I

70 7 0
                                    


20 de Abril 2014

Seguimos caminando por las calles oscuras de Nueva Orleans, están vacías, sin ningún ser humano vagando por ahí al igual que nosotros. A las tantas horas de la noche es normal que la soledad inunde los caminos. Con las manos entrelazadas, callados y serenos nos dirigimos a cualquier lugar.

Venimos de una fiesta supuestamente extraordinaria para muchos y aburrida para otros. Ni a Steven ni a mí nos gustan demasiado las fiestas escandalosas donde todo aquel adolescente hormonal sale con el alma arrastrada o inconsiente a la siguiente mañana. Nos invitan seguido, asistimos y nos largamos en cuanto hay un descuido del anfitrión de la fiesta, al fin y al cabo no se dan cuenta.

Teníamos unas tres cuadras recorridas y aun no habíamos dado con algún lugar donde pasar el resto de la noche, eran las 12:15 aproximadamente, pocos comercios están abiertos a estas horas.

—¿Que haremos?—pregunté abrazando su brazo.

—Quería hacerte la misma pregunta pero te adelantaste—respondió con una leve sonrisa.

—Entonces hablemos de algo mientras se nos ocurre algo—propuse y él no se negó.

Pasamos el resto de la noche hablando por las calles de la ciudad, llegamos a un parque—nada iluminado— y nos sentamos en los bancos a mirar las estrellas a traves de los pocos arboles que habían alrededor.

—Esto es muy irónico—murmuró.

—¿El qué?—pregunté confundida.

—Cualquier pareja de nuestra edad estaría teniendo sexo en alguna esquina—se rió sin mirarme, seguía con la vista en el cielo.—Sin embargo estamos en un parque viendo las estrellas.—reí con él. Me enderece calmandome un poco y poniendome de lado viendo su perfil.

Estaba tan ido viendo las estrellas, tan pensativo que no le dio atención a mi mirada acosadora. Mirarlo me tranquilizaba, él siempre tiene una posicion y un aspecto relajado, como si no tuviera preocupaciones del día a día. Es un chico maravilloso, con un corazón inmenso y aparte de ser condenadamente sexy, es inteligente, divertido, detallista y cariñoso. Lo último es a veces y solo lo es conmigo. Sus ojos azules oscuros como el océano dignos de un dios vuelven loca a cualquier chica que esté cerca, a mi me enloqueció y lo hace aún; su cabello negro y sedoso, que me encanta acariciar se mueve con cualquier brisa que pasa, sea muy pequeña pero su cabello es tan suave que se alborota solo con eso; unos labios rosados y finos, que duraría mi vida entera besandolos sin descansar; una mandíbula cuadrada que lo hace ver varoníl; su piel blanca de bebé aunque él no lo acepte. No sé como se fijó en mí siendo un muñeco sexy de fábrica.

Me enloquece este hombre.

—Puedes tomar una foto, no tengo problema—se burló enarcando una de sus cejas.

—Cierra la boca—le dí un golpe en el hombro.

—Hazlo por mí—se acercó a mi cuello y dejó un beso en él. Luego en mi barbilla y a la comisura de los labios.—¿Lo harás?.

Rodeé los ojos y claro que lo besé ¿Que mujer perdería la oportunidad?. El beso duró hasta que exigimos aire y nos separamos con estúpidas sonrisas de enamorados.


23 de Abril 2014

La universidad es agotadora, cuando las mañanas comienzan con matemáticas no te va bien el resto del día, al menos así es para mí. Por mas que intente entender porqué la X vale tal cifra y la otra letra vale igual a un número encima de otro, no logro entender. Además estudio pedagogía. ¡¿Por qué las matemáticas siguen en mi vida?!.

Para Quedarme En Tus Recuerdos. COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora