III

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28 de Abril 2014

Apenas el sol comenzó a dar inicios de su presencia en el cielo, salí directamente a la casa de la madre de Steven, conocía el lugar perfectamente de memoria o al menos, mis pies lo hacían ya que por otro lado mi mente divaga sin cerciorarse de que los alrededores fueran los correctos, necesitaba teorías, ahora en éste momento sí las necesitaba, quería soluciones, alternativas lógicas que me convencieran hasta la médula de que todo esto no era real, que era un chiste de mal gusto o una broma elaborada hasta los extremos, pero engañar a mi propia mente siempre ha sido complicado, imposible, lo único que tenía en claro era mi urgencia por hablar con Steven, resolver las cosas antes de que se condujeran por un camino preocupante o incluso bizarro, oh, ya estábamos ahí.

Ayer al llegar al departamento, tenía la esperanza de verlo sentado en el sofá mientras comía despreocupadamente uno de mis helados que tanto odio que se coma y viendo alguna serie cómica de las que no le da gracia, pero usa para rellenar el silencio. Pero no fue así. El viento, el silencio y soledad fueron los únicos que me recibieron al abrir la puerta, traté de mantener la calma y buscarlo por todos lados con el corazón en la garganta, quise aferrarme a cualquier detalle que me dijese que podía estar cerca o pronto de volver de dónde sea que fuese, su celular, su billetera de cuero, su chaqueta, cualquier cosa. Pero no fue así.

Visualicé a lo lejos la casa de dos pisos con un extenso y avivado jardín verde. Tuve la madera cerca de mi rostro, las palmas me sudaron cuando golpeé tres veces con nerviosismo, incluso había contado los toques, había capturado mi labrio inferior entre mis dientes a la espera de que alguien abriera. Intenté dos veces más y nadie respondió, la piel de mi labio víctima de la inquietud. Sabía que era demasiado temprano para estar molestando pero mis ganas de saber el paradero de Steven eran más fuertes, me carcomían incluso dormida.

La madre de Steven abrió la puerta sólo unos pocos centímetros para asomar la nariz puntiaguda y lo primero que hizo al reconocerme fue rodar los ojos. Bendita vieja.

— Señora Grayson, buenos días — Le di una de mis mejores sonrisas y me apoyé "despreocupadamente en la puerta", cuando de hecho estaba haciendo fuerza bruta para que no la cerrara —¿Steven está aquí?

— Niña, deberías estar en tu casa — Su voz salió ronca, se notaba que estaba durmiendo.

— Lo siento mucho si estoy molestándola —Insistí en mi monólogo de buena persona.

— Sí, lo haces.

Oh, sí, mi suegra y yo teníamos una relación de puro cariño, afecto y respeto, ¿no es evidente, acaso?

— ¿Sabe dónde está Steven? —Cambié sutilmente la pregunta.

— Él... — Vaciló, las personas me sacaban de mi calma con semejante silencio o espacio en blanco en sus declaraciones. Me molestaba, daba por hecho que mentía en mi propia cara — No está aquí —Terminó por decir.

— Quiero hablar con él — Empujé un poco más la puerta sin ser notoriamente brusca.

— Santo cielo, niña — Bufó y terminó por ganarme en fuerza, haciendo temblar la puerta en sus vigas con semejante portazo. Mi nariz hubiese quedado deforme si tan sólo hubiese estado unos centímetros más cerca

La madre de Steven no era una de las personas más amigables del mundo o siquiera soportable, por esa razón Steven había comprado su primer departamento a los dieciséis, no era debido a su actitud rebelde, porque de hecho era muy tranquilo, pero vivir bajo el mismo techo de una anciana de uñas postizas, lentillas azules y actitud hipócrita, era un suicidio mental.

Una vez llegué al carro estacionado al comienzo de la calle, comencé a marcar a Steven, 5 veces, 13 veces, 17 veces, quién sabe cuántas más. La contestadora aumentaba mis nervios y me hacía odiar su voz monótona. Tan sólo quería ayudarlo, que me aclarase él mismo aquel asunto de su hermana, que se desahogase conmigo, quería... Escuchar el mero sonido de su voz. Tener razones sólidas para mandar a callar a aquellos que no sabían la verdad.

La frustración me iba consumiendo poco a poco cual mechero, los sentimientos se aglomeraban dentro de mí hasta llegar a mi garganta, asfixiarme y hacerme lanzar el celular dentro del carro. Aseguré la puerta y dejé caer la cabeza contra el asiento, mis hombros rígidos y mi respiración forzada, necesitaba relajarme. No me quedaba de otra que volver al departamento y buscar otra opción.

3 de Mayo 2014

Han pasado ya unos días desde que Steven no da señales de vida, no ha llamado, no ha mandado un mensaje de voz o de texto, puedo jurar que tengo canas debido al estrés y mi tono de piel se ha vuelto enfermizo. Le pregunté a Matt si acerca de haberlo visto, pero su respuesta es que no desde aquella noche que me llamó, la respuesta de parte de Pau también es negativa y su madre me desvía toda y cada una de las llamadas. Mi aspecto fue incluso nauseabundo cuando me sumergí en telas oscuras de camino al entierro de Grace, no cabía ni un alma, no había un espacio de tierra sin mojar por lágrimas, en su mayoría auténticas y lo único en que pensaba era en encontrarlo a la salida, tomar su mano y caminar de vuelta a nuestro apartamento, pero de hecho él era el único ausente ahí, su ausencia fue un vacío y un tema del cual susurrar hipócritamente detrás de las lápidas. No había asistido al funeral de su hermana, de su propia sangre.

En la universidad los rumores eran el mismo aire que respirabas, estaban en todas partes, en la ciudad era una noticia contagiosa que todos pescaban, desviaban a su antojo y por supuesto, mi nombre también estaba en sus bocas, sin aceptarlo de ninguna manera, sé que para el resto sólo me he convertido en la Novia del que mató a su hermana, la Novia del que se suicidó luego de asesinar a su hermana para algunos y la Novia del que hizo que su hermana se suicidara para otros. Daba dolor de cabeza y pecho con sólo pensarlo. Todos me miraban con pena, con asco, muchos otros solo me ignoraban, pero era cuestión de quitarles la mirada de encima para escucharlos soltar mi nombre de sus bocas falsas de nuevo.

Literalmente, me sentí en la secundaria. Donde todos te juzgan como si fuese necesario para vivir. Donde denigran tu imagen y olvidan que también tienes piel y bajo la misma están tus sentimientos.

Me colocaba los auriculares tratando de ignorar mi entorno, simulaba que nada me afectaba pero en realidad por dentro estaba gritando que me dejaran en paz. Todo dolía, las miradas quemaban, las palabras rajaban, el mero murmullo a unos metros de mí me estaba atormentando.

Escuché que llamaron a la puerta de la casa, di un respingo de la cama y corrí con los ojos dilatados a la entrada, abrí, no había nadie, traté de salir al pasillo cuando mi pie rozó con algo en el suelo. Era una caja blanca con un suéter blanco encima, reconocí el suéter de inmediato y eso sólo comenzó a acelerar mi pulso. Asomé la cabeza por ambos lados del pasillo y no distinguí ninguna figura en la ligera oscuridad de la noche. El elevador produjo un ruido particular a varios metros y me dio a entender que la persona que dejó esto seguía aquí. Dejé la puerta abierta y la caja en el suelo mientras echaba a correr descalza pero llegué tarde, la fina línea de luz vertical entre las puertas se hizo aún más delgada conforme me acercaba y no logré reconocer a quien iba dentro. Con los brazos caídos caminé sobre mis pasos, recogí las cosas y me adentré al departamento.

El suéter blanco era de Steven, tuve el impulso de acercarlo a mi rostro y pude oler su perfume aún impregnado en cada minúsculo hilo. Lo dejé a un lado en el sofá y abrí las tapas de la caja de cartón. Dentro había numerosos sobres, cada uno pulcramente ordenado con un número en tinta negra. ¿Esto es de Steven?

Abrí el primer sobre con el corazón golpeándome el pecho, encontrándome con demasiado contenido, minúsculos espacios en blancos imperceptibles y una letra cursiva impecable. Me di cuenta de que realmente era de Steven con aquella caligrafía y, ¡él había tenido además el gusto de perfumar hasta las hojas!. Una risa se me escapó por imaginarlo perfumando el papel con el ceño fruncido, una mirada insoportable por el aire bañado en tal fragancia y el papel lo más lejos posible de su rostro.

Reí y al mismo tiempo lloré, me sentí ahogada y divertida en la misma milésima de segundo y para cuando era de esperar, mis mejillas comenzaron a humedecerse y el sonido del sobre al abrirse me erizó la piel.

 

Para Quedarme En Tus Recuerdos. COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora