A las ocho y media de la mañana me encuentro con ambos en el recibidor del hotel. Hoy parezco otra persona. Gracias a todo lo que he dormido he conseguido disipar el contorno de mis ojeras. Además, me he enchaquetado, como diría Denis. Llevo puesto unos pantalones de pinza negros, con una camisa de licra también negra, que se ajusta a mis curvas y que al mismo tiempo deja ver mi espalda, conjuntado con unos tacones de punta negros, acharolados. Lo acompaño con una bonita blazer fucsia que decidí robarle a mi hermana a última hora, junto con unos pendientes plateados. Y como hemos dejado atrás el horroroso verano madrileño, me permito dejar mis rizos al aire.
–Buenos días –saludo, interrumpiendo su charla, provocando que ambos se dirijan hacia mi.
El ceño fruncido de Ethan hace que todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensen. Sé a que viene su mirada. Y es que, el hecho de que no tenga ni un sólo derecho sobre mí creo que es lo que más le enfada. Marta me mira mal, como de costumbre, así que ni le presto atención. Allá vamos:
–Buenos días, te hemos estado esperando en el desayuno y no has aparecido. Igual que anoche –escupe en forma de acusación.
Cabe señalar que anoche ni siquiera respondí a su mensaje. No quería quedar mal diciéndole que me había dejado dormir. No sé que hubiera pensado de mi. Además, estaba tan cansada que tampoco pude pensar mucho en ello, directamente solté de vuelta el móvil, me di la vuelta en la cama y me dejé dormir nuevamente.
Lo mismo pasó esta mañana con el despertador. Desde que comencé a postergar la alarma supe que desayunar tampoco era tan importante. Además, después del comentario que tuvo ayer Marta y como me hicieron sentir sus miradas durante el almuerzo, no tenía ganas de seguir dándole más razones para juzgarme.
–No tenía hambre, siento mucho no haberles acompañado –mi tono es duro, pero es que ni siquiera me siento culpable. Más bien satisfecha cuando Ethan tensa la mandíbula y Marta pone los ojos en blanco. Debería agradecerme que los deje pasar tiempo a solas en vez de ser tan engreída.
–Comencemos el día mejor –sentencia Ethan dándose la vuelta, dejando ver como todos y cada uno de los músculos de su espalda, que no son pocos, se acentúan bajo su prieta camisa. ¡Que hombre!
Cuando salimos fuera, una ráfaga de aire frío me golpea con tanta fuerza que me cala los huesos. No sabía que las mañanas de verano en Roma fuesen a ser tan frescas, así que, sobra mencionar que mi ropa no me tapa lo suficiente como para evitar comenzar a temblar. Miro a Marta, pero no parece inmutarse, al igual que Ethan quien debe estar más que acostumbrado. Al fin y al cabo es su tierra, ¿no? El coche se pone en marcha, pero la ventanilla abierta de Marta no ayuda en nada a mantener el poco calor que consigo reunir tras mi blazer.
Y como para decirle algo.
Lo único que me queda es pegarme con disimulo al calor que desprende el enorme cuerpo de Ethan ubicado en medio de ambas. Entonces me sobresalto al sentir su mano sobre mi muslo. Me giro en su dirección tan rápido que estoy a punto de dislocarme el cuello, pero ni siquiera me está prestando atención. Mira fijamente al frente, con su mandíbula aún apretada. Me fijo en Marta aterrorizada, porque con lo obsesionada que está con Ethan dudo que se pierda alguno de sus movimientos. Pero la encuentro mirando por la ventana distraída. Así que, me vuelvo a girar hacia el frente, con todos los nervios a flor de piel y una punzada hirviente en la entre pierna. No ayuda en nada que Ethan apriete mi pierna con fuerza, extendiendo su gran mano por toda ella, transmitiéndome su rabia. Pero intento que no note que me afecta.
Eso si, el frío ya ha abandonado mi cuerpo.
Ya sabía yo que iba a tener consecuencias no haber comido nada desde ayer a medio día.
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ÚNICAMENTE TÚ.
RomansaEthan y Casie se conocen desde hace años, aunque todavía no sean conscientes de ello. Tras la entrada de esta en la gran multinacional del joven empresario, Ethan Selly, sus vidas experimentan un cambio de ciento ochenta grados. La impulsiva, tempe...