Capítulo 32

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Capítulo 32:

El lunes llega de imprevisto. Me tengo que levantar incluso más temprano de lo normal puesto que me he quedado en casa de mis padres para poder pasar el mayor tiempo posible con papá. El ambiente poco a poco se ha ido caldeando durante el fin de semana. Aún así, todavía nos está costando asimilar que mi padre haya despertado, que tiene cáncer por todo el cuerpo y que en cualquier momento, cuando menos lo esperemos, se va a ir definitivamente de nuestro lado. Y sí, supongo que es ley de vida, como él mismo dice, pero también supongo que es algo para lo que te sueles preparar a los cuarenta años, no a los veintidós. Sobre todo si tus padres son jóvenes. O mejor dicho, es algo para lo que nunca te vas a preparar.

Ni siquiera me da tiempo de pasar por el piso para dejar las cosas. Y con las cosas me refiero a la mochila junto con la camiseta de Ethan y su bóxer, con lo que, efectivamente he dormido durante el fin de semana. Es en el momento en que estaciono el coche cuando todos los nervios concentrados en mi cuerpo se liberan. Trato de relajarme antes de bajar, sin ningún tipo de éxito, así que acabo rindiéndome. Esto no puede ser más absurdo. Nada más llegar a mi planta, los malditos nervios incrementan, como si fuera posible. ¡Joder, parece que tengo dieciséis años y las hormonas todavía por las nubes! Menos mal que Alessandro me recibe con una enorme sonrisa y su cara familiar, que consigue relajar parte de la tensión que acumulo.

–¿Qué tal ayer?

Ayer no pudo venir al hospital, había quedado con Mario. Me preguntó si no me importaba y obviamente le obligué a ir con él. Tengo muchas ganas de que me ponga al día ahora que estoy de mejor humor.

–Mucho mejor.

Miro hacia el pasillo, en busca de esa figura alta y corpulenta, llena de músculos y que se ha vuelto tan familiar para mi. Pero todo parece estar en calma.

–No ha llegado todavía –Sandro se encoge de hombros cuando se da cuenta de mis intenciones.

–Que raro... –no es usual en Ethan llegar tarde a trabajar.

–Supongo que tenía cosas que hacer –se encoge de hombros y yo asiento, porque ¿qué más puedo decir?

El pinchazo de dolor vuelve a mi pecho, pero intento no tenerlo en cuenta, no darle importancia, ignorarlo con la esperanza de que desaparezca por sí solo. A pesar de las imágenes que recorren mi mente, las chicas entrando a su habitación, la mujer de su despacho... mierda, joder, tengo que dejar de hacer esto.

–Voy a ver lo que me espera –señalo hacia el pasillo, despidiéndome de mi amigo antes de que se dé cuenta de lo que me pasa por la cabeza.

Mientras camino hacia mi despacho no puedo evitar fijarme en la puerta de cristal de mi jefe. Su oficina está en calma y desierta, cosa que nunca suele pasar y mucho menos un lunes, plena víspera de nuestro temido martes. De todos modos, decido apartar a Ethan de mi mente. Cuando entro en mi despacho me doy cuenta de que hay algo sobre mi mesa. ¡Genial! No he llegado y ya tengo montañas de trabajo. Pero cuando me acerco y puedo ver realmente de qué se trata me quedo completamente congelada. Incapaz de actuar de otro modo, rápidamente me siento en el escritorio y llamo a Sandro por el teléfono fijo de la empresa. No tarda en contestar con esa voz de teleoperador.

–Ven enseguida a mi despacho.

Antes de llegar a colgar oigo como alguien toca en mi puerta. El cuerpo se me tensa pero reacciono levantando la voz y formulando una invitación. La puerta se abre para Sandro y me relajo.

–¿Qué tienes ahí? –pregunta con curiosidad– ¿Ha pasado algo? –se acerca rápidamente a mi escritorio, nada más darse cuenta de la expresión que debo llevar plasmada en la cara. Cuando le tiendo la revista me mira confundido, pero al mirarla con atención sus ojos parece que se van a salir de órbita.

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