Capítulo 23:

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Capítulo 23:

Cinco años atrás:

La presión aumenta en mi pecho a medida que los días van pasando. Decir que vamos a contrarreloj es poco. Roberto lleva días sin contestarme a los insistentes mensajes que le mando. Incluso he tenido que recurrir a mis hermanos para que ellos lo presionen un poco. Pero no ha habido forma de saber nada de él, donde lleva metido todos estos días o simplemente saber algo de su paradero. Nada.

Dentro de dos días tenemos que presentar nuestro trabajo y el problema no es exactamente que no esté terminado. El problema exacto es que no hemos practicado la presentación, que es al menos un cincuenta por ciento de la nota final del mismo. Por eso, llevo días mandándole mensajes, aunque me advirtió de que no lo hiciera porque Isabel llevaba un tiempo controlando su teléfono. Pero esto ya ha sobrepasado un límite, me da igual, ¿qué va a hacerme?

La puerta de mi cuarto suena y sin pensarlo dos veces aliento a quien sea que esté tocando a entrar. Seguramente sea alguno de los gemelos. No levanto la vista del ordenador que tengo enfrente, porque no me puedo permitir desconcentrarme si quiero memorizar todo lo que pone en la pantalla. Pero es cuando siento unas manos cálidas, junto a ese olor tan peculiar a especias, que no lo puedo evitar. Pierdo directamente toda la concentración.

–Dios, pensé que no te vería jamás.

Me levanto de la silla de un brinco y me lanzo a sus brazos. Esto sería inapropiado si no llevásemos semanas de acercamientos, roces, caricias y mil sensaciones que han conseguido crispar mis emociones. Aunque nada que ver con... NO, no pienso recordarlo. Roberto me ayuda a olvidarlo y eso haré.

Sus brazos envuelven mi cintura y justo entonces es cuando su imagen se borra de mi mente. Aquel chico de ojos verdes jamás volverá a atormentar mis pensamientos si yo lo puedo evitar. Entierro mi cara en su cuello y siento como su respiración se entrecorta. Es algo que suele pasarle cuando estamos muy cerca, algo que me causa satisfacción, porque saber que reacciona ante mi es algo que me encanta.

–¿Qué ocurre, nena? –he aprendido que de sus labios me encanta como salen esos apelativos ñoños que siempre juré que aborrecería.

–¿Cómo que qué ocurre? –me separo de él, mirándolo con el ceño completamente fruncido–. Hace días que no sabemos de ti, no sabía si te había pasado algo, por Dios, Roberto.

–Ya sabes como de intensas se pueden llegar a poner las cosas –lo sé, Isabel.

Un ardor de celos recorre mi espina dorsal. Nunca he odiado a nadie, pero si he sentido aluna vez algo parecido hacia alguien, sería hacia esa chica que no para de hacerle la vida imposible a Roberto. Sus celos son tan intensos que no para de controlar cada segundo de su existencia, sobre todo ahora que sabe que pasamos tiempo juntos a causa del trabajo. Porque finalmente se ha enterado a causa de las malas lenguas.

Roberto debe notar como los pensamientos sacuden mi cabeza, porque apoya su mano en mi mejilla, mientras me acaricia suavemente con su pulgar.

–Oye, no pasa nada, ya está todo solucionado. De verdad –me encantaría creerlo, pero sé que la próxima semana vendrá con una excusa nueva que tendré que aceptar, porque al fin y al cabo no puedo hablarle de mis sentimientos.

Sí, sentimientos. Al parecer esos nervios que provoca en la boca de mi estómago tienen un nombre, y son: sentimientos. Cosa que jamás pensé en volver a experimentar, mucho menos por Roberto, quien si se enterase me llamaría loca. Pero claro, estas semanas, estos acercamientos... no sé, supongo que han abierto una brecha en mi muro de contención.

–Tu sabrás, Roberto. Yo no puedo decirte nada –digo al fin, siendo honesta, porque no me puedo entrometer en una relación ajena.

–No estás metiéndote en nada, Casie –sus pulgares vuelven al ataque, con más precisión–. Sé que te preocupas por mi, por eso lo estoy intentando solucionar –asiento.

–Yo solo quiero que seas feliz, al fin y al cabo, te lo mereces –murmuro.

Sus ojos se encuentran con los míos y me asusto con el tormento que emana de ellos. Hay algo ahí dentro que no me cuenta, algo que estoy segura que cambiaría las cosas entre nosotros. Pero entiendo que su situación es tan tóxica como complicada, por eso no lo presiono. Sin embargo, sus manos bajan por mi cuello, llegan a mi cintura y me acercan a él.

–Casie yo... –no puede terminar de hablar. Su voz es profunda, manchada con un atisbo de intensidad. Por eso asiento, no sé muy bien a qué, pero lo hago.

Es entonces cuando sus labios rozan los míos y mi respiración se entrecorta. Apoyo mis manos en sus hombros, y lo acerco a mi, con impaciencia. Nuestras bocas se funden en una sola, causando estragos en mi estómago y un cosquilleo en mi alma. Esto no está bien, Roberto tiene novia. Pero la culpabilidad desaparece de mi mente cuando me preciosa contra su cuerpo, intentando fundirnos en uno solo. 

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