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10 de Septiembre 2012


    Dada la última hora de clases del día todos se levantaron cansados y jorobados de sus sillas,
ni siquiera se molestaron en salir corriendo o chillar de emoción, ya ni ánimos había. El profesor salió tomando su maletín y su bolígrafo, el cual encajó en el cuello de su camisa sumamente pulcra, varios de mis compañeros se quedaron masajeándose la sien
preguntándose como haríamos para pasar los próximos exámenes y pruebas que estarían
excesivamente largos y probablemente complicados. No sabíamos si estudiar hasta morder los libros sería suficiente para aprobar o si con solo entender un no muy complejo informe sobre diferentes trastornos psicológicos sería suficiente.

    Guardé la última hoja de contenido variado, la cual tenía pequeños esquemas subrayados de
azul y amarillo, nubes con palabras claves y uno que otro concepto encerrado en un cuadrado
imperfecto. Mi compañera de escritorio limpiaba distraída el cristal de sus lentes, aunque sus dedos frotaban con un pañuelo el lente no parecía que estuviera al tanto de que tan limpio estaba ya.

—¿Tienes las últimas copias de los documentos de psiquiatría? —le pregunté sacándola de su
mente, la chica giró su cabeza un poco perdida para luego asentir con una amable sonrisa.

—Ah, sí, las tengo—se colocó sus gafas de pasta gruesa y buscó entre una carpeta parecida a la
mía, llena de hojas de diferentes tamaños todas juntas sin un orden, al no conseguirla optó por
sacar toda la resma y colocarla en sus piernas—. Deben estar por aquí, tengo varias—murmuró
enojándose al segundo, pero entonces me tendió una copia—. Es ésta—reafirmó con sus nudillos los lentes en el puente de su nariz—, puedes quedártela, ya me lo sé de memoria—bromeó.

— No sabes cuánto te agradezco—leí parte del artículo pensando en lo mucho que me
ayudaría en un proyecto pendiente—. ¡Te la debo!—exclamé y le di una palmada en la espalda
señalando a la chica con alegría al estar ya en el pasillo no dudé en leer más detalladamente el
contenido de los documentos, tenían información importante sobre el manejo de los jóvenes
con problemas de distintos tipos, reacciones poco comunes y hasta información sobre temas que aún no tocábamos.

   En otra ocasión sólo dejaría todo para el momento en que estudiaría, tener muchísimos informes enfrente junto a la laptop leyendo y remarcando lo necesario. Pero ahora estudiaba en cualquier segundo libre, mientras más estudiara más preparada me sentiría en caso de una
prueba.

   De reojo visualizaba a las personas para no chocarles, aunque seguía mirando los papeles en
mis manos seguía caminando conociendo el camino de memoria. A sólo metros de la salida decidí guardarlo todo finalmente para dirigirme al auto de Steven, me lo había prestado por hoy que saldría de clases más tarde que él. Solté las cosas de una vez por todas, el termo de agua vacío junto a unos lapiceros cayó y sin darle importancia sólo los arrojé al asiento trasero. Antes de encender el motor la pantalla de mi teléfono se iluminó recibiendo una llamada, era mi madre. Tenía varias semanas que no hablaba con ella, a veces se me olvidaba o tal vez no tenía tiempo de hacerlo.

—¿Hola, mamá? —dije al descolgar, no me extrañaba que estuviese llamando en realidad ya
me lo esperaba.

—¡Cariño!—chilló notablemente emocionada— Al fin contestas.

—Estaba en clases, no iba a hacerlo —comenté algo obvia, la verdad era que tenía tres llamadas perdidas de su parte, mientras el profesor estaba explicando sentía en mi bolso la vibración del teléfono, suspiré repetidas veces mientras eso sucedía. Más de una vez le he enviado mis horarios para que pueda llamarme cuando estoy en casa y así hablar
tranquilamente. Mi atención se fue al cinturón de seguridad y luego al volante cuando encendí
el auto.

—Pero si no te llamo, nunca me llamarás —se quejó—, la única forma de que me contestes es interrumpiendo cualquier cosa que estés haciendo —fruncí el ceño.

— Puedes llamarme en las noches y durante mi trabajo, y sí te he llamado pero también estás
ocupada—me justifiqué. No la culpaba, ella probablemente se sentía preocupada por mí,
estaba a unas cuantas horas de casa y no podía verla seguido. Solté un suspiro—. Iré a visitarte
éste fin de semana, ¿qué dices?—le propuse aquello imaginándome su respuesta, la cual fue
inmediata.

—¡Por supuesto que sí! —pude sentir como mi madre sonreía y quería aplaudir de alegría—
¡Ya quiero verte!

—También quiero verte, mamá—sonreí inconscientemente, pisé el acelerador causando que el auto avanzara un poco—, pero mamá, ¿podemos hablar luego? Estoy al volante —me mordí el
labio con algo de remordimiento.

—Está bien, pero llámame, eh —bufó a lo que reí.

—Lo haré... Adiós—colgué la llamada y conduje al departamento.

Para Quedarme En Tus Recuerdos. COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora