Aquel año, el otoño se adelantó. El primer día de septiembre trajo una mañana tersa y dorada como una manzana, y mientras la pequeña familia cruzaba elegantemente la ruidosa calle hacia la enorme y tiznada estación, los gases de los tubos de escape y el aliento de los peatones relucían como telarañas en la fría atmósfera. En lo alto del cargado carrito que empujaba la madre se tambaleaba una gran jaula con un pequeño hurón blanco que dormía como un tronco. Dos llorosas niñas morenas iban detrás de su hermano, aferradas a los brazos de su padre.
- Dentro de poco vosotras también iréis -las consoló Draco.
- Faltan dos años -gimoteó Aileen-. ¡Queremos ir ahora!
La gente que había en la estación lanzaba miradas fugaces a la familia que zigzagueaba hacia la barrera que separaba los andenes nueve y diez. La voz de Scorpius alcanzó a Helena por encima del bullicio que los rodeaba.
- Mamá, ¿puedes pasar conmigo?
Los cinco Malfoy habían llegado frente a la barrera. Helena miró con ternura a su brillante hijo y le acarició el rostro.
- Claro, cielo. Lo haremos juntos.
Madre e hijo se afianzaron al carrito y traspasaron la pared del andén, encontrándose con el denso y blanco vapor que salía de la escarlata locomotora del expreso de Hogwarts. Detrás de ellos, aparecieron Draco y las gemelas Aileen y Anthea, que seguían lloriqueando.
- ¿Dónde están? -preguntó Anthea escudriñando las borrosas siluetas junto a las que pasaban mientras recorrían el andén nueve y tres cuartos.
- Ahí -comentó Helena señalando a un grupo de más o menos diez personas que surgió entre la niebla, junto al último vagón. Helena, Draco, Scorpius, Aileen y Anthea no lograron distinguir sus caras hasta que estuvieron a su lado-. ¡Hola! ¡Hola Albus, Hola Rosie! ¿Estáis nerviosos?
Los adultos se saludaron con una sonrisa, pues se veían todas los domingos para almorzar.
- ¿Has podido aparcar bien? -le preguntó Ron a Draco-. Yo sí. Hermione no confiaba en que aprobara el examen de conducir de muggles.
Ginny miró la hora en su reloj de muñeca y anunció:
- Son casi las once. Será mejor que subáis al tren.
Scorpius miró a su madre con preocupación, y ella no se rehusó a fundirse con él en un abrazo.
- Te escribiremos a menudo, ¿sí? -Decía en su oído-. No dudes en mandarnos una lechuza si necesitas algo. Te contestaremos al momento -le dio un beso en la cabeza, y luego pasó su mano por aquel lugar que había besado, para volver a peinar el engominado cabello de su rubio hijo.
Luego, Scorpius abrazó a su padre, quien dijo:
- Nos veremos en Navidad.
- Adiós, Scorp -dijo Helena cuando el pequeño se encaminaba hacia la entrada de la locomotora-. Te echaremos de menos.
Helena sintió los reconfortantes brazos de su esposo enroscarse en sus hombros cuando su primogénito cruzó por el vagón del tren y se colocó en la ventana junto a Albus y Rose. El tren se puso en marcha y Helena siguió con la vista el angulado rostro de su hijo, encendido ya de emoción. El último rastro de vapor se esfumó en el cielo otoñal cuando el tren tomó una curva. Anthea estiró los brazos hacia su madre y ella la cogió en brazos, al mismo tiempo que Draco lo hacía con Aileen. La pareja se miró y esbozó una sonrisa.
- Bueno, ¿nos vamos ya o qué? -Oyeron la impaciente voz de Ron a sus espaldas-. Tengo hambre, y tenemos que conducir hasta la mansión Malfoy.
- Siempre arruinas los mejores momentos, Ronald -dijo Helena mientras rodaba los ojos, para después reír.
No podía estar más orgullosa de la familia que tenía.
Bueeeeno, aquí termina esta novela. Personalmente, es mi favorita. Espero que os haya gustado leerla tanto como a mí escribirla. ¡Dadle amor, por favor! No tardaré en empezar otra de Draco, supongo, así que si queréis que haga otra, ¡estoy abierta a sugerencias!
Mucho amor, Anna x
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fireproof; draco malfoy.
FanfictionElla el fuego y él el hielo. Ambos se necesitan, ambos se complementan, pero juntos se destruyen. ¿Conseguirá Draco volverse a prueba de fuego por Helena?