Capítulo 17

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Capítulo 17:

–Hola... –murmuro, cuando los encuentro a todos en la sala–, yo...

–¡Estábamos muy preocupados por ti! –no tengo tiempo de terminar de hablar cuando Aeryn se lanza a abrazarme.

–Lo siento, yo... –las lágrimas vuelven a mis ojos, así que dejo de hablar en un intento por contenerlas.

–Lo sabemos, tranquila.

–No vuelvas a desaparecer de esa forma, por favor –me pide Adler, justo al lado de Valeria, casi tan atormentado como yo. Simplemente asiento, porque tampoco sé muy bien que decir o hacer.

–¿Has comido algo? –esta vez es mi madre quien se aproxima a donde estoy. Tiene los ojos rojos e hinchados, intuyo que de la tensión no solo de estos días, sino de hoy. Y de las lágrimas.

Odio ver a mi madre llorar. Odio verla sufrir. Odio ver como todos nos estamos consumiendo poco a poco. Sin quererlo mi mente se traslada al pasado, a aquellas navidades que pasamos en el hospital, cuando nos dieron la noticia de que mi padre tenía cáncer de pulmón. Luego viaja en el tiempo, y esta vez me recuerda el verano en que a mi padre le detectaron metástasis. Nos dijeron que era poco lo que se podía hacer por el, salvo algunos paliativos o tratamientos que incluso él se negó a tomar.

–Casie, cariño... –salgo de mis tormentosos pensamientos– ¿Estás bien?

Niego con la cabeza. No permito que nadie me diga nada más, simplemente subo las escaleras, en dirección a mi cuarto. Cuando estoy a punto de abrir la puerta, siento una mano atrapar mi muñeca, reteniéndome.

–Por favor, Casie, no hagas esto –su voz... su voz termina de romper la poca entereza que me queda.

Un sollozo sale de imprevisto de mi pecho, antes de que pueda controlarme. Siento que voy a romperme en cualquier momento y por mucho que intente no preocupar a mi familia, no lo estoy consiguiendo. Por eso necesito estar a solas, que no me vean en este estado. Necesito recomponerme, para poder bajar y consolarlos a todos. Porque no sé que me pasa, pero todo esto es nuevo para mi. Yo siempre he sido la fuerte en estas ocasiones, quien ha consolado a todos y cada uno de los miembros de mi familia, incluso a los gemelos, quienes en ocasiones pecan de ser los machos alfa de la familia.

Será el cúmulo de sentimientos y emociones que tienen colapsado mi pecho desde que este hombre apareció en mi vida. O desde aquel beso... jodido beso que lo ha cambiado todo y nada a la vez. Porque ya no sé como actuar, no sé como mirarlo a los ojos, no sé nada ni entiendo nada. Y creo que después de todo, no estoy preparada para entenderlo.

–Ethan, no... –no me deja terminar de hablar.

Se acerca a donde estoy yo, me toma de la mejilla, arrastrando con sus dedos las lágrimas que rebosan mi piel. Un escalofrío recorre mi columna y esos nervios que ya conozco a la perfección se instalan en mi estómago.

–No te escondas de los demás, Casie, por favor –parece entenderlo todo a la perfección. Y sí, es precioso, pero a mi me aterra porque me deja vulnerable ante él–. Tu familia te necesita abajo, ellos también quieren consolarte y saber que estás bien. No puedes cargar tu sola con todo esto.

No sé qué decir, porque no concibo otra forma de actuar.

–No pueden verme sufrir, alguien tiene que consolarlos y ser el pilar de esta casa.

–No tienes que ser el pilar de nada... el pilar son todos, unidos –niego con la cabeza, con los ojos como platos, supongo que asustada.

Sí, asustada. Asustada porque no sé actuar de otra forma. Asustada porque mi familia nunca me ha visto rendirme, llorar o simplemente mal. Y mira que he pasado por muchas situaciones complicadas a lo largo de mi vida. Pero nunca les he dejado ver mi sufrimiento. Algo dentro de mí sabe que no se lo merecen y yo tampoco su consuelo.

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