Con diferencia, Helena estaba pasando uno de los veranos más aburridos de su vida. A pesar de estar con toda su familia, la chica se encontraba en la otra parte del mundo, concretamente en el desierto de Lut, en Irán, el lugar más caliente de la Tierra.
Ahí era donde Helena se había criado toda su vida, hasta que sus padres viajaron a Londres cuando ella tenía once años. Allí conoció a Albus Dumbledore, y automáticamente, el anciano le ofreció a la chica de fuego una plaza en la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, al comprobar que también era una bruja.
Pero ya habían pasado casi dos meses de vacaciones y la chica echaba de menos a Draco. Aunque casi todos los días se comunicaban por carta, la chica echaba de menos verlo. Quería saber si había crecido, si había madurado y si él también la echaba de menos como ella lo hacía.
Además, Helena estaba asustada, pues leyó en el profeta que Harry había sido expulsado de Hogwarts por hacer magia fuera de la escuela. Eso sólo puede significar que algo malo había pasado, y que Harry estaba en peligro.
Helena se entusiasmó un poco más cuando recibió su carta de Hogwarts que le indicaba los materiales que iba a necesitar para su quinto año, lo que significaba que dentro de poco tendrían que viajar a Londres. Lo que más sorprendió a Helena, fue encontrarse una pequeña insignia al final del sobre, junto a un pequeño trozo de pergamino que le informaba que había sido elegida como Prefecta de la casa Ravenclaw, junto a Anthony Goldstein. Justo cuando la recibió, le envió una carta a Draco para acordar un día para ir ambos al callejón Diagon, y así verse antes del comienzo de las clases. La carta del rubio llegó al día siguiente con una respuesta positiva, provocando una alegría inmensa en el cuerpo de Helena al saber que él también había sido elegido Prefecto de Slytherin.
Respecto a la chica, había crecido notoriamente en estos dos meses. Su pelo también era notablemente más largo y respecto a su personalidad, ahora era más abierta. En cierto modo, haber hecho "las paces" con Harry había provocado seguridad en ella y, aunque aún tenían que aclarar aquel tema, estaba feliz.
Sin poder evitarlo, la chica recordaba cada noche la muerte del joven Diggory, y sólo pensaba en que ella podía haberlo evitado si simplemente le hubiera dicho a Dumbledore lo que sentía. Esto le había servido para anotar mentalmente que justo cuando llegara a Hogwarts, tendría que hablar con el anciano sobre ese tema, para así tener alguien en quien confiar si la chica volvía a tener una sensación así. Estaba segura de que el director de Hogwarts la entendería.
Los pocos días que quedaban para viajar a Londres pasaron rápidamente y la chica ya se dirigía junto a su madre hacia Londres. El simple hecho de saber que le quedaban escasas horas para ver a Draco la tenía de los nervios, y eso su progenitora lo había notado.
- ¿Por qué tan contenta? -le preguntó. Helena la miró intentando no sonrojarse.
- Quiero volver a la escuela, eso es todo... -dijo no muy convencida. Su madre rió levemente.
- Y... ¿quieres volver por algo en especial? -sonrió-. ¿O alguien?
- ¡Mamá! -se quejó Helena, dando por imposible el hecho de evitar que sus mejillas se tornaran rojas-. ¿Cómo puedes saberlo todo?
- Oh, querida. Yo también he sido adolescente. Y dime... ¿quién es?
Helena se resignó a revelarle a su madre ese hecho, pues sabía perfectamente que los Malfoy no son bien mirados entre la mayoría de los magos.
- Mamá... -volvió a quejarse la morena.
- Vamos, Helena, no hay nada de malo en contarle las cosas a tu madre -insistió.
- Draco Malfoy -contestó Helena tan rápido que dudaba que su madre realmente la hubiera entendido. Pero lo hizo.
- Vaya, Helena... -tragó saliva-. Hace un año llegó a mis oídos que salías con Harry Potter, ¿ya no es así?
- No, mamá -dijo la chica con algo de vergüenza.
- Te has ido al otro extremo, querida. Los Malfoy... No son de fiar. Lo sabes, ¿no? -Helena asintió.
- Draco no es así, mamá. Él es bueno, me trata bien.
- Está bien, querida. Si hace algo que no te guste, no dudes en dejar de verte con él. Nadie debe hacer algo que no te guste, ¿sí? -Helena volvió a asentir-. Muy bien. Ahora, agárrate a mí.
La chica le hizo caso a su madre y, justo cuando puso su mano sobre el antebrazo de ella, sintió como si un enorme gancho le tirara del ombligo hacia el centro de la tierra, y luego la soltara en Londres.
- Llegamos -dijo su madre con una sonrisa mientras se acomodaba la camisa. Helena levantó la vista.
El callejón Diagon era tan impresionante como la primera vez que lo pisó. La magia que rebosaba en ese lugar hacía que Helena Wheeler se sintiera como en casa. La joven sacó del bolsillo de su pantalón la lista que había hecho de los materiales que iba a necesitar, y ella y su madre se pusieron manos a la obra.
Justo cuando compró el último libro, Helena miró el reloj. Era exactamente la hora en la que había quedado con Draco, así que se dirigió junto a su madre a Gringotts, el banco de los magos. Ahí, un chico rubio platino, notablemente más alto y esbelto, vestido con un traje completamente negro, esperaba al final de las escaleras del edificio mientras miraba impacientemente su reloj de bolsillo. El corazón de Helena comenzó a latir atropelladamente. Nunca lo había visto tan guapo. El Slytherin levantó la vista y sus ojos chocaron con los de ella, haciendo que todo en su interior diera un vuelco. Su mirada era aún más gris que a principios de verano. Helena sonrió.
- Hola -se acercó a él con algo de vergüenza, pero irónicamente, la cálida sonrisa que el rubio le dedicó hizo que Helena no aguantara más, y se lanzara a él para darle un enorme abrazo.
- Te he echado de menos -susurró Draco en su oído, haciendo que la morena se estremeciera. Ambos se separaron mientras se miraban a los ojos.
- Helena -oyó la voz de su madre a sus espaldas, provocando que la chica saliera de su burbuja-. Estaré en El Caldero Chorreante, ¿sí? -Helena asintió, y se sorprendió al ver que Draco daba un paso hacia su madre.
- Buenas tardes, señora Wheeler, soy Draco Malfoy -el rubio le estrechó la mano a su madre-. Encantada de conocerla.
La señora Wheeler también se sorprendió ante la educación del chico, por lo que una enorme sonrisa apareció en su rostro.
- Encantada de conocerte también, querido -sonrió de nuevo-. Puedes decirme Áine.
- De acuerdo, Áine -Draco sonrió y volvió junto a Helena.
- Adiós, mamá -dijo esta, cuando su madre se dio la vuelta en dirección al Caldero Chorreante.
- Estás más alta -dijo Draco cuando volvieron a estar solos. Helena rió.
- Estás más rubio -contestó la chica para luego dar una carcajada, haciendo que Draco soltara una sonrisa de lado.
- Sigues siendo igual de tonta -el chico se encogió de hombros, haciendo que Helena abriera la boca exageradamente ofendida.
- ¡Oye! Retira eso -le ordenó acusándolo con su dedo índice. Draco sonrió y negó con la cabeza-. Está bien. Adiós -comenzó a caminar justo por donde su madre había desaparecido minutos atrás, hasta que sintió que una mano rodeaba su muñeca y la tiraba hacia atrás, haciendo que Helena chocara con el pecho de Draco. Ambos se miraron a los ojos, demasiado cerca.
- No te voy a dejar ir -dijo el rubio, que no quitaba su vista de la de la chica, haciendo que esta tuviera la sensación de volar.
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fireproof; draco malfoy.
FanfictionElla el fuego y él el hielo. Ambos se necesitan, ambos se complementan, pero juntos se destruyen. ¿Conseguirá Draco volverse a prueba de fuego por Helena?