Capítulo 24:

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Capítulo 24:

El martes llega sin previo aviso y más rápido de lo que me esperaba. A las seis de la mañana me veo arrastrando una maleta de diez kilos por toda la ciudad en dirección a la sede, un poco asfixiada porque, como de costumbre, llego tarde. Los nervios a penas me han dejado dormir, prueba de ello son las ojeras que recorren el bajo de mis ojos y que, ni con todo el corrector del mundo, he conseguido que desaparezcan. Creo que es hora de confesar que nunca he viajado, aunque creo que en algún momento lo habré dicho. Bueno, de niña pasábamos los veranos en el pueblo de los abuelos, antes de que fallecieran, hace ya unos tres años. Pero creo que eso no cuenta cuando, para llegar a penas recorríamos dos horas en coche. En fin, que ahora mismo soy una bola de nervios que no mejora cuando llego a las puertas del edificio y me encuentro con Ethan y Marta, quienes deben llevar un par de minutos esperándome, es un hecho.

–Buenos días –saludo, cuando llego a su altura.

–Menos mal que llegas –oigo como murmura Marta, tan agradable como siempre.

–Lo siento, se me ha echado el tiempo encima –miro a Ethan, quien me contempla con una pequeña sonrisa en el rostro.

Después de este fin de semana algo ha cambiado entre nosotros. No sabría decir el qué, aunque los besos y las caricias demandantes de sus manos tengan mucho que decir. Pero su mirada, su carácter... no sé, es todo tan distinto que me pierdo. Ya no sé como actuar con él, porque no sé si la elección de dejarme llevar será la mejor, después de todo sigue siendo mi jefe y eso es algo de lo que nos hemos olvidado estos días. Tanto él como yo, debo asumir las culpas.

–No pasa nada, acabo de llamar al chófer justo ahora –responde entonces Ethan.

Es en el momento en que termina de hablar cuando un coche negro y, por qué no decirlo, enorme, se para justo delante de nosotros. Ethan coge mi maleta y la suya, mientras el chófer agarra la de Marta y las llevan hasta el maletero, donde las colocan con una estrategia de lo más profesional. Al mismo tiempo, consigo ganarme una mirada por parte de Marta que podría incinerarme si tuviera ese poder. Pero no me dice nada y yo tampoco le doy el gusto. Así que, no alargo más el momento incómodo y me subo en el coche, el cual si ya parecía grande por fuera, por dentro es incluso mejor.

No tardamos nada en llegar al aeropuerto, porque incluso para la capital, las seis de la mañana es demasiado temprano, lo que hace que nos ahorremos grandes colas. Con nuestras maletas a cuestas, llegamos al control de la guardia civil y tras un par de indicaciones por parte de Ethan y malas caras por parte de Marta, consigo pasarlo con éxito. Todo esto es tan nuevo para mi y tengo tan poco control sobre ello, que el nudo de nervios no para de crecer, instalándose esta vez en mi estómago, donde ha encontrado más espacio.

Nada más subirnos al avión mis piernas comienzan a temblar sin ningún tipo de control. Un azafato de pelo negro y ojos tan azules como el cielo, me ayuda a colocar la maleta en uno de los compartimentos superiores, al mismo tiempo que la mano de Ethan se aferra con fuerza a mi cintura, indicándome cual es mi asiento. Me coloco justo al lado de la ventanilla, mientras que Ethan se coloca en el medio, dejando a Marta en el lado del pasillo. Por lo visto vamos en primera clase, aunque si me preguntasen cual es la diferencia tampoco sabría decirla ya que es la primera vez que me subo en un avión. Pero supongo que si hay diferentes clases por algo será. Me lo confirman cuando me ofrecen una copa de champan que tomo de buena gana, con la intensión de aflojar un poco el nudo de nervios que siento.

–¿Estás bien? –oigo como susurra Ethan en mi oído, poniéndome los pelos de punta.

Lo que me faltaba es que saque a relucir sus impecables encantos ahora mismo para, por fin, terminar de volverme loca. Entre los nervios que siento y lo rápido que se me acelera el corazón cuando hace eso, estoy segura de que vomitaré en cualquier momento.

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