Yuuri... dí que me amas...

1.2K 143 45
                                    

—Yuuri... nnh... Yuuri... —gemía Víctor mientras besaba apasionadamente al chico. Para ambos lo que estaba pasando era casi como un sueño, sobre todo para el pelinegro.
Yuuri apenas podía respirar, el calor entre sus cuerpos y su aliento era demasiado abrumador para él. Su más grande ídolo estaba sobre su cuerpo, besando sus puntos más sensibles, frotando su miembro erecto contra el suyo, susurrando su nombre contra su oído. Su mente se estaba derritiendo.

Víctor luchaba por controlarse, pero era inútil. Se había abstenido tanto tiempo que se sentía como un animal salvaje al fin liberado de su jaula.

Se acomodó entre las piernas del otro, las levantó sobre sus hombros y comenzó a apretar su miembro contra la tensa entrada de Yuuri. 

—Yuuri, relájate, o te lastimaré —advirtió el albino, aunque ciertamente tenía serias ganas de lastimarlo. Yuuri, asustado y nervioso, intentó relajar su cuerpo lo más que pudo, logrando que Victor entrara lentamente. Se ayudaba del poco lubricante que traía el condón, el cuál no podía evitar una dolorosa fricción, que tambien lo lastimaba a él, pero estaba tan embriagado por la sensualidad virginal de Yuuri que no pudo, ni quiso, contenerse más.

—Víctor... nnh... aah Víctor...

Los gemidos excitados de Yuuri hicieron que Víctor se perdiera por completo, aumentando el ritmo de sus embestidas deliberadamente.

—¡Víctor! ¡Aah! mmh...

Sus cuerpos chocaban, se estremecían, hervían uno con el otro. Se enlazaban con un lazo que parecía más fuerte que el sexo, sus corazones latían al mismo ritmo y sus jadeos se escuchaban en coro, apropiándose de la silenciosa noche.

Víctor sentía las manos de Yuuri enterrandose sobre su espalda, sus piernas aprisionandolo contra su cuerpo, su interior absorbiendolo con desesperación, y las manos de Eros acariciando su pecho desde la espalda.

Ni siquiera notaba extraña la presencia de ese otro Yuuri jugueteando con su cuerpo.

"Víctor~ más duro, Víctor~"

La húmeda lengua de Eros recorría su espalda, mordiendo de vez en cuando, acariciando su abdomen que penetraba con más violencia a Yuuri.

—¡Víctor! ¡aah!

"Víctor~"

—¡Víctor!

"Te encanta ¿cierto? Víc~tor~"

Su mente estaba en completa éxtasis. La seducción descarada de Eros y la sexi timidez de Yuuri absorbían por completo su cordura. Sujetó con fuerza la cadera de Yuuri y lo embistió con desesperación, como un perro en celo, haciéndolo llegar al clímax.

—¡Aah! ¡Aah! Víctor... no... ¡no puedo más!

La tensión en el interior de Yuuri hizo que Víctor tampoco pudiese contenerse por más tiempo. Teniendo a Eros gimiendo vulgarmente sobre su oreja y a Yuuri enterrando sus uñas en su espalda, ambos se corrieron casi al mismo tiempo.

—Yuuri... Yuuri... —balbuceaba Víctor mientras caía rendido sobre la cama—Yuuri... por favor...

"Yuuri~"
—Yuuri...

"Di que me amas"
—... Di que me amas...

Inmediatamente después ambos cayeron inconscientes.

[...]

Víctor había estado caminando por la costa un largo rato, hasta que se detuvo cerca de un pequeño precipicio frente al mar.
Estiró su brazo y se quedó un rato viendo su anillo. Pensaba que en ese preciso momento Yuuri, durmiendo en su cama como últimamente acostumbraba, usaba "la otra mitad" de ese anillo. Incluso cuando Yuuri dijo que era solo un amuleto, para Víctor era mucho más que eso, era la representación de lo unidos que estaban. Significaba que estarían juntos para siempre, por toda la eternidad, hasta la muerte y todas las vidas siguientes.

La luz del sol iluminó el anillo, haciéndolo resplandecer de forma cálida. Víctor estaba feliz al verlo, pero tenía una incertidumbre que no lo dejaba en paz. Habían pasado ya unos días después de lo que hicieron, Yuuri dormía con él en las noches desde entonces, se había vuelto más abierto con él, parecían estar felices, pero Yuuri en ningún momento le había dicho que lo amaba, siquiera que lo quería, tampoco se besaban... como si nada hubiese cambiado en realidad...

De repente sintió una patada en su trasero.

Otra patada.

Muchas patadas.

—Víctor Nikiforov está muerto.

Volteó. Era Yurio, con su mirada fiera de siempre.

—Ese anillo es basura, al igual que su portador, ese maldito cerdo...

Casi como un impulso, Víctor sujeto al chico de la mandíbula. Aún cuando su expresión era calmada y sonriente, ese comentario lo había hecho enfurecer. No aceptaría que nadie, bajo ninguna circunstancia, hablara mal de su amado Yuuri.

—¿Querías competir conmigo, Yurio?

—No todos los patinadores te admiran, anciano engreído. Te demostraré lo inútil que es ese cerdo.

Golpeó el brazo de Víctor, liberándose de la mano que lo sujetaba con fuerza. Se miraron de forma amenazadora en silencio. Ni las fuertes ráfagas de viento, ni la olas violentas del mar rompiéndose, podían intervenir en la tensión que creaban los dos.

—Víctor Nikiforov murió en el mundo del patinaje. Ya no existes más —dijo Yurio mientras caminaba dando la espalda a Víctor.

El viento era muy fuerte, el mar rugía como una bestia, no había nadie cerca más que ellos dos. Nadie podría verlos.

—¿Yo, morí? —respondió Víctor en voz baja—No, Yurio... quien murió eres tú.

El rubio apenas pudo voltear cuando Víctor lo empujó hacia la orilla del precipicio.

.

No pudo hacer nada.

.

Caía hacia la furia del mar, justo donde las olas azotaban los riscos.

.

Víctor, desde arriba, pudo ver el rostro del chico. Sorprendido, aterrado, infantil; sabía que si ese segundo hubiese sido lo suficientemente largo, él habría llorado.

.
.

Se escuchó su pequeño cuerpo golpeando el mar como si fuese concreto sólido.

.
.

Estaba hecho.

.
.

Yuri Plisetski había muerto...

.
.
.

•Continuará...

................................................................

El Eros en su Cabeza [Viktuuri] [Yuri on Ice]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora