Capítulo 14

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Se vuelve a quedar en silencio, parecía buscar con desesperación las palabras más adecuadas. Reposaba sus brazos sobre su regazo, y me miraba con cierta inseguridad; nada propio de Ares. Finalmente, suspira y dice:
- Yo creo que ya es tarde. Deberíamos dormir.
- Uhm, si... tienes razón.- oculto mi sorpresa, aquello no era lo que esperaba en absoluto. Sabía que no era lo que él deseaba decir, pero presionar nunca era una buena opción. De esta forma, asiento y termino mi taza de té sin decir más.
- Tu puedes dormir en la cama, yo me quedaré con el sofá.- dice, llevando las tazas a la cocina, dejándolas al costado de la pileta.
- ¿Seguro?- pregunto; sentía cierta decepción, pero al mismo tiempo alivio. Estar tan cerca el uno del otro no era compatible con la meta que me había puesto días atrás. Límites.
- Sí, no te preocupes. Ven, te enseñaré la habitación.

Parecía pequeña; la pared de la cabecera era de piedra, y el resto de ellas estaban pintadas de un simple amarillo pastel. La cama matrimonial se encontraba en el centro, y lucía un acolchado blanco demasiado fino para la época del año en la que estábamos.
Sobre la mesa de luz había una lámpara, y junto a ella, un portarretrato de madera.

- Aquí tienes otra frazada.- cierra el viejo armario y la extiende sobre la cama.- Cualquier cosa que necesites estaré en la sala.- sonríe de lado y entorna la puerta al irse.

Me siento en el borde de la cama y suspiro. Me preguntaba qué era aquello que Ares había decidido guardarse, por qué se había vuelto tan distante en cuestión de segundos.
Apago la luz y me escondo debajo de las frazadas. Era una noche fría, y la cabaña no contaba con más calefacción que la estufa en la sala de estar.
Cierro mis ojos e intento descansar; se me hacía imposible. Los minutos pasaban y yo estaba a kilómetros de poder conciliar el sueño.
Era de esperarse; no me dormiría fácilmente en un lugar desconocido, con Ares a apenas un par de metros.
Rendida, observo la rendija de luz que deja ver la puerta entornada, y decido levantarme.
El piso estaba helado. Camino con prisa hacia la sala de estar, pero en silencio, era probable que Ares ya estuviese dormido.
Tal vez debía quedarme en la cama.
Sin duda debía quedarme en la cama, pero eso no era lo que quería hacer.

Estaba parado junto a la estufa, con su torso desnudo apoyado en la pared y la mirada perdida.
- No he podido dormirme.- llamo su atención. Se limita a mirarme a los ojos, su rostro estaba completamente serio.
Se acerca a mi con cautela; este momento se había repetido tantas veces y aún así mi cuerpo no se acostumbraba a todo lo que él me generaba.
Me quedó inmóvil, mis brazos descansaban a los lados de mi cuerpo y tenía la cabeza en alto. Ares ladea su rostro, rozando nuestras narices, acortando nuestra distancia casi por completo.
Juega con el borde de la camiseta, y por debajo de ella recorre mi abdomen con sus dedos.
Sentía leves cosquillas, pero no eran molestas; no quería que se detuviera.
Una de sus manos se posa con brusquedad en mi cuello, mientras la otra sube cada vez más por de tiro de la camiseta, guiando su dedo índice por entre mis senos. Mi pecho latía con fuerza, y los segundos parecían interminables.
Se veía tan bien; su cabello, su pecho, sus ojos, sus tatuajes... lograban en mí lo inexplicable.
Se detiene, volviendo a encontrar su mirada con la mía. No dice absolutamente nada, en cambio, sus manos se mueven con agilidad y acaricia mis pezones.
Ahogo un pequeño grito de sorpresa y placer; Ares lo hacía despacio, erizando cada centímetro de mi piel.
- Mírame.- me pide. Obedezco, mientras sube la camiseta, la pasa por mi hombros, y la deja caer al suelo.
En ese mismo instante me doy cuenta; ya no me importaba romper los límites. Había dejado que me tocara, que me quitase la ropa sin siquiera pensar en aquel tonto discurso del que había intentando convencerme. Definitivamente, no me importaba en absoluto.
- ¿Qué es lo que te gusta, Aurora?- dice, por lo bajo. Guardo silencio.- ¿Te gusta suave?- besa mi cuello despacio, era maravilloso sentir sus tibios labios sobre mi fina piel.- ¿O lo prefieres rápido? Que te de la vuelta con brusquedad y te haga gritar.- me mira a los ojos, impaciente. Con curiosidad, pero buscando cierta aprobación.
- Yo, yo no... no sabría decirte.
- ¿No te han cogido bien?- pregunta con una sonrisa de lado, sus manos aún reposaban en mi cintura.
- No, yo nunca... nunca lo he hecho.

