XXI

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03 de Julio 2012

     Después de la graduación no sabía exactamente lo que se venía, debía de confesar que la línea entre mi expectación y mi miedo se difumina durante las noches, sin embargo fue una sorpresa que las cosas fueron mejores de lo que imaginé.

     Los lloriqueos fueron inevitables el día en que la toga y el birrete nos tocaron, sentí que la tela misma me quemaba, las personas que menos imaginamos corrieron a abrazarnos y a decir todo aquello que no dijeron en todos los años que habíamos estado juntos, nos mostrábamos indiferentes cuando en el fondo nos teníamos algún tipo se aprecio inevitable.

     Ese día sorpresivamente Charlie y un chico que se hacía llamar Logan revelaron su relación. Que Charlie era gay no era nuevo para nosotros, siempre lo supimos, lo nuevo era que Logan lo fuera. Él era sólo un chico más de la clase, reconocido única y exclusivamente por su disposición a siempre ser voluntario de asistente para el Concejo Estudiantil, podías encontrarlo en la cancha de básquet colgando serpentinas y pintando a puño el logotipo del plantel o en los pasillos buscando con la mirada a alguien que necesitara su ayuda con las materias. Tenía buen porte aunque fuera delgado, usaba unas converse negras inmunes al desgaste y jeans ajustados, su manera de vestir podía dar señales de su orientación sexual, pero su comportamiento varonil y serio junto a su usual compañía que eran muchas chicas inteligentes —las del concejo— y lindas daban otras señales, esas que de que salía con una de las más fieras consejeras de faldas cortas color granate.

     Quien realmente quedó impresionado fue Steven, que me celaba infinidades de veces con el rubio sin haberse enterado de nada. Nunca le hice saber sobre el tema porque era un poco obvio, no obstante al parecer no le hizo ni el más mínimo caso a las inevitables sospechas internas que todos tuvimos en algún momento sobre ello, como era usual en él, sólo había visto lo quería.

      Y aquel día también una de las más impresionadas fui yo por una propuesta inimaginable que fue planteada. La cual tuve que meditar por varios días, tuve que preguntar y cuestionármelo profundamente, incluso gasté hojas haciendo cuadros de pros y contras. Pero los contras eran insignificantes. Y tomando uno de los mejores riesgos de mi vida, acepté. Teniendo en cuenta de que las cosas podían salir mal. Después de todo llevábamos siendo novios meses, pero conociéndonos el uno al otro teníamos importantes años.

Y desde entonces Steven y yo compartimos departamento.

       Al principio temía respecto al manejo del lugar: limpiar, la comida, la convivencia, las cuotas. Pero todo ya estaba bajo control, el departamento estaba fuera de la ciudad a quince minutos de la universidad en la que ambos habíamos sido admitidos, al parecer era el departamento del padre de Steven el cual había estado desalojado por varios años, así que pagar por luz, agua y residencia no era un problema.

     De todos modos, las circunstancias fueron en paz, con una que otra discusión trivial de por medio.

     La llovizna de la tarde había sido capaz de convertir el clima en uno frío y hasta algo molesto, aunque la calefacción ayudaba a mantener cálido al apartamento y por lo tanto a mí. Una película de animación iluminaba el living y el sonido amortiguaba las bocinas y el repiqueteo de las gotas chocar con las ventanas.

     Steven se había ido hace unas horas por asuntos del trabajo el cual tenía actualmente, ese relacionado con su padre, que luego de semanas insistiendo hasta cansarlo por fin me explicó de qué trataba.

     Era básicamente el asistente de su padre, el cual yo aún no conocía y poco sabía. Él debía estar al tanto de todo lo que éste hacía para así ordenar horarios, juntas, reuniones, viajes, compras, deudas, lo que sea. Podía sonar como un trabajo difícil pero el chico sabía cómo hacerlo, llevaba años haciéndolo y yo nada que me había enterado, bueno tampoco es como si fuera fácil.

Para Quedarme En Tus Recuerdos. COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora