Capítulo 3

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______ se quedó sin aliento. Esa sinceridad tan descarnada era como una especie de afrodisíaco. Eso y la manera como la miraba, con esos labios carnosos entreabiertos y aún húmedos de besarla.
Ese hombre besaba de maravilla, de eso no había duda. Quería que volviera a hacerlo. Quería que hiciera algo más además de besarla y lo quería ya.
Se encogió de hombros con la esperanza de aparentar naturalidad aunque el corazón le latiera desbocado.
-Entonces, soy tuya, Jimin.
Él le sonrió, con pasión pero poco a poco, con el deseo ardiendo a fuego lento.
Jimin se levantó y la ayudó a incorporarse. De pie a su lado era aún más alto, empequeñeciendo su metro sesenta y cinco. Le encantaba sentirse pequeña y femenina a su lado. Inspiró hondo para percibir su intenso olor oscuro y almizclado y sintió un escalofrío; el placer vibró en su interior como una nota musical que se alargaba al tocarla.
Si, se habían hecho mayores y quizá fuera esto lo que necesitaba. Quizás él también.
Bueno, ya había pensado suficiente.
Al cabo de tanto tiempo, Park Jimin era una fantasía a punto de hacerse realidad.

En parte seguía sin creerse que estuviera haciendo esto: irse de la fiesta con un chico al que hacia años que no veía. Un chico a quien no conocía tanto del instituto y a quien no conocía ya de nada ahora. A pesar de eso, se sentía a salvo con el. Algo inexplicable, tal vez, salvo que Sofia y Sebastián también le conocían, lo que hacia el asunto un poco más seguro.
_______ había ido a la fiesta con otra amiga que Sofia y ella conocían desde hacía años, así que se despidió de prisa y entro en el BMW plateado de Jimin.
El coche le quedaba bien. Era elegante, sofisticado y rápido.

Se volvió para ver el perfil de Jimin mientras cruzaba el puente de seattle de vuelta a la ciudad. Su aspecto asiático nadie lo podía confundir, tenía la piel blanca muy tersa, ojos pequeños y rasgados y una mandíbula marcada. Seria el modelo perfecto para la portada GQ. Tenía una belleza algo aniñada, aunque sus facciones eran muy angulosas. Era todo un hombre carismático.
Entre más lo miraba se daba cuenta que era el chico con el que toda mujer sueña y fantasea.
Y su boca... Sus bellos labios gruesos que parecían de felfa o algodón con un lindo color carmesí.
Se estremeció; tenía ganas de alargar la mano y rozar sus labios con las yemas de los dedos. Solo quería tocarle.
Y le tocaría, claro que si. Y él la tocaría a ella...
Se frotó los muslos; el vestido azul se le antojó muy suave al tacto.
«Tranquilizate.»
-¿Tienes frío?- le preguntó mientras subía la temperatura en el coche.
-No, estoy bien. -Tenía calor, tal vez -. Los asientos calefactables son un gran invento.
Él se volvió hacia ella y le sonrió un momento antes de volver a mirar a la carretera.
Era atractivo hasta en la forma de reducir la velocidad mientras se acercaban al extremo del puente que tocaba seattle. Toda entera temblaba ante la expectativa.
-Espero que no te moleste que no este muy hablador - dijo Jimin, que aceleró y volvió a subir la marcha. La autopista estaba vacía y el cielo era una serie de capas de nubes oscuras.
-No es que no quiera hablar contigo.
-No pasa nada. Tienes que prestar atención a la carretera.
-No es eso.
-¿No? Y entonces, ¿qué es?
La miró otra vez, muy rápidamente, y en sus ojos vio un destello ambarino por la luz del salpicadero. Esbozaba una ligera sonrisa.
-Para serte sincero, no se me da bien esto de hablar del tiempo y cosas así. Y no quiero decir alguna idiotez y que cambies de opinión.
-A mi no me parece que seas alguien que tenga problemas a la hora de entablar una conversación.
- No, no suelo tenerlos. Pero tengo que reconocértelo, _______... -Bajo el tono, que ahora era algo ronco -. Si no llegamos a casa pronto; si no te tengo dentro de unos minutos, me volveré loco. Así que tendré la boca cerrada hasta que lleguemos, te desnudé y pueda ponerte las manos encima.
-Ah...
No sabia que decir. Seguía aturdida por ese deseo que invadía su cuerpo. Era tan intenso y lo había sentido tan intenso que la había dejado estupefacta.
«Te desnudé y pueda ponerte las manos encima.»
Eso era exactamente lo que quería, pero no podría decirlo. Estaba tan excitada que le dolía, incluso. Y en su mente solo había una idea que se repetía una y otra vez hasta que casi no pudo pensar en otra cosa:
«Le necesito ahora mismo...».

