TIMOS

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Los jardines del castillo relucían bajo la luz del sol como si acabaran de pintarlos; el cielo, sin una nube, se sonreía a sí mismo en la lisa y brillante superficie del lago; y una suave brisa rizaba de vez en cuando las satinadas y verdes extens...

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Los jardines del castillo relucían bajo la luz del sol como si acabaran de pintarlos; el cielo, sin una nube, se sonreía a sí mismo en la lisa y brillante superficie del lago; y una suave brisa rizaba de vez en cuando las satinadas y verdes extensiones de césped. Había llegado el mes de junio, pero para los alumnos de quinto curso eso sólo significaba una cosa: que se les habían echado encima los TIMOS.

Helena llevaba días enteros sin pegar ojo para estudiar. Había ido más de tres veces a la enfermería para que Madame Pomfrey le diera unos calmantes para los nervios, cosa que la enfermera no había dudado en hacer, debido a  que tenía debilidad por la chica Ravenclaw, que pasaba sus horas libres en el hospital de la escuela ayudándola en todo lo que necesitara. Helena tenía ambición por llegar a ser medimaga una vez que terminara sus estudios en Hogwarts.

Aquella noche reinaba un ambiente muy apagado durante la cena. Helena no solía hablar mucho, pero ese día estaba aún más absorta en sus pensamientos. Repasaba sin cesar las lecciones en su cabeza y apenas probaba bocado. Escuchó un fuerte tintineo que provenía de que se habían caído varios tenedores a la vez, y miró a la puerta del Gran Comedor. La profesora Umbridge estaba de pie con un pequeño grupo de brujas y magos que parecían muy ancianos. Los examinadores.

Fue una noche incómoda. Todo el mundo intentaba repasar un poco más en el último momento, y la biblioteca se quedaría abierta toda la noche para los alumnos que prefirieran estudiar allí. Sin pensárselo dos veces, Helena cogió su mochila después de la cena y corrió hacia la biblioteca antes de que se llenara por completo. En el pasillo se topó con Draco y los Slytherin.

- Hola -sonrió la chica con la voz agitada-. ¡Adiós! -jadeaba debido a la presión que sentía por los exámenes, pero cuando volvió a echar a correr, oyó la voz firme de Draco a sus espaldas.

- ¡Helena! -ella frenó en seco y se dio la vuelta. El rubio caminaba con decisión hacia ella-. ¿Estás bien?

- No -contestó con simpleza-. Si no estudio, voy a suspender los TIMOS, y necesito aprobarlos todos para ser medimaga. Si suspendo sólo uno...

- Tranquila -susurró Draco y se acercó a ella para abrazarla-. No hemos tenido tiempo de estar juntos últimamente...

- Lo sé, Draco -sonrió levemente-. Lo recompensaré, ¿sí? Ahora tengo que irme a estudiar...

Se puso de puntillas para darle un leve beso en los labios.

- Iré contigo, también tengo que repasar -sacó su varita y con un movimiento hizo que su mochila se materializara en su mano. Helena sonrió orgullosa y los dos juntos fueron a la biblioteca.


Al día siguiente tampoco ningún alumno de quinto curso habló demasiado durante el desayuno. Helena practicaba conjuros por lo bajo mientras el salero que tenía delante daba sacudidas. Cuando terminó el desayuno, los alumnos de quinto y séptimo se congregaron en el vestíbulo mientras los demás subían a sus aulas. Entonces, a las nueve y media, los llamaron clase por clase para que entraran de nuevo en el Gran Comedor. Habían retirado las cuatro mesas y en su lugar habían puesto muchas mesas individuales, encaradas hacia la mesa de los profesores, desde donde los miraba Flitwick. Cuando todos los Ravenclaw de quinto año se hubieron sentado, dijo con su voz de pito:

fireproof; draco malfoy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora