- ¿Qué tal un café?- pregunta dirigiéndose hacia la cocina, luego de haber colgado su campera negra en el recibidor.
La casa estaba fría. Carol y su esposo, junto con Sam y el personal, no volverían hasta mañana a la noche. La ausencia de gente hacía sentir la casa mucho menos acogedora de lo que en verdad era.
- No me gusta el café, y tú tampoco deberías tomarlo. Son las 4 de la madrugada, Ares.- me quejo, mientras lleno la jarra eléctrica de agua con la intención de hacer té.
- ¿Ah, si te das cuenta que el té tiene gusto a pasto, verdad?
- ¡Eso no es cierto! La lechuga sabe a pasto, el té sabe a... té.- sonrío, encogiéndome de hombros. La respuesta no había sonado tan tonta en mi cabeza.
Ares se sienta sobre la isla de la cocina, con los ojos cansados pero, aún así, expectante.
- Entonces, ¿qué sucede contigo y Sophie?- pregunto, mientras disimulo mi interés buscando las tazas por todos los gabinetes de la cocina.
- Nada.- responde con brusquedad.- Es algo insoportable.
- ¡Ares!- resoplo, dándome la vuelta.- Sophie es mi amiga, no puedes hablar de ella así como así enfrente mío.
- Bien.- suspira.- Pues si tan amiga tuya es, y ella está tan enamorada de mi como tú dices, ¿qué haces aquí conmigo?
- Deberías darle una oportunidad, es muy buena chica.- respondo, ignorando su comentario por completo.
- No es mi tipo.- espeta con seguridad.
- Quién diría que tienes un tipo, Ares. Por lo que me han contado te gustan tanto rubias, morochas, castañas como pelirrojas.
- ¿Y tú te guías solo por aquello que cuentan de boca en boca?- pregunta. Da un pequeño salto, poniéndose de pie, acercándose a mí.
Sus ojos miran los míos, y ambos permanecemos en silencio.- Sabes...- comienza, estirando su brazo derecho, acorralándome entre el mármol y su cuerpo.- en verdad deberías aprenderte dónde están las cosas en esta casa.- abre la puertita de la derecha, sacando dos tazas de color blanco.
Se aparta, dejándolas sobre el mármol y llenándolas de agua caliente.
Suspiro en alivio, y me limito a preparar mi té. Tres de azúcar y unas gotitas de limón.
- ¿Por qué estás aquí, Ares?- pregunto con tranquilidad, a pesar de lo insegura que estaba de qué querer escuchar como respuesta.
- Si te molesta me iré.
- Ya deja de estar a la defensiva todo el tiempo. No es bueno, ni para ti ni para nadie. Dime por qué has venido.
- No lo sé.- contesta, mirándome a los ojos.- Bien.- resopla segundos luego.- Simplemente no quiero estar en casa.
- ¿Pasó algo?- mi voz suena demasiado alto por toda la cocina, llena de curiosidad. Ares camina hacia la enorme sala de estar y le sigo por detrás. Ambos tomamos asiento en el sillón de cuero, casi en la completa oscuridad.
- Dejé de sentirlo como un hogar hace bastante tiempo atrás.- señala, con algo de enojo y tristeza.
- Lo siento.- digo, con un mueca de lado.- Tal vez es una señal, deberías intentar cambiar aquello que te hace sentir así. De todos modos, siempre podrás quedarte aquí si así lo precisas. Tienes a Carol, a Louis, y ...- me detengo.- pues, me tienes a mí.- aliento, con la garganta seca. Ambos quedamos en silencio.
- ¿Por qué intentas ser buena conmigo?- pregunta, extrañado.
- Solo intento hacer lo que me gustaría que hagan por mí. Ya sabes, yo estando en tu lugar.
A pesar de la oscuridad, le noto asentir despacio. Luego, dice:
- No deberías.
- ¿Por qué no?
- Solo haces las cosas más difíciles, Aurora.- se inclina hacia delante, sosteniendo su cabeza entre sus manos, con los brazos apoyados en sus muslos.
- ¿De qué cosas hablas?
Me acero a él, sentándome en el borde del sillón y dejando la taza sobre la mesa.
Guarda silencio mientras deja la mirada perdida hacia el frente.
En un instante, se gira hacia mí y me besa con delicadeza. Era un beso lleno de desesperación y, sin embargo, sus labios se movían con suavidad y ternura.
Su mano derecha descansa en mi mejilla, atrayéndome más hacia él.
Segundos luego, se separa de mi con un corto beso.- Eres buena persona, Ares. Deberías saberlo tú, así como yo lo hago.- digo, poniéndome de pié, llevando la taza a la cocina.
Pues, a fin de cuentas, parecía que la historia se volvía a repetir. Ciertamente, no sabía cómo sentirme al respecto. Estaba contenta, Ares me había mirado y besado con dulzura, como nunca antes. Aún así, no podía quitarme la sensación de inseguridad, de incertidumbre.
- ¿Ares?- pregunto al volver. Su taza seguía sobre la mesa, sin embargo, él no estaba allí. La luz de las escaleras estaba encendida, a diferencia de antes.
Subo con prisa, dejando atrás la oscuridad de la planta baja.
- ¿Dónde estás?
- Aquí.- dice, desde donde parece ser mi dormitorio.- Es tarde, ven. Ya deberíamos de dormir.
Permanezco en silencio mientras acomoda la ropa de cama y tira los almohadones al suelo.
- ¿En la misma cama?
- Sí.
- ¿Sabes que hay más dormitorios, verdad?
- Sí.- suspira.- Mira, pondremos estos almohadones aquí.- los levanta del suelo y los pone en medio.- Será como nuestra barrera. Ni yo podré pasar para tu lado, ni tu para el mío.
Sin decir más, busco mi pijama y me cambio dentro del baño.- ¿Qué haces?- pregunto, una vez fuera. Ares se quita su camiseta negra y la tira hacia el sillón.
- ¿Qué?- se quita el pantalón, dejándolo en el mismo lugar.- ¿Es que acaso tú tienes un pijama de florcitas para prestarme? Porque estoy bastante seguro de que no me quedaría.
Posiblemente con la rostro rojo como un tomate, pues no se hacía nada fácil tener su cuerpo semidesnudo enfrente, me meto en la cama y apago la luz.
Ares sigue mis pasos, acostándose boca arriba y, gracias a la poca luz que entraba desde fuera por la ventana, le veo mirando el techo con detención.
- ¿Qué tanto miras?- pregunto, con curiosidad.
- Nada, a decir verdad.- hace una pausa.- Solo pienso.
- ¿En qué?- tiempo atrás me hubiera resultado incómodo hacer tantas preguntas, sobre todo sabiendo que la mayoría no recibirían respuesta. No una sincera, al menos.
- Mis padres se divorciarán.- suelta, sin preocupación.
- Lo siento.
- Ya, eso no es lo que molesta. Seguirán viviendo en la misma casa, como si bajo los ojos del público nada estuviese pasando. Durmiendo en camas separadas, cuartos diferentes, y apenas dirigiéndose la palabra.
- ¿Y eso por qué? No deberían atarse si ya no estar juntos es lo que ambos quieren.
- Es malo para la imagen de la empresa. Ya sabes, todo son negocios. Absolutamente todo.
- Ya... eventualmente se darán cuenta de que eso no es lo que verdaderamente importa.- intento animar.
- Sí, espero que sí.- contesta.- Qué descanses, Aurora.
Me doy la vuelta y guardo una mueca de tristeza. Se le veía realmente afectado, en este poco tiempo nunca le había visto así. No sabía qué decir, qué sentir, qué hacer.
Suspiro, vuelvo a darme la vuelta antes de que pensarlo demasiado me hiciera arrepentirme. Ares seguía con los ojos abiertos, mirando hacia arriba. De un solo tirón, quito los almohadones de entre medio, destruyendo nuestra barrera. Me acerco a él, despacio, y recuesto mi cabeza sobre su pecho. Tenía un olor delicioso. La cercanía de su piel, su cabello, me había sentir algo inexplicable.
Podía escuchar su corazón latir con fuera y rapidez. Su brazo rodea mi espalda con inseguridad, dejando su mano descansar sobre mi cintura.
- Que descanses.- respondo.~ • ~ • ~ • ~ • ~ • ~ • ~ • ~ • ~ • ~ • ~ • ~ • ~ • ~
Nota de la autora:
¡Hola! Por supuesto, cómo es prometido, ahí fue el Capítulo 18 tan esperado; (tanto por ustedes como por mí).
Quería agradecerles en particular a las dos chicas que comentaron ayer el Capítulo 17. Les digo ¡gracias!, de todo corazón y con muchísimo amor. Es un mimo para mí saber que lo que escribo alguien más lo disfruta.
Cuidémonos todos desde la comodidad de nuestras casas, y aprovechemos este tiempo para hacer todo aquello que la rutina nos impide.
Besos
f
ESTÁS LEYENDO
Pausa
Teen Fiction- Pero es que justamente de eso se trata la Universidad Aurora. De conocer gente, hacerse amigos, expermimentar, ¡vivir cosas nuevas! - Ya, pero todas esas cosas no las tengo que hacer específicamente en Columbia, podría hacerlas perfectamente en la...