Capítulo 22:

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Capítulo 22:

Me despierto con el sonido de la batidora de fondo. Anoche nos acostamos tan tarde que me cuesta levantarme de la cama de Denis y llegar hasta el baño. Otro motivo para estar de mal humor: no haber podido dormir plácidamente en mi cama. Cuando recojo mi melena rizada y enredada y me lavo la cara, considero que estoy lista para bajar a la cocina y empezar el día.

–¡Buenos días! –canturreo, sin darme cuenta de que quien está sentado en la mesa es, ni más ni menos, que mi queridísimo jefe. Me quedo un poco paralizada, los ojos de Ethan me recorren de arriba abajo, haciéndome sentir de lo más incómoda, como siempre. Pero esta vez se le añade el plus de que no llevo sujetador y que probablemente se me sale medio culo de los pantalones del pijama que tienen más años que Matusalén.

–Buenos días –saluda tranquilo, con una bonita sonrisa en la cara. Como si esto fuese lo más normal del mundo.

–No te esperaba aquí, pensé que ya te habrías ido –lo ataco entonces, sentándome e intentando taparme todo cuanto puedo.

–¡Casie, eso no se dice! –me alega mi madre, al tiempo que pongo los ojos en blanco–. Ethan, querido, ¿de qué quieres el batido? –ella se acerca y deposita frente a mí un pequeño batido de frutos rojos, con un poco de leche vegetal y sin azúcar. Mi desayuno favorito, después del café, por supuesto.

–¿Puede ser de naranja, señora Rodríguez? ­–mi madre asiente encantada y se pone manos a la obra.

–¡Buenos, bonitos y maravillosos días!– Denis hace acto de presencia, más feliz que nunca. Como si no hubiéramos dormido apretujados e incómodos en su jodida cama de uno noventa.

–Te veo muy contento –lo miro mal, sin poder evitarlo. Su felicidad me molesta, porque soy incapaz de estar de buen humor cuando todo el mundo está confraternizando en mi contra.

–Supongo que tener un nuevo integrante en la familia es lo que tiene –casi escupo el pequeño sorbo que acabo de dar al batido.

–¿Se te va la olla? –mis ojos vuelan hacia Ethan, aterrada, pero él está riéndose a carcajadas junto a Denis. Y es que a veces se me olvida que se conocen prácticamente de toda la vida por haber compartido curso en el colegio al que íbamos.

Jodido Dios Griego, que aún recién levantado sigue siendo perfecto. ¡Ni una sola ojera consigo encontrar bajo sus ojos! ¡Ni una sola! Eso sí, el hecho de que se esté riendo me confirma que sí que tiene problemas mentales. De hecho, todo esto me confirma que la única cuerda en esta familia, ahora mismo, soy yo.

–No puedes negar que es gracioso –comenta Ethan, a quien fulmino con la mirada al mismo tiempo que me termino el batido. No aguanto ni un segundo más aquí.

–Que os den –les saco el dedo corazón, al tiempo que mi madre grita una reprimenda que está muy lejos de importarme–. Me largo a vestirme.

–Sí, creo que deberías ponerte algo un poco más apropiado, Casie. Al fin y al cabo, está tu jefe delante –comenta Denis y por más que sé que está de broma, no puedo evitar que el estómago se me revuelva. Me giro para fulminarle con la mirada y cuando me vuelvo hacia Ethan, sus ojos lo delatan. Sí, me estaba mirando el culo.

–Te voy a matar, que lo sepas –amenazo a Denis, con un dedo acusatorio.

–¡Por dios, parece mentira la educación que les hemos dado su padre y yo! ¿Es que han olvidado como comportarse? Les recuerdo que hay invitados en casa.

Subo a mi dormitorio antes que mi madre pueda seguir poniéndose intensa. Por un momento, al mismo tiempo que subo las escaleras, rezo porque cuando baje Ethan se haya ido. Aunque cada parte de mi ser pida lo contrario. Esto no está bien. No paro de repetírmelo. Cuando entro en mi habitación me doy cuenta de que ha dejado el cuarto impoluto. Incluso mejor de lo que ya de por sí estaba.

ÚNICAMENTE TÚ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora