Capítulo 13

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Recojo mi cabello en una cola alta. No, no lograba convencerme, hacía mi frente demasiado ancha. Suspiro y lo desato. Ahora cae sobre mis hombros en pequeñas ondas; me doy una última mirada en el espejo. Eran las 6:50 de la tarde, y aún no decidía que ponerme. El vestido celeste parecía demasiado formal para cualquier situación que me imaginase, la pollera negra muy incómoda, y los jeans rotos decían a gritos "no me he arreglado en absoluto".
Y quizás eso estaba bien. Quizás no debía preocuparme por lucir bonita, presentable, ante Ares.
Me pruebo un pantalón negro. Era cómodo, nada ajustado, y combinaba a la perfección con mi camisa favorita.
Con el dedo paso un poco de brillo en mis labios y lo guardo en el bolsillo de mi campera.
- ¡Aurora!- Carol grita. Bajo las escaleras con apuro luego de agarrar mi teléfono. - No me habías dicho que se trataba de Ares, cariño.
- Uhm, si..., yo..., pues no es nada importante.- respondo. Ares enarca una ceja y le sonríe con cariño a mi tía.
- Deberíamos irnos, no me gustaría llegar tarde.- se ofrece a cargar mi abrigo y se despide de Carol amablemente.

Su auto estaba estacionado frente a la entrada principal de la casa. Sentía mis pies clavados al suelo, pero al mismo tiempo deseaba correr y abrir la puerta mientras se dibujaba una gran sonrisa en mi rostro. Me hacía sentir extraña, y por alguna razón, Ares también parecía distinto. Además de estar llevando pantalones color beige, bastante fuera de lo habitual.
Me siento a su lado, en el asiento del copiloto y me sonríe con dulzura.
- Te has vestido perfecto.- dice. ¡Si tan solo él supiese la cantidad de ropa que desdoblé y arrugué! Mi habitación había quedado hecha un completo desastre, con perchas y zapatos hasta debajo de la cama.

Ares se notaba tranquilo. Manejaba despacio, con su brazo izquierdo por fuera de la ventanilla, mientras mirábamos las lujosas casas del barrio.
Sube el volumen de la radio y tararea una canción por lo bajo, mientras tomamos una ruta de doble carril. El paisaje era precioso; los árboles se movían todos al mismo ritmo, mientras nosotros íbamos cada vez más rápido. Bajo el vidrio. El aire fresco volaba mi cabello hacia atrás. Sonrío, sentía este momento salido de una mismísima película romántica. Cierro mis ojos y respiro con fuerza; ninguna preocupación pasaba por mi cabeza, me sentía en calma.
Le miro. Sus ojos verdes se posaban en mi con fascinación, mostraba su perfecta sonrisa de lado a lado. Se veía tan bien con aquella camiseta blanca, el tono bronceado de su piel, y su cabello moviéndose gracias al viento.
Deseaba capturar este instante; la forma en la que nuestras miradas se conectaban, como nuestras sonrisas salían sin siquiera hablar.

Ares dobla en un angosto camino de tierra, adentrándonos en un pequeño bosque de árboles altísimos.
- Hemos llegado.- dice, luego de frenar el auto.
Una pequeña cabaña de madera oscura estaba a unos metros de nosotros. Tenía dos ventanas al frente, y algunas macetas con flores de color blanco.- Ven.- me guía hacia la parte de atrás por un camino de piedras. Un amplio río reflejaba el celeste del cielo justo enfrente nuestro.
- ¿Estás lista?- pregunta.
- ¿Lista para qué?- digo con emoción. Abre la puerta de un galpón junto a la cabaña, de su mismo material, y comienza a empujar un Kayak color naranja hacia afuera.
- Oh no, ni hablar.- doy un paso hacia atrás.- No me subiré a eso sola.- afirmo, decidida.
- No lo harás sola, Aurora. Te subirás conmigo.
- Ah, pues bien, sin dudarlo entonces. Ahora me siento mucho más segura, gracias Ares.- bromeo.
Se acerca a mi con un chaleco negro en mano.
- Apuesto que nunca te has subido a uno... vamos, póntelo.- me pide. Así lo hago, mientras aguarda a mi lado para abrocharlo y ajustarlo.- ¿Qué esperas? Sube.
Le sonrío, y me siento en uno de los espacios con cautela. Deja el remo y una mochila dentro, empuja del kayak hacia la orilla, para luego subirse también. Abrocha su chaleco y nos adentramos en el río.
Había todo tipo de vegetación a ambos lados; flores, árboles, arbustos. Era un lugar bellísimo, nunca había conocido algo semejante.
El sol se encontraba cada vez más cerca del oeste, y el panorama, de a poquito, se volvía aún más mágico que segundos atrás.
Era un silencio acogedor; se escuchaba el correr del agua, el viento, y algún pájaro cerca.

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