Prólogo:
Sentadas en las gradas, a punto de sonar la campana que anuncia el final del recreo. Las chicas están conversando sobre algún chisme de última hora. Por otro lado, estoy yo, intentando con todas mis fuerzas parar el tiempo para que la maldita alarma no suene. Ahora tengo un examen al que, sí, voy preparada, pero no lo suficiente como para volver a esa clase llena de ineptos.
–Casie, ¿estás viendo cómo te mira ese chico?
Salgo de mis pensamientos cuando Amanda señala a un alumno de último curso que mira en nuestra dirección.
– ¡No me mira a mí! –niego con la cabeza mientras le echo un vistazo.
Es ese chico alto, de pelo negro y cara de niño que se choca conmigo todas las tardes cuando, mientras yo me quedo a mis clases de danza, él se va para casa. Me fijo mejor en él, es bastante alto, y aunque no tiene un cuerpo fornido como los demás con los que está jugando, no le hace falta para atraer las miradas de las chicas.
–Siempre dice lo mismo, yo creo que en el fondo sabe que le gusta –reprocha por otro lado Anna.
–Si me estuviese mirando a mí créeme que ya me hubiera lanzado –esta vez es la salida de Gabriela la que deja clara su opinión.
Vuelvo a mirar hacia él, que sigue mirándonos, y cuando se da cuenta de que lo hemos pillado, baja la mirada y unos adorables colores suben hasta sus mejillas.
–Siempre es a ti, Casie –vuelve a intervenir Amanda.
–Por mucho que se lo digas se va a negar a reconocerlo, ¿cuántos años llevamos diciéndoselo? –es verdad que las chicas siempre me han estado dando la lata con el mismo tema, pero me resigno a darlo por certero, porque sé que es prácticamente imposible.
Tengo un cuerpo espantoso, todo el mundo se empeña en dejármelo claro cada vez que cruzo la puerta de mi clase. Y al lado de las chicas... ¿quién se fijaría en mi?. Tengo un carácter un tanto difícil de llevar, a veces hasta me pregunto cómo coño tengo amigas. Así que, veo la situación ridículamente imposible.
–Sois muy pesadas, así que paso de seguir repitiéndome –me levanto de las gradas, justo al mismo tiempo que la asquerosa campana suena.
–Vamos a dejarlo. No hemos sacado nada nunca contigo como para hacerlo ahora –dice Gabriela con sorna, provocando risitas entre todas. Porque a pesar de la depresiva situación, prefiero reírme a contestar.
Caminamos hasta la entrada del edificio para subir a clase junto con nuestros compañeros. El tema de conversación anterior se vuelve a poner en marcha y esta vez intento conectarme a él, pero me es imposible, porque una pelota me da de lleno en la cabeza. Me doy la vuelta enfadada, con las manos hechas un puño, intentando contener mi horrible temperamento. Entonces me doy cuenta de que justo detrás de mi está ese chico de último curso.
–Deberías tener más cuidado con tu baloncito –gruñe Amanda.
–No fue queriendo, lo siento mucho. ¿Estás bien? –no se acerca a mí, pero hace el amago.
–Sí, no te preocupes –digo más relajada. Por lo menos es agradable.
– ¡Ten más cuidado la próxima vez! –Anna lo fulmina con la mirada.
–Ya me he disculpado y he dicho que no ha sido a propósito –gruñe él, que a pesar de su cara de niño bueno, por lo visto tiene carácter.
–No pasa nada, despreocúpate –digo, en un intento de apaciguarles–. Y ustedes, sigan caminando –las chicas me hacen caso, aunque con resoplidos, se dan la vuelta y siguen su camino.
Me vuelvo a girar hacia él y me doy cuenta de que está mirando algo a mis pies. La jodida pelotita. Me agacho y me acerco para dársela, pero cuando sus dedos rozan los míos algo se remueve en mi interior. Y por su reacción diría que no he sido la única en sentirlo
–Gracias –dice rápidamente, dándose la vuelta con nerviosismo y continuando su camino.
Que raro...
Cuando llego al aula comienza el show y para mi desgracia, ninguna de las chicas está conmigo en clase. Los insultos, miradas de asco y recochineo, junto con risitas malévolas se hacen presentes nada más sentarme en mi sitio. Y a pesar de mi fuerte temperamento, son demasiados como para encararlos a todos. No es la primera vez que salgo pringada por intentar defenderme.
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ÚNICAMENTE TÚ.
RomanceEthan y Casie se conocen desde hace años, aunque todavía no sean conscientes de ello. Tras la entrada de esta en la gran multinacional del joven empresario, Ethan Selly, sus vidas experimentan un cambio de ciento ochenta grados. La impulsiva, tempe...