Unidos, cuando sabía que, en verdad, no significada nada para ninguno de los dos.

- Mi hermano llegará en unos minutos.- avisa Alexa. Bueno, al menos no debíamos pagar el Uber.
Cierro la puerta de mi habitación y esperamos en la planta baja. El vestido negro a puntos blancos llegaba por debajo de mi rodilla, me encantaba; era de mi madre.
- ¡Diviértanse! Tengan cuidado.- saluda Carol antes de que las chicas salieran corriendo por la puerta.

El viento era fuerte, y el cielo parecía una combinación de gris con azul oscuro. No se podía ver siquiera una sola estrella.
Nos subimos de prisa al auto, Alexa en el asiento de copiloto, junto a su hermano.

- Hola Will. ¿Qué onda?- le saluda Cristal. Estaba yendo a una fiesta, un martes, con posible tormenta, en el auto de un desconocido, del cual me acaba de enterar el nombre. ¡Esto nunca me hubiera sucedido en la NYU! Nunca se me hubiese siquiera cruzado por la cabeza.
Me quedo en silencio, deseando que en un abrir y cerrar de ojos pudiera estar de vuelta en casa, acostada, ocupando el mayor espacio posible en la cama. Calentita, con el pijama de invierno y el aire acondicionado encendido.
Will estaciona en una esquina, la calle estaba repleta de autos de toda gama.
Se escuchaba la música, los gritos, la desesperación de toda aquella gente por divertirse incluso antes de bajarnos.
Entramos a la casa sin problema alguno, Will al instante se separa y saluda a quienes podrían ser sus amigos.
Ya no se sentía el viento helado de afuera, por más que estuviesen las ventanas abiertas. Era una ola inmensa y sofocante de calor, con olor a sudor y droga.

- ¿Qué haces aquí?- me pregunta gracioso, por detrás.
- Divertirme.- miento. Me doy la vuelta; Ares sonríe de lado y se acerca aún más a mi. Las chicas me habían dejado atrás, y al parecer ninguna había notado que ya no les seguía el paso.
Tenía el pelo desordenado, y su colonia estaba mezclada con olor a tequila.
- No imaginé que vendrías.- había mucha gente y demasiado ruido, me esforzaba por entender lo que decía.
- Ya, pues yo tampoco.- ruedo los ojos.
- ¿Por qué estás aquí, Aurora?
- Porque Sophie está convencida de que le pedirás perdón, y nos ha pedido que le acompañemos.- hago una pausa.- Está dolida.
- No le pediré perdón.- responde, luego de unos segundos, encogiéndose de hombros.
- ¿Qué?- pregunto. ¡No podía creerlo! La única razón por la que había venido a esta fiesta era para que Sophie pudiese dejar toda este drama atrás, ¡y ni siquiera iba a volverse realidad! No iba a permitirlo.
Ares empuja de mi cintura hacia delante, guiándome a una puerta angosta de color blanco.
- Entra.- y antes de que pudiese protestar, estaba en un minúsculo espacio de limpieza.
- Debes pedirle perdón a Sophie.- me quejo. Ahora apenas se escuchaba la música y la gente bailando.
- ¿Qué? No.- responde Ares, extrañado.
- He dicho que sí.
- Y yo he dicho que no, punto final, Aurora.- dice serio. Parecía enojado, pero no tenía razones para estarlo. Me detengo.
- ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué has invitado a Sophie si ni siquiera te dignas a pedirle disculpas?- Ares frunce el ceño y suspira.
- Sabía que si te invitaba a ti no vendrías, así que le he dicho a Hoyt que le enviara la invitación a Sophie.- responde sincero.
- Es suficiente.- decidida, giro el pestillo y abro la puerta.
- No.- Ares la cierra de un golpe, y se aproxima a mí. Una palabra se cruza por mi cabeza: límites. No quería apartarlo, su cercanía se sentía cómoda, placentera, pero aún así apoyo mis manos en su pecho y lo empujo hacia atrás.
- ¡Te has aprovechado de ella! ¿Para qué? ¿Para traerme a esta fiesta y encerrarme en un cuarto de lavado?- suspiro.- No resultaste tan estimulante y misterioso como todas decían. Debes pedirle disculpas, Ares.- vuelvo a decir.
- Sal conmigo.
- ¿Qué?- río. Estaba tenso a mi lado, mirándome con sus ojos llenos de deseo que hacían mis piernas temblar.
- Sal conmigo y le pediré perdón a Sophie. La dejaré en paz.
- Has tomado demasiado.- vuelvo a reír.
- Una noche, Aurora, y no tendrás que verme nunca más si así lo quieres.

Suspiro. ¡No podía estar diciéndolo en serio! Me estaba chantajeando, y la peor parte, era que yo me estaba dejando chantajear. Resoplo.
Si decía que sí, no sólo Sophie podría empezar a sentirse mejor, sino que verdaderamente podría alejarme de Ares, sin preocuparme por ningún límite.

- Está bien.
- ¿Qué?- pregunta con una sonrisa.
- Que sí, he dicho que sí.
- No te arrepentirás.- deja un beso en mi mejilla, demasiado cerca a la comisura de mis labios.- Paso por ti mañana a las 7 de la tarde.
Y antes de que quisiese acordar, estaba sola en el cuarto de lavado, con la espalda recostada en un estante y mirando hacia arriba.
¿Qué había hecho?

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Nota de la autora:
¡Buen día para todos! (o buenas noches). Hoy terminé de leer, por quinta vez, Orgullo y prejuicio de Jane Austen. Sin duda alguna, desde tiempos inmemorables, mi libro favorito.
Les comento esto porque es un libro enriquecedor en todos los aspectos, un clásico, infaltable.
Estoy segura de que les encantará, si es que muchos de ustedes aún no lo han leído. Déjense llevar por un rato en un buen libro ¡de papel!
Besos
f

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