Capítulo 36:
Ethan vuelve a empujarme hacia la salida, donde una cantidad incontable de flashes se dirigen a nosotros. Él acelera el paso consciente de la forma en la que me he tensado, dejándolos rápidamente atrás. Subimos por el ascensor, hasta llegar a una de las plantas de habitaciones del hotel. Tras un largo recorrido por el infinito pasillo, Ethan para junto a una habitación, saca una llave, abre la puerta, me empuja junto a su cuerpo hacia dentro, antes de que pueda resistirme y cierra la puerta con fuerza. Antes de poder moverme o hacer ningún tipo de pregunta, estampa sus labios contra los míos, imponente, desesperado. Pero soy incapaz de corresponderle, por eso, lo empujo con fuerza, consiguiendo que se separe de mi, con el ceño completamente fruncido.
–¡Deja de hacerte la dura, joder! ¡Sé que ya sabes la verdad! –su grito ebrio consigue sobresaltarme, aunque no asustarme.
–¿Qué verdad? –la dureza en mi voz por fin reverbera y la risa irónica que escapa de los labios de Ethan me dan ganas de abofetearlo–. ¿¡Qué puta verdad!?
–Ya lo sabes, ya me has visto –sus gestos son bruscos, pero me da igual. Yo puedo serlo aún más si me sigue jodiendo de esta forma.
–No, solo he visto fotos, no he visto nada –sus facciones se ensombrecen y su mandíbula su tensa.
–Sabes que siempre has sido tú, Casie, únicamente tú –niego con la cabeza, mientras las lágrimas suben hasta mis ojos. Ethan hace el gesto de acercarse, pero no se lo permito. No hasta que me aclare toda esta mierda.
–¡Explícate!
–Tu eras esa chica que iba a danza... la de los recreos, la de los pasillos, la del comedor...
Los putos recuerdos. Mierda. Todos esos recuerdos invaden mi mente. Las veces que se sentaba frente a mi en el comedor y me dedicaba sonrisas fugaces que apenas duraban segundos. Las veces que lo castigaron junto a mis hermanos en el pasillo por los que yo pasaba con la excusa de hablar con los gemelos, aunque con la idea de poder verlo a él también. No puedo contener el sollozo que escapa de mi, ya no sé si de frustración o de rabia.
–¿Por qué nunca me dijiste nada? –vuelve a intentar acercarse a mi, pero me niego a que me toque, porque desde el momento en que lo haga cederé. Mi alma lleva esperando este momento años, claro que lo haré. Será inevitable. Por eso debo contenerme hasta obtener todas mis respuestas.
–No lo sé –se encoge de hombros–, supongo que por miedo al rechazo –se me escapa una risa irónica. Como si rechazarlo fuera tan fácil–. ¡No me jodas, Casie! Pensé que ya no volvería a saber nada más de ti. La última vez que te vi fue en tu maldita graduación y estaba a punto de largarme a Italia a estudiar. ¿Qué pretendías que hiciera?
Supongo que nada.
–¿Desde cuando lo sabes?
–No te reconocí cuando nos chocamos, el primer día que pisaste la cede –lo recuerdo–, al menos no de inmediato. Fue cuando hicimos la entrevista, cuando leí tu nombre completo en el contrato y en tu currículum, cuando todo encajó.
–Lo sabías desde el principio y no me habías dicho nada –una punzada de dolor, de ese dolor que parece no dispersarse, se clava en mi pecho.
–¿Y cómo se suponía que te lo tenía que decir, Casie?
–¡Pues no sé Ethan! ¿Cuándo conociste a mis hermanos, por ejemplo? ¿Cuándo me llevaste a tu jodida casa, en Italia? No me dejaste ver si quiera una foto tuya, ¡no querías que lo descubriera! –llegados a este punto no me puedo controlar, la rabia, la emoción, los nervios y miles de sentimientos se han conglomerado en mi pecho y se han hecho con el control de mi ser.
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ÚNICAMENTE TÚ.
Roman d'amourEthan y Casie se conocen desde hace años, aunque todavía no sean conscientes de ello. Tras la entrada de esta en la gran multinacional del joven empresario, Ethan Selly, sus vidas experimentan un cambio de ciento ochenta grados. La impulsiva, tempe...