XI

18 3 2
                                    

19 de Agosto 2009

Hacían meses que no entraba a la oficina del director y hacían años que no veía al director tan enfadado. He roto mi propio récord. Sus cejas bastantes pobladas y grisáceas se encontraban muy juntas, la arruga que estaba de punta a punta en su frente se hacía cada vez más notoria, sus antebrazos reposaban en el escritorio mientras nos miraba a Steven, Pau y a mí que a la vez evitábamos su mirada tamborileando los dedos en la mesa, tomando algún objeto con el cual entretener las manos inquietas o simplemente mirando mis uñas con desinterés fingido. En realidad estábamos temblando de miedo.

— Los tres, —Soltó después de un largo silencio —esto es importante.

— ¡No llame a mi madre! —Lloriqueó Pau con pánico — ¡Se lo pido!, ¡haré cualquier cosa! —Tomó las manos del hombre mayor, éste la miró extrañado por su comportamiento de súplica.

— ¿De qué habla? —Musitó dándonos una mirada fugaz a Steven y a mí.

— ¡No llame a la mía tampoco! — Ésta vez fue Steven, quien juntó sus manos en su pecho — Aunque sé que no vendrá, ¡no la llame aun así!.

— Chicos, respiren un poco —Él mismo fue que dio un gran suspiro —Sólo necesito su ayuda. — ¡No fuimos nosot...! ¿Cómo dijo? —Mis nervios fueron rápidamente reemplazados por confusión. Steven se enderezó en la silla exhalando fuerte, colocó una mano en su pecho como si le estuviera doliendo el alma entera o le estuviera dando un infarto.

Empecé a dar vueltas a lo que había ocurrido y... Nada. No hemos hecho nada los últimos tres meses, no han habido inconvenientes, tampoco hemos hecho desastres, así que ¿por qué nos llamaría?. Estaba demasiado confundida e impactada. La última vez que estuvimos aquí fue porque Pau y yo cerramos las vías de agua hacia las duchas de los chicos, los cuales no pudieron bañarse y tuvieron que irse sudorosos a sus casas, Steven no estaba en ese momento, aunque tampoco era de mucha ilusión para él hacer tal cosa.

— Señor Harrison, —Habló Pau saliendo de su shock —¿Sabe el susto que nos ha dado? —Colocó sus codos sobre la mesa mientras se permitía cerrar los ojos y tranquilizar el ritmo de su corazón.

— Sentí que morí por un segundo —Susurró Steven.

— Bien, bien, cálmense —Prosiguió el director desinteresado de nuestro pequeño ataque —Necesito su ayuda, por eso los llamé. El Director Harrison se había convertido en nuestro abuelo, ese que te da el dinero debajo de la mesa para que tus padres no se enteren.

Él era algo parecido, cuando Pau y yo empezamos con las bromas todo era diferente, nos castigaba, llamaban a nuestros padres, regalaba circulares de castigo por exhalar, nos quedamos medio sábado limpiando los salones del instituto...Pero después de mucho tiempo se dio cuenta que nuestras intenciones, aparte de divertirnos, era hacerles bromas pesadas a los que las hacen para agredir o humillar a los demás. En éste caso las porristas y el equipo de fútbol. Según nos contó él, fue un joven bastante problemático, se metía en problemas hasta cuando meaba, pero a medida que pasaron los años maduró, sin embargo, esa semilla de malicia de su juventud seguía en su sistema. Por eso no nos da castigos ya pero si uno que otro reproche.

— ¿Qué ocurre? —Pregunté dejándome llevar por mi curiosidad como siempre acostumbraba.

— Un alumno, bueno, ex-alumno que ha vuelto a ingresar aquí me odia, —Frunció los labios —mejor dicho, nos odiamos. Ayer encargué un paquete de galletas, pero el imbé... —Se contuvo antes de terminar el insulto —él, cambió el paquete por uno con galletas hechas con vinagre y hojas de jardín —Se levantó haciendo una mueca de asco —quiero que ustedes hagan algo, envíenme alguna fotografía mientras sufre y mi orgullo volverá a su lugar.

Para Quedarme En Tus Recuerdos. COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora