XVII

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16 de Marzo 2012

Todo lo que necesitaba era tiempo, sólo el suficiente para poner mis pensamientos y sentimientos en orden, quizás hasta en balance, sin embargo se me ha hecho casi imposible. Sin que me diera cuenta estar con Steven era ya cosa de rutina, una rutina que de alguna forma nunca me aburría pero que te consumía hasta tal punto de pensar más en él que en ti mismo.

Era difícil no sentirme mal por lo sucedido, estaba muy lejos de ser lo correcto y eso lo tenía en claro antes y después de que pasara, lo cual hace que me sienta peor, que la culpa sea más cruda y pesada dentro de mí.

Pasé la página de aquel libro de ciencias con desinterés, mi cabeza reposaba de mi mano izquierda mientras mis ojos se paseaban por las hojas repletas de letras y fórmulas que realmente mi mente no estaba procesando. En cualquier momento sería la hora de irse a casa y podría descansar, podría quedarme en mi habitación sin interrupciones ni palabrería absurda de algún estudiante que estuviera cerca de mí y abrumara mis oídos. Últimamente, según Pau, he estado muy callada, con un aspecto hasta irritable, probablemente sea por el hecho de que tengo informes, carteleras, afiches y proyectos por hacer que requerían de forma crítica mi atención antes de que la fecha estimada me cayera encima y quemara mi cerebro, sin mentira alguna, estaba hasta el cuello. Solía tomar las cosas con más calma pero ahora, es último año. Diversión, fiestas y hormonas pero también responsabilidades, estrés y nada de compasión de parte de los maestros.

Era la única que tenía un libro a la mano en el aula, todos estaban haciendo cualquier cosa menos esto, yo por otro lado trataba de memorizarme la teoría de porqué una pera era verde, no muy común en mí pero últimamente sentía que debía distraerme con cualquier cosa y qué mejor excusa que los estudios ¿no?

Rodé los ojos y cerré el libro con poca sutileza, me llevé las manos a la frente estrujando la piel de ésta, intentaba evitar la frustración y no gruñir. En eso justo sonó la campana de salida y todos tomaron sus bolsos y prácticamente corriendo atravesaron las puertas, yo me tomé mi tiempo y por ende me quedé sola sintiendo una pizca de paz, cosa irónica ya que el salón de clases es el lugar donde la mitad de las desgracias de los jóvenes se llevan a cabo.

Cerré la puerta a mis espaldas encontrándome a la vez un pasillo vacío pero no silencioso, tan sólo se cruzaba y se convertía en una guerra de adolescentes tratando de salir todos en conjunto por la puerta principal, mi casillero no quedaba muy lejos así que decidí tomar algunas cosas antes de irme. Mi idea fue interrumpida por un rubio, el cual animosamente venía corriendo hacia mí desde unos quince metros de distancia. No me moví de mi lugar, sólo esperé a que él terminara su maratón para evitar futuros traslados al hospital.

- Heli... -Terminó por decir al plantarse en frente de mí -te estaba buscando... -Jadeaba notablemente, su frente estaba de un color carmín y un par grisáceas gotas de sudor le bajaban por la sien.

- Acabo de salir, Charlie. -Dije obvia, pero era cierto, no iba a conseguirme nunca si estaba en el salón - ¿Qué es lo que ocurre? -Pregunté cruzándome de brazos, en espera a su respuesta.

- Bien, eh... -Se rascó la nuca un tanto nervioso -Necesito de tu ayuda para terminar un trabajo. -Entrelazó sus manos a la altura de su pecho, no fue necesario de su parte mediar alguna palabra más para saber que en serio me rogaba.

Resoplé con cierta gracia -Soy pésima estudiante, ¿cómo se supone que te ayudaré? -Y es que no mentía en lo absoluto, si comparábamos nuestros promedios él me ganaba por casi diez puntos enteros.

Para Quedarme En Tus Recuerdos. COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora