CAPÍTULO 36

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—Acepto. —Nathan asoma un sonrisa. —Pero con una condición.

—¿De verdad? De verdad vas a ponerme condiciones...—Su sonrisa se esfumó.

—Así es. —Respondo muy seria.

—Romina... —Suspira.

—¿Que pasó? la condición solo es.. que éste día sea perfecto. —Sonríe y me abraza.

—Lo prometo.

Nathan me sonríe, nos sentamos a platicar dentro de la carpa, empieza a preguntarme cosas absurdas, una de ellas es como: ¿quién fue mi enamorado de quinder? Me divierto con las cosas que dice, exagerado y todo pero me divierto.

—Bueno has preguntado muchas cosas de mi, ¿porque no me hablas de ti? —Encojo mis brazos para empezar a escucharlo.

—De mi... —Suspira. —No hay mucho de que hablar, pues... Desde pequeño he vivido con papá, aunque la mayoría de toda mi vida sólo, ya que papá tiene mucho trabajo. Estudié en las mejores escuelas, visito a mis abuelos cada año.

—Espera, ¿y tu madre? —Vuelve a suspirar... y agacha su cabeza.

—La verdad no se de ella, solo sé que la siento cerca, muy cerca...

—Puedo saber que fue lo que pasó... —Nathan se queda en silencio, al parecer ha tenido un pasado muy malo en ese tema, su rostro lo dice mucho. —Está bien, entiendo no te preocupes... —Nathan me interrumpe.

—Ella me abandonó cuando apenas tenía cuatro años, en sí, nos abandonó, por irse con otra persona. Mi padre se hizo cargo de mi, después de eso no quiso rehacer su vida, él dijo que yo soy lo único que ama junto con mis abuelos, que es muy feliz así y si él es feliz yo también soy feliz con él, aprovecho los días que estamos juntos ya sea en casa o en el trabajo. Aveces pienso que papá aún no olvida a mamá, fue su único amor. ¿Quien olvida a su primer amor?... nadie. No recuerdo muy bien su rostro, papá quitó un álbum que había en mi habitación, y un porta retrato que tenía encima de mi pequeño velero que se encuentra alado de mi cama. —Miro a Nathan y jamás había visto a un niño serio que esté tan triste, sus ojos están llenos de lágrimas, lo abrazo y me mira muy tierno. —Me duele tanto que mi padre haya pasado por todo esto. Romina mi madre es mujer, mi madre nos dejó. —Una lagrimilla recorre su mejilla, soy muy sentimental que estoy haciendo lo mismo, no puedo ser fuerte... Lo abrazo.

Pasamos un buen rato abrazados que Nathan se ha dejado dormir en mis piernas, no quiero despertarlo es por eso que no me he movido y no lo haré, duerme como un ángel, su cabello es muy suave, y no se enreda entre mis dedos, sus mejillas son muy suaves, sus párpados son normales, sus cejas negras y un poco gruesas lo hacen ver perfecto.

Pobrecito ha tenido una infancia no muy común, su madre jamás estuvo en sus demás cumpleaños, en los programas escolares, ni en sus graduaciones, quien será esa madre irresponsable, no debería tener perdón de nadie, no debió haber hecho eso, es su hijo... bueno no se cuantos hijos tendrá ahora, ella debió llevárselo, porque definitivamente era su único hijo, ¿porqué habrá hecho eso?

Será que empiezo averiguar en dónde se encontrará pero ¿Cómo lo haré? ¿Cómo empezaré?

Las horas han pasado muy rápido, no he sentido que el mar está subiendo, despierto cuidadosamente a Nathan, incando sus ojos achinados, el procede a despertarse y adoro cuando sonríe, me vuelve débil.

— ¿Nos quedaremos aquí? O ¿nos vamos?

—Ya recogeré todo, no quiero levantarme...

—Vamos señor oso.

Mi Pequeña Y Perfecta CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora