no tiene gracia, fred

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El techo encantado del Gran Comedor estaba oscuro y salpicado de estrellas, y debajo, sentados alrededor de las cuatro largas mesas de las casas, se hallaban los alumnos, despeinados, algunos con capas de viaje y otros en pijama. Tras la huida de Snape, todas las miradas se clavaban en la profesora McGonagall, que hablaba desde la tarima colocada en la cabecera del Gran Comedor. Detrás de ella se habían situado los otros profesores y los miembros de la Orden del Fénix que habían llegado para participar en la batalla.

Helena estaba apoyada en la pared de la derecha, y Draco estaba de pie frente a ella. En su mano empuñaba la varita, y ésta temblaba ligeramente. Helena suspiró.

- Podemos irnos, si eso es lo que quieres -dijo ella amablemente. Draco negó.

- Quiero luchar a tu lado -intentó sonreír. Helena le dio un fuerte abrazo, en el que volvió a sentirse segura.

Pero ese abrazo se vio interrumpido por una voz que resonó en todo el comedor. Era una voz aguda, fría y clara, y parecía provenir de las mismas paredes. Se diría que llevaba siglos ahí, latente, como el monstruo al que una vez había mandado.

- Sé que os estáis preparando para luchar. -Helena oía gritos de fondo, y sintió la mirada asustada de Draco sobre ella.

 -Helena oía gritos de fondo, y sintió la mirada asustada de Draco sobre ella

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- Pero vuestros esfuerzos son inútiles; no podéis combatirme. No obstante, no quiero mataros. Siento mucho respeto por los profesores de Hogwarts y no pretendo derramar sangre mágica.

El Gran Comedor quedó en silencio, un silencio que presionaba los tímpanos, un silencio que parecía demasiado inmenso para que las paredes lo contuvieran.

- Entregadme a Harry Potter -dijo la voz de Voldemort- y nadie sufrirá ningún daño. Entregadme a Harry Potter y dejaré el colegio intacto. Entregadme a Harry Potter y seréis recompensados. Tenéis tiempo hasta la medianoche.

El silencio volvió a tragarse a los presentes. Helena se dio cuenta de que Harry estaba a escasos metros de ella, y que todas las miradas se centraban en él. Pero ella miró a Draco, que temblaba ahora más que antes.

Los alumnos que eran menores de edad fueron evacuados del colegio, y los que se quedaron, liderados por los profesores y por los miembros de la Orden, recibieron algunas tareas que hacer para proteger el castillo. Helena no sabía que hacer, entonces llegó Harry.

- Debéis venir conmigo -dijo mirándola a ella y a Draco-. Tenemos que encontrar el Horrocrux. No sé dónde están Ron y Hermione.

Los tres corrieron por el pasillo y, tras hablar con la Dama Gris, el fantasma de la casa Ravenclaw, supieron que el objeto que buscaban era la diadema perdida, y que podrían encontrarla en la Sala de los Menesteres.

Empuñando su varita, Helena continuó adelante junto a sus dos acompañantes por pasillos que todavía temblaban. Doblaron una esquina a toda prisa y Helena frenó en seco al encontrarse a Fred con un grupito de estudiantes, entre ellos Lee Jordan y Hannah Abbott. El pelirrojo también dejó su tarea y corrió hacia Helena para darle un abrazo. Helena tuvo un mal presentimiento, así que se separó del chico y lo miró a los ojos.

- Ten cuidado, por favor -le pidió. Fred no hizo otra cosa que reír y decir:

- Esto está hecho para mí, pequeña fierecilla.

Justo después de eso, Harry agarró a Helena de la mano y tiró de ella por el pasillo. Derraparon en una esquina y vieron a Ron y Hermione. Harry soltó un grito de alivio y furia a la vez, y Draco aprovechó esa situación para ponerse junto a Helena. Los nuevos integrantes estaban cargados con unos enormes objetos amarillentos, curvados y sucios (colmillos de basilisco). Ron también llevaba una escoba bajo el brazo. Luego, los cinco se dirigieron a la Sala de los Menesteres. Del techo caía polvo y sonaban estruendos ensordecedores.

Una vez dentro de la sala que viene y va, todo quedó en silencio. Los se pusieron a buscar la diadema separados. Helena iba con Draco, Ron con Hermione y Harry decidió ir solo. Sin saber cuánto tiempo se llevaron ahí dentro, los cinco se encontraron con Crabbe y Goyle. Este último había hecho salir de su varita unas llamas de tamaño descomunal que los perseguían y convertían todas las enormes estanterías en simples cenizas.

- ¡Aguamenti! -gritó Harry, pero el chorro de agua se evaporó enseguida.

- ¡Haced algo! -pidió Helena mientras luchaba con todas sus fuerzas para crear una barrera entre el enorme muro de fuego y sus amigos. Cada vez se sentía más débil.

Cuando sentía que estaba a punto de desmayarse, el firme brazo de Draco le rodeó la cintura y la sentó detrás de él en una escoba. Entonces, ellos junto a Harry, Ron y Hermione, sobrevolaron las llamas saliendo de la flamante sala. Helena pudo ver como Harry soltaba la diadema de Ravenclaw antes de que la puerta se cerrara por completo, y el objeto quedó hecho cenizas. Una vez tumbada en tierra firme, Helena sintió como Draco se arrodillaba a su lado y le agarraba la cara con las manos. La chica tosía y de lo más profundo de su garganta salían pequeñas motas de ceniza.

- Eres increíble -dijo Draco sin dejar de mirarla a los ojos. Helena no pudo hacer otra cosa que sonreír mientras sentía como su vista se nublaba. 

Justo en ese momento vio a Fred y a Percy dirigirse hacia ellos. El primero se agachó justo al otro lado de Helena, y la miró preocupado.

- ¿Estás bien? -dijo él. Helena asintió, incorporándose poco a poco y poniéndose en pie entre Fred y Draco-. Estás pirada, me pides a mí que tenga cuidado y luego tú...

En ese instante se produjo una fuerte explosión. Los siete muchachos formaban un pequeño grupo y en cuestión de una milésima de segundo, fue como si el mundo entero se desgarrara. Helena saltó por los aires, y lo único que sintió fue como  Fred la empujaba de su lado y luego como un Draco caía encima de ella y le protegía la cabeza. Oyó los gritos de sus compañeros, pero ni siquiera se planteó saber qué les había pasado.

El mundo había quedado reducido a dolor y penumbra. Helena estaba medio enterrada en las ruinas de un pasillo que había sufrido un ataque brutal. Entonces oyó un grito desgarrador que la sacudió por dentro, un grito que expresaba una agonía que no podían causar ni las llamas ni las maldiciones, y se levantó haciendo que Draco también lo hiciera. Estaba más asustada que en ningún otro momento de ese día; más asustada, quizá, de lo que jamás había estado en su vida.

Hermione y Harry también intentaban ponerse en pie en medio de aquel estropicio, y había tres pelirrojos agrupados en el suelo, junto a los restos de la pared derrumbada. Helena dio tambaleantes zancadas hacia ellos y sintió como su cuerpo se desfallecía al presenciar esa escena.

- ¡No! ¡No! -gritaba la chica, sintiendo como su garganta se desgarraba-. ¡No! ¡Fred! ¡No!

Helena se arrodilló al lado del chico tal y como él lo había hecho con ella escasos minutos atrás, y lo zarandeó bruscamente.

- ¡No tiene gracia, Fred! -gritó con rencor-. ¡Deja las bromas por un maldito momento y contéstame!

Sentía sus mejillas empapadas, pero no sabía si era sangre, sudor o lágrimas. O quizá una mezcla de las tres. Pero entonces miró a Fred a los ojos y no pudo evitar soltar otro grito: los ojos de Fred miraban sin ver, todavía con el fantasma de su última risa grabado en el rostro.

fireproof; draco malfoy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora