Las voces que provienen del primer piso hacen que me despierte enfadada, pero cuando recuerdo mi trampa me giro como la niña del exorcista esperando tener alguna víctima. Y sí, alguien o mejor dicho algo ha caído en mi trampa. Mi pobre perrita está enredada con los hilos y tiene en todo su pelaje las tintas de los bolígrafos que estaban modificados para que las lanzaran.
– Dios, lo siento mucho Perla.– Le digo mientras me levanto velozmente para empezar a desenredarla. –¿Cómo te enredaste tanto?– Le digo después de cortar hilos por más de veinte minutos.
Una vez que mi perrita es libre de mi trampa, sale corriendo de mi habitación, y es que no me extraña, a saber cuánto tiempo estuvo ahí enredada. Decido volverme a la cama como buena perezosa que soy, pero los malditos ruidos siguen sin cesar. Agarro el despertador y mi enfado aumenta el doble, son las ocho de la mañana de un maldito sábado y ¿no puedo dormir?
Me levanto como un león que no ha comido en meses y cuando estoy casi al final de las escaleras veo a mi madre dándole indicaciones a unos hombres que sostienen una mesa enorme. ¿Qué me he perdido? Pienso mientras miro todo el espectáculo con el ceño fruncido.
–¿QUÉ SE SUPONE QUE ESTÁ PASANDO AQUÍ?– Grito al ver que nadie se percata de mi presencia y que siguen haciendo Dios sabe el qué.
– Al fin te despiertas.– Me saluda mi madre con un beso en la mejilla.
–¿Cómo que al fin despierto?– La miro incrédula mientras ella se cruza de brazos.– ¡Mamá, solo son las ocho de la mañana y hoy es sábado!– Le digo mientras recalco la palabra sábado, vamos a ver ¿quién en su sano juicio madruga un sábado cuando no tiene nada que hacer?
– Hoy la familia Rodríguez va a venir a comer.– Me informa mientras mira un catálogo de comida.– Tenemos una noticia que daros.
– ¿Qué noticia?– Pregunto temerosa, hasta que un pensamiento hace que un rayo de esperanza fluya en mí. –¿Os vais papá y tú de viaje?– Y sí, lo siento pero como toda adolescente quiero tener toda la casa para mí sola. Bueno en este caso la tendría que compartir con Ian, a no ser que lo envíe a la casa de los abuelos. Mis pensamientos malignos son interrumpidos por la voz de mi madre.
– De eso nada.– Y por la borda se fue mi esperanza.– Si quieres saberlo tendrás que esperar a la hora de la comida.– Resoplo fastidiada mientras me giro con la intención de volver a mi guarida.– Y Ashley, tienes un vestido detrás de tu puerta, quiero que te lo pongas para la comida.
– Pero mamá quedamos en que solo me elegirías los conjuntos para actos importantes, este no es uno de ellos, simplemente es la familia de Connor.– Digo acusatoriamente.
– Es importante si lo digo yo, ahora ve a cambiarte y baja a ayudar a tu padre.– Da por finalizada nuestra conversación.
Enfadada subo otra vez a mi habitación y miro detrás de la puerta para encontrarme un vestido rosa. Lo miro incrédula, mi madre en verdad quiere que me dé un ataque al corazón. Me niego a ponerme eso, es decir es rosa, ROSA CHILLÓN. Camino hasta mi vestidor y busco algo parecido a ese vestido solo que sin que sea tan llamativo y tan de Barbie. Después de descolocar todo mi vestidor para encontrar el atuendo perfecto, lo ordeno de nuevo y salgo de él. Me sitúo enfrente del espejo y empiezo a mirar cómo me queda y a compararlo con el que mi madre me compró. Al final me acabo cambiando por un azul menos pegado a mi cuerpo, aunque me sigue pareciéndo que para una comida con mis vecinos voy demasiado arreglada.
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Exitium
Teen Fiction[ "-¿Qué pone ahí?- Supe en ese mismo momento que formular esa pregunta era un esfuerzo en vano, ella no me respondería." ] Ash tiene miedo de decepcionar a los que más quiere. Memphis tiene miedo de volver a repetir su pasado. Ambas comparten más d...