Capítulo 43:

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Capítulo 43:

Ethan:

Por cada palabra que sale de la boca de ese hijo de la grandísima puta, las ganas por asesinarlo con mis propias manos van en aumento. Hace años que aprendí a controlar mi temperamento y la ira, años de la última pelea que tuve, al menos hasta que volvió a parecer Casie en mi vida. Trastocando no solo mis sentimientos, sino también mi cabeza, mi vida, mi mundo. Las últimas palabras que salen de la boca de ese indeseado consiguen paralizarme el flujo de sangre que riega mi cerebro. Por eso, acabo perdiendo la cabeza, junto con la paciencia. ¡No puedo seguir escuchándolo!

Abro la puerta con tanta fuerza que impacta contra la pared. Ahora mismo me da igual si la he roto, tengo dinero suficiente como para comprar veinte más si hacen falta. En medio de la habitación me encuentro a Casie, con las mejillas bañadas en lágrimas, los ojos rojos y los labios hinchados y cuarteados. A saber cuanto tiempo lleva en este estado. Mis ojos bajan a la unión que existe entre su brazo y la mano de Roberto, el cual la rodea con fuerza.

–¿Qué coño acabas de decir? –la rabia me nubla la vista.

Roberto se me acerca amenazante hacia donde me encuentro. No me importa, de hecho lo que siento es una especie de alivio cuando la suelta, dejando así de mancharla con su tacto.

–¿Qué haces tú aquí? –su tono de voz ha cambiado por completo. Ya no es suave ni terso, como minutos antes, cuando se dirigía a Casie. Ahora es tosco, duro y oscuro.

Comete el error de acercarse a mi más de la cuenta, de una forma que le hace creer que me intimidará, pero que está lejos incluso de causarme nervios. Es más, lo único que consigue es aumentar aún más mi ira y por delante de ella, no le recomiendo colocarse. Roberto es un tipo grande y musculado. Pero sigo sacándole un par de centímetros de altura y corpulencia. Además, no soy tonto, soy plenamente consciente de que si llegase a darme me haría daño. Pero ahí es donde radica la diferencia, que para conseguir darme tiene que alcanzarme y llevo años entrenándome con los mejores preparadores físicos del país como para que eso pudiese llegar a pasar.

–No tienes ningún derecho a pronunciar esas palabras cuando le has destrozado la vida, hijo de puta –no le grito ni me altero, le hablo con la calma más premeditada que consigo recopilar. Sé por experiencia que eso asusta aún más a tu enemigo que demostrarle la cólera que provoca en ti. Y aunque ahora mismo todo mi interior hierva furioso, no se lo hago ver.

Aparto los ojos de él, un micro segundo, que se alarga más de lo que esperaba cuando me doy cuenta en el estado en el que se encuentra Casie. Llora desconsolada, en el medio de la habitación, envuelta en sus propios brazos, con la cabeza agacha. La necesidad que se crea en mi interior por llegar a ella es tal, que me olvido de Roberto. Hago el amago de rodearlo, pero me lo impide, bloqueándome el camino. Ese es exactamente el segundo error que comete.

–¡Ni se te ocurra tocarla!

¿Cómo?¿Quién se ha creído este mierda que es para darme órdenes? Incluso para determinar que puedo y que no puedo hacer con lo que es mío. Porque Casie lo es, me pertenece por derecho, por devoción y por amor. ¡Y el no es nadie para impedir que me acerque a ella!

La rabia consigue acabar con mi visión sobre lo que es y no es correcto. Consigue apagar el botón que regula el autocontrol dentro de mi cerebro. Mi temperamento ha vuelto a ganar la batalla, porque cuando de Casie se trata no soy capaz de poner límites.

"¡Te amo, joder!"

El recuerdo de sus indeseables palabras, verlo delante de mi, bloqueándome el paso a la personas que más quiero y necesito en el universo. Fijarme en ella y darme cuenta de lo destrozada que está, lo derrumbada que parece, las lágrimas, el pelo enmarañado, las ojeras bajo sus ojos. Saber que no he podido estar con ella, arroparla, sujetarla, durante todo el día por una urgencia laboral. Y darme cuenta de que lo único que he anhelado en todo el día es llegar para poder abrazarla y que este energúmeno me lo esté impidiendo. Es todo lo que necesito para acabar impactando mi puño contra su mandíbula.

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