Los días pasaron y llegó febrero. Helena no había asistido a la segunda prueba del Torneo de los tres magos, que se estaba llevando a cabo en ese mismo instante. En cambio, Helena paseaba sola por los pasillos, como siempre desde hace casi dos meses. Desde la pelea con Draco, los Slytherin no le dirigían la palabra, excepto Pansy, que de vez en cuando la buscaba por la escuela para charlar. Eso le gustaba. Pansy era una buena chica, en el fondo.
Probablemente, esta era la peor racha por la que Helena Wheeler había pasado jamás. Desde la traición del trío de oro, a finales del tercer año, todo lo que le había sucedido a la chica había sido malo. O puede que no todo, pero la gran mayoría.
Tampoco había vuelto a visitar a Hagrid desde aquel día de diciembre, aunque se moría de ganas por pedirle que le preparara otro termo de ese té tan delicioso. Pero no podía hacerlo. Se estaba alejando de las mejores personas de su vida, y aún no sabía muy bien la razón.
Con la persona con la que más se había relacionado estos últimos dos meses había sido Fred Weasley. Desde el baile de Navidad, la relación de ambos había mejorado bastante, pero aún así, Helena se seguía mostrando reacia a darle a las personas más confianza de la necesaria. Siempre le partían el corazón.
Pero, en ese momento, Fred Weasley estaba en el Lago Negro, al igual que todos los alumnos de Hogwarts, excepto Helena.
La chica caminaba por los pasillos en dirección a la biblioteca, donde se sentó a leer un libro cualquiera. Pero tampoco podía concentrarse. Los vítores de los espectadores se oían a kilómetros, y, una parte muy profunda de ella, quería estar ahí.
En la esquina de la mesa en la que se encontraba, había un vaso de agua. A Helena le pareció lo más interesante que había en esa habitación, por lo que se quedó mirándolo fijamente. Tanto, que el agua comenzó a evaporarse. Lo que quedaba en el vaso entró en ebullición, y el recipiente de cristal explotó. El libro que antes estaba leyendo quedó empapado. La tinta con la que estaba escrito se acababa de correr.
- Tienes suerte de que la señora Pince también esté viendo la prueba -oyó a sus espaldas una voz que arrastraba las palabras. Era inconfundible. Helena no se dio la vuelta. Simplemente cerró el libro. Notó una mano firme en su hombro, que hizo que se girara-. ¿No me vas a hablar?
- No -contestó, cogiendo el libro entre sus manos y llevándolo a su estantería. Draco Malfoy la seguía pisándole los talones.
- He sido un tonto -comenzó a decir el chico. Helena frenó en seco, dejó el libro donde correspondía y se dio la vuelta para mirar al rubio.
- Dime algo que no sepa -se cruzó de brazos. Draco suspiró.
- Me gustas.
Helena dio una carcajada sarcástica. Se dio la vuelta y comenzó a andar para salir de la biblioteca.
- No me ignores -pidió Draco, apresurando el paso para alcanzar a la chica.
- No me mientas -dijo Helena, encogiéndose de hombros.
- No te estoy mintiendo -finalmente, Draco consiguió adelantar a Helena y se quedó frente a ella, agarrando sus hombros con las manos, impidiendo así que siguiera andando.
- ¡No intentes volverme loca! ¡No puedes llevarte dos meses sin dirigirme la palabra y ahora venir con el cuento de que te gusto! ¡No puedes! -Helena estaba empezando a alterarse, y Draco lo sabía, pero aún así no apartó sus manos de los brazos ardientes de la chica.
- ¡Ya te lo he dicho! He sido un tonto, un idiota, un... -pero Draco se calló y miró a Helena, pero la chica lo miraba también, ahora confundida-. Se suponía que tenías que callarme con un beso.
Helena dio una carcajada.
- Me parece que has leído demasiados libros de fantasía, Malfoy.
- Vale -dijo el chico, mientras una leve sonrisa comenzaba a resurgir en su rostro-. Entonces, ¿me perdonas?
Helena miró a Draco a los ojos. Otra vez, volvía a tener la sensación de que el hielo que contenía en ellos, le hacía sentir segura.
- Te perdono.
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fireproof; draco malfoy.
FanfictionElla el fuego y él el hielo. Ambos se necesitan, ambos se complementan, pero juntos se destruyen. ¿Conseguirá Draco volverse a prueba de fuego por Helena?