sectumsempra, para enemigos

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La Navidad en casa de los Weasley pasó más rápido que ninguna otra Navidad que Helena haya vivido. Sus padres cenaron con ella y con todos los Weasley en Nochebuena, y luego volvieron a Arabia. Helena estaba contenta de haber visto a su familia aunque sólo hubiera sido unas pocas horas, tal y como se encuentra el mundo mágico, nunca se sabe qué puede  pasar.

Pero los chicos acababan de llegar a Hogwarts, y eso supuso que comenzaran los ensayos de Aparición. No todo fue bueno, pues, una noche (la noche del cumpleaños de Ron) el profesor Flitwick irrumpió en la habitación de Helena exigiendo su presencia en la enfermería. Allí, el pelirrojo yacía flácido e inmóvil en una de las camillas. Al parecer, cuando él y Harry fueron al despacho de Slughorn, Ron fue envenenado. Helena, Harry, Hermione y Ginny estaban senados alrededor de él, y Fred y George estaban de pie detrás de la silla de Helena.

- No era así como imaginábamos darle nuestro obsequio -dijo George con gesto compungido. Dejó un gran paquete envuelto para regalo en la mesilla de noche de su hermano.

- Que suerte que hubiera un bezoar en la habitación -comentó Helena, sintiendo un escalofrío al imaginarse lo que habría sucedido si Harry no hubiera dado con aquella piedra. Hermione emitió un sollozo casi inaudible. Se sentía culpable por haberse llevado meses sin hablar con Ron.

La noticia de que habían envenenado a Ron se extendió como la pólvora al día siguiente, pero no causó tanta conmoción como la agresión sufrida por Katie. 

Unos días después, mientras Ron estaba todavía ingresado, Helena acompañaba a Harry por los pasillos hasta el campo de quidditch. Ese día sería Gryffindor contra Hufflepuff, y los leones estaban entusiasmados por darle una paliza a Zacharias Smith. Mientras Helena oía el relato de Harry sobre lo insoportable que era Lavender Brown, la chica oyó pasos y miró al frente. Era Draco, que caminaba hacia ellos acompañado por dos chicas. Al verlos, Draco se detuvo, pero luego soltó una risa forzada y siguió andando.

- ¿Adónde vas? -preguntó Harry.

- A ti te lo voy  a decir. ¡Como si fuera asunto tuyo, Potter! -se burló el rubio-. Date prisa, todo el mundo está esperando al <capitán elegido>, al <niño que marcó> o como sea que te llamen últimamente.

Helena luchó por no reír, pero la diversión desapareció drásticamente al escuchar como una de las chicas que iban con Draco soltaba una risita tonta. Helena la miró a los ojos y ella se ruborizó. Oyó la risa despectiva de Draco.

- ¿Celosa, Wheeler? -preguntó dejando caer su brazo en el hombro de la chica que acababa de reír. Helena sentía su sangre hervir.

- No me hagas reír -escupió-. Ahora debo ir a animar a Harry al partido -forzó una sonrisa y agarró a Harry del brazo, tirando de él hacia los terrenos de la escuela, con el corazón latiendo más rápido de lo normal y los oídos bombeando sangre.


El trimestre avanzó de una manera temeraria, y el cuarteto se encontraba en el Gran Comedor cuando apareció Katie Bell. A pesar del paso del tiempo, Harry seguía empeñado en averiguar qué hacía Draco en la Sala de los Menesteres. Para ello, no se separaba ni por las noches del mapa del merodeador.

Un día, Helena y Harry bajaron a cenar solos, pues Ron estaba vomitando y Hermione había ido a ver a la profesora Vector para comentarle un supuesto error cometido en su última redacción de Aritmancia. Mientras Helena daba la última pinchada a su pato a la naranja, Harry escupió el zumo de calabaza que estaba bebiendo y sin decir nada más, salió corriendo del Gran Comedor. Helena se apresuró a guardar su varita en el bolsillo de la túnica y siguió a Harry a toda prisa, pero sólo fue capaz de distinguir un atisbo de su melena azabache perdiéndose por la esquina. La chica corrió para intentar alcanzarlo, pero Hogwarts es inmenso. Estaba a punto de rendirse cuando oyó un estruendo proveniente del baño de chicos del piso inferior. Volvió a sacar su varita y se asomó cautelosamente a la puerta justo cuando vio a Harry resbalarse en el suelo inundado y a Draco de pie, apuntándolo con su varita, mientras ambos gritaban:

- ¡Crucia...!

- ¡¡Sectumsempra!! -bramó Harry desde el suelo.

Helena no dudó en entrar de lleno al baño, ganándose la mirada arrepentida de Harry. 

De la cara y el pecho de Draco empezó a salir sangre a chorros, como si lo hubieran cortado con una espada invisible. El chico dio unos pasos hacia atrás, se tambaleó y Helena fue capaz de agarrarlo antes de que se desplomara en el encharcado suelo. La varita se le cayó de la mano derecha.

- No -oyó Helena decir a Harry, con voz ahogada.

La chica no podía hacer otra cosa que no fuera mirar a Draco a los ojos. El rubio temblaba de forma descontrolada. La túnica de Helena estaba empapada de sangre y del agua que salía de las tuberías rotas.

- Draco, no cierres los ojos, ¿sí? -susurraba ella. Él estaba perdiendo el conocimiento-. Mírame a los ojos, por favor... -las lágrimas se mezclaban con el agua que la empapaba desde el techo-. ¡Mírame! -gritó con la voz rota, sintiendo como perdía la fuerza en sus manos. Draco se palpaba el pecho, del que no dejaba de chorrear sangre. Miró a Helena a los ojos, y un atisbo de sonrisa apareció en él. Helena dio un sollozo-. No me dejes, Draco... -susurraba mientras dejaba un suave beso en sus labios-. ¡No me mires como si fueras a morir! -le reprochó, zarándeandolo. Estaba al borde de la locura-. ¡Me lo prometiste! Por favor... -Su voz se rompía con cada palabra.

- Hel... -murmuró Draco, casi inentendible.

- ¡¡Asesinato!! ¡¡Asesinato en el baño!! ¡¡Asesinato!!

Helena oyó como Myrtle gritaba a sus espaldas. La puerta se abrió de golpe, pero Helena no quitó la vista de los ojos de Draco, quien luchaba por no cerrar los suyos. Él tampoco dejaba de mirar a Helena.

El profesor Snape se arrodilló al otro lado de Draco y se inclinó sobre él; sacó su varita y la agitó por encima de las profundas heridas que había causado la maldición de Harry, murmurando un conjuro. La hemorragia se redujo al momento. Helena le limpió a Draco la sangre de la cara con la manga de su túnica de la manera más cuidadosa que pudo. El chico cada vez respiraba mejor, y sus heridas empezaron a cerrarse. Snape seguía repitiendo el hechizo y cuando terminó, incorporó a Draco hasta sentarlo.

- Tengo que llevarte a la enfermería -le dijo-. Quizá te queden cicatrices, pero si tomas díctamo inmediatamente quizá te libres hasta de eso. Vamos... Wheeler, ¿quiere acompañarnos?

Helena asintió algo desorientada y se apartó un poco para que el profesor pudiera cargar a Draco. 

- Tú, Potter, espérame aquí -dijo Snape antes de llegar a la puerta. Helena estaba a punto de seguir al profesor cuando Harry colocó una mano en su hombro.

- Helena -susurró, y la chica apartó la vista de Draco a duras penas para mirar al azabache. Harry se sorprendió al notar lo perdida que estaba su mirada. Helena no sabía si tenía las mejillas mojadas por el llanto, por la sangre o por el agua que seguía saliendo de las tuberías.

Pero no se molestó en contestarle a Harry, sino que corrió detrás del profesor. Una vez en la enfermería, mientras la señora Pomfrey examinaba a Draco, el profesor Snape se volvió hacia ella.

- Ha tenido suerte de que estuvieras allí -sentenció arrastrando las palabras. Helena asintió con un nudo en la garganta, incapaz de hablar. Snape volvió a sacar su varita y con un movimiento de muñeca secó la ropa de Helena, que goteaba agua. La chica asintió en forma de agradecimiento y se sentó en la silla contigua a la camilla de Draco (quien ya estaba dormido debido a los medicamentos), dispuesta a quedarse allí el tiempo que hiciera falta.

fireproof; draco malfoy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora