Capítulo 41:

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Capítulo 41:

Casie:

Me despierto sobresaltada, al oír un estruendo. Por un momento no sé que está pasando ni dónde me encuentro. Hasta que la orientación llega a mis sentidos y me doy cuenta de que quien está de pie frente a mi es Ethan, vestido con un traje formal, como los que usa para ir a trabajar. Y lo que ha pasado es que el cinturón que se le ha caído al suelo.

–¿Qué haces? –murmuro, aún con la voz adormilada.

–Tengo que ir a la oficina, volveré esta tarde, sigue descansado. Lo necesitas –se acerca a mi y me planta un beso en la cabeza. Pero lo que realmente ocurre es que, ese nudo agonizante se instala en mi garganta, de una forma tan repentina y extenuante, que me asfixia al instante.

Sé que he estado distante estos días con él, pero lo último que necesito ahora mismo es que se vaya. No puede hacerlo. Tiene que quedarse aquí, conmigo. O mejor:

–Voy contigo –me levanto de la cama, pero no llego muy lejos antes de que me intercepte.

–¡No vas a ir a ningún lado! –me coge por la cintura, impidiendo que me mueva–. Tienes que descansar, llevas días sin dormir. Además, aún es demasiado pronto.

Niego con la cabeza. De todos modos, no voy a poder dormirme de nuevo. Desde la noticia sobre lo de padre, no he dormido una mierda. Estas dos noches han estado llenas de pesadillas, dolor y lágrimas. Probablemente cuando más he descansado ha sido hoy y la realidad es que, sé muy bien que se debe a lo exhausta que me dejó la ducha que nos dimos ayer.

–No me quiero quedar aquí sola –el jodido nudo aprieta tanto que consigue quebrarme la voz.

–No estarás sola, van a estar todos aquí, como siempre. Además, vendré tan rápido como me sea posible, te lo prometo –me acaricia la mejilla con ternura, intentando tranquilizarme, pero bastante lejos de calmar mi ansiedad.

–Déjame ir contigo, por favor... –suplico.

En sus ojos veo que consigo hacerle dudar, pero aún así se mantiene firme. No dejará que me incorpore hasta que este renovada. Al menos todo lo posible, porque para ser realista, no creo que vaya a estar al cien por ciento nunca más. Por eso, niega firmemente con la cabeza, al tiempo que me toma por la cintura y me arrastra de nuevo hacia la cama.

La ansiedad invade mi pecho, no quiero que se vaya, lo necesito aquí. De hecho, incrementa cuando me doy cuenta de que tampoco puedo pedirle que se quede, porque no estamos hablando solo de su trabajo, sino de su empresa.

–Me quedaré aquí hasta que te vuelvas a dormir –promete.

No sé siquiera si me vale. Lo único de lo que estoy segura es de que intentaré no dormirme si con ello consigo que se quede o, al menos, retrasar su partida. Lo sé, no es un juego muy limpio por mi parte, que digamos. Pero la angustia me puede.

Ethan me acaricia el pelo con ternura, mientras yo me aferro a una de sus enormes piernas. Así si se mueve, me despertará. El hecho es que, en el momento en que sus labios comienzan a depositar pequeños besos sobre mi frente, y sus manos empiezan a trazar caricias sobre mi espalda y brazos, mi cuerpo me traiciona y cae rendido de la forma más mordaz posible.

Ti amo, birichina mia –me parece oír en un determinado momento.

Salto de la cama con el corazón a mil por hora. La pesadilla que acabo de tener ha sido horrible, pero sobre todo muy real. Un sudor frío me baja por la columna vertebral, provocándome un escalofrío. Las imágenes de Ethan en una camilla de hospital, yéndose de mi lado para siempre y de la peor forma posible, vuelven a mi memoria. Cierro los ojos con fuerza y sacudo la cabeza, como si así fuera a conseguir olvidarme del mal sueño que acabo de tener.

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