Capítulo 12

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Capítulo 12:

Al llegar de nuevo a la sede no me queda otro remedio que ponerme manos a la obra con lo que debo entregarle a Ethan dentro de tres horas. Tengo la cabeza tan embotada después de la intensa charla que he tenido con Sandro, que lo único que me apetece es llegar a casa y descansar de todo lo referente a este edificio. Empiezo con el dichoso informe, junto a la pequeña esperanza de que la mente se me pierda entre letras y cuentas por unos instantes. Pero no lo consigo, o al menos, no del todo. Tengo que hacer varias paradas para poder concentrarme y termino el informe sobre las seis de la tarde.

Últimamente mi hobby se ha convertido en regalarle horas a esta empresa. Espero, al menos, verme recompensada a final de mes y que esta tortura valga la pena.

Imprimo el informe y me preparo psicológicamente para lo que viene a continuación. Recojo todas mis cosas lo más lento posible, intentando alargar el momento en que Ethan y yo tengamos que volver a vernos las caras. Por una parte, el pánico de que ocurra lo mismo de ayer hace temblar cada fibra de mi cuerpo. No creo estar preparada para que eso vuelva a ocurrir. Pero por otro lado, no paro de recordarme que carezco de cualquier derecho a enfadarme o sentir nada por ello, ya sea bueno o malo.

Frente a su despacho, y como ya se ha hecho costumbre, respiro hondo y toco fuerte en la puerta, agudizo el oído y espero su respuesta con plena atención. No vaya a ser.

– ¡Adelante! –escucho su voz grave, causando que se me pongan los pelos de punta. ¿Ya empezamos, Casie?

Abro la puerta con cautela y, gracias a Dios, no hay nadie más que él en el despacho. Aunque se me hace inevitable no mirar hacia ambos lados, buscando a alguna chica despampanante mofándose de mí. Cuando mis ojos se fijan en Ethan, me doy cuenta de que no está sentado en su sillón de cuero, sino delante de su escritorio, con la camisa remangada dejando sus musculados antebrazos descubiertos y algunos botones desabrochados, con una pose de lo más informal y sexy. Sí, tengo que admitirlo.

–Traigo lo que me ha pedido.

Estoy tan nerviosa que la voz titubeante llena de rabia todo mi ser. Es él quien debería de estar avergonzado, no yo. Y sin embargo aquí estoy, revuelta de sentimientos que ni siquiera consigo entender, que creí olvidados y, lo peor de todo, que no estoy preparada para volver a experimentar. Así que, me blindo de todo mi arsenal, dispuesta a responder a lo que sea que pase de ahora en adelante con este chico. Chico que tiene esos ojos brillantes y verdes clavados en mi, volviéndome loca, quemándome la piel y con una mirada de desesperación que me hace casi imposible reconocerlo. Intento entenderlo, pero seamos realistas, a día de hoy sigo sin poder leer la mente de nadie. Y creo que aunque pudiera, no me metería ahí dentro ni aunque me pagasen. Algo en mi interior me advierte de que en esa cabeza hay más información de la que soy capaz de procesar.

Le tiendo el tocho de papeles y esta vez su movimiento es mucho más suave al retirarlo. Lo deja sobre su escritorio, sin siquiera comprobar que está bien, que es lo que me ha pedido... ni lo mira. No entiendo porqué razón no salgo escopetada de su despacho, al fin y al cabo ya he terminado mi trabajo.

–Casie, con respecto a lo de ayer, yo...

–Tranquilo, no tienes que darme ningún tipo de explicación, ya está olvidado –digo rápidamente, cortándolo como él muchas veces hace conmigo, a sabiendas de que le estoy mintiendo. Me va a costar lo suyo olvidar esa imagen.

–Yo creo que...

–De verdad, señor Selly, no saldrá ni media palabra de mi boca –me sello los labios, sabedora de que le estoy volviendo a mentir. Pero me digo a mi misma que Sandro no cuenta solo para no sentirme tan mala persona.

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