Me mira, con determinada expresión de sorpresa, y se aparta al instante.
Recoge la remera del piso, y sin acercarse a mi la deja sobre el sillón.
- Vístete.- espeta.

Me sentía incómoda, avergonzada, y totalmente arrepentida. No debí haberme levantado de la cama, pero mucho menos debí permitir que todo aquello llegase hasta este punto, dejar que me tocase de esa manera. ¿En qué estaba pensando?
Claro que Ares nunca querría estar con una chica como yo; de pantalones holgados y camisas a rayas. Debí habérmelo imaginado.
Con la mirada gacha, deseando que me detuviese y explicase de que se trataba aquello, me dirijo al dormitorio con prisa, cerrando la puerta seguido de mis pasos.
Quería gritar, llorar, salir corriendo y hundir mi rostro en mi propia almohada. Sin embargo, nada de ello serviría para deshacer lo que había sucedido, ni la vergüenza que sentía.
Me escondo, una vez más, debajo de las frazadas y cierro mis ojos con determinación; aquello que debí hacer desde un principio. Mejor tarde que nunca, suelen decir.

(...)

Así iba a ser. Hoy, mañana, pasado, así de incómodo se iba a sentir de ahora en adelante. El viaje ayer en la tarde había parecido cortísimo, sin embargo, el silencio y la tensión hacían cada minuto interminable.
Bajo la ventanilla, necesitaba aire.
Ares manejaba con velocidad, sin apartar la mirada del frente, sin decir palabra.
- ¿Harás que nada sucedió?- me animo a preguntar. Las palabras costaban en salir, y sentía un incesante calor recorrer mi cuerpo.
- ¿De qué hablas?
- Ya déjalo, Ares.- respondo, frustrada.
- Aparentar que nada sucedió es un favor que te estoy haciendo, Aurora.
- ¿Un favor?- río.- No tienes idea de lo que estás hablando.
Me mira por un instante.
- No deberías insistir.- dice con seriedad.- Es por tu bien. Ahora bájate.
- ¿Qué?
- Tu casa, hemos llegado. Bájate. ¿O pretendes quedarte aquí?
Eso es lo último que querría, pienso por dentro. Cierro la puerta del coche, y Ares no tarda en pisar el acelerador.
- ¡Cariño!- Carol me recibe con dulzura desde la cocina.- ¿Como te ha ido? ¿Uhm? Cuéntamelo todo.
- No hay cosa que contar, tía. No sucedió nada.- si debía pretenderlo y aparentarlo, mejor comenzar ahora.
- Ese rostro no indica lo mismo...- responde, con una pequeña mueca.
- Solo estoy cansada.- y verdaderamente lo estaba. Me sentía agotada, mi energía y mi humor estaban por el piso.
- Ve, duerme algo. No pasará nada si faltas un día a clase, le pedirás los apuntes a tus compañeros.
Sorprendentemente, accedo. Me hubiese negado rotundamente en cualquier otra circunstancia, pero deseaba con desesperación desatar los cordones de mis zapatos, ponerme mi cómodo pijama, y dormir por horas.

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Nota de la autora:
Parece que todas las N/A las comienzo con: ¡capitulo cortito! Pues luego de los primeros capítulos que son particularmente largos todo parece muy reducido.
Tenía muchas ganas de actualizar, espero disfruten. ¡Sus lecturas y comentarios son un mimo para mi corazón, siempre!
Abrazos y besos,
f

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