Él seguía mirando la carretera con atención mientras cruzaban la ciudad. No mediaron palabra cuando salieron de la 90 y pusieron rumbo al norte. A ______ no le importaba que no hablaran, como le pasaría con cualquier otra persona. No sabia por qué. Lo único que sabía era que el silencio y la expectación era uno y se sentía como dentro de una nube. Aislada del resto del mundo. Y le gustaba.
Empezó a llover y ellos seguían cruzando la ciudad, pasando delante de edificios de oficinas, restaurantes y bares. La luz de las farolas se reflejaba en el brillante arcén, proyectando luces y sombras delante de las ventanillas del coche. Y los asientos calefactables, que eran cómodos en un principio, ahora le parecían demasiado calientes, sobre todo por el deseo que ardía en su interior.

Finalmente llegaron y entraron en el aparcamiento de uno de los rascacielos más nuevos de Elliot Avenue. Los edificios aquí eran bastante caros. Tenía el recuerdo de que Jimin era uno de los niños ricos del instituto. Él no había alardeado nunca de ello, pero Mercerd Island era una comunidad pequeña y en cada escuela todos sabían de la vida de los demás.
Eso no le importaba lo más mínimo. Nunca había salido con un hombre por su dinero, aunque si prefería que un hombre tuviera ambición. No obstante, ahora mismo lo único que quería era aparcar el maldito coche y entrar donde fuera de una vez por todas.
En algún sitio privado. Con el.

¿Cuándo había sentido esta urgencia con un hombre? Además, apenas la había besado y aún me la tocado, en una hora. Normalmente ese deseo se habría disipado por entonces. Pero esta noche no. No con él.
Jimin accedió al aparcamiento, se detuvo en una plaza, apagó el motor y se volvió a mirarla. La miro rápidamente, esbozó una sonrisa arrebatadora y, sin darse cuenta siquiera, salió del coche, le abrió la puerta y la estrechó entre sus brazos.
Pudo volver a percibir su olor; a oler esas notas oscuras pero agradables de hombre, junto con un poco de humo, de motor y de neumáticos del aparcamiento, que le hacían parecer más hombre aun.
Era más alto que ella y la sujetaba tan cerca que _______
Tuvo que levantar la cabeza para mirarle a los ojos. Vio en ellos el mismo deseo que ella sentía en el cuerpo. Era como una corriente eléctrica.
Ojala la besará.
-Subamos.
No le soltó la cintura de camino al ascensor ni una vez dentro, mientras subían de una planta a otra. Él estuvo mirándola a la cara todo el tiempo; sus ojos marrones seductores la abrazaban con la mirada. Eran cautivadores.
Entonces se le acercó al oído y le dijo:
-Estamos a punto de llegar. No tienes ni idea de las ganas que tengo de tocarte, ______. No me atrevo a besarte siquiera. Si lo hago, todo pasará aquí mismo, dentro del ascensor.
-Creó que no me importará -respondió ella en voz baja, sonriendo y embelesada por él.
Él se rio en voz baja.
-Mejor que lo dejemos para más tarde, cuándo los vecinos se hayan acostado. Pero me gusta que no te opongas a la idea de practicar sexo en un ascensor o en algún sitio donde puedan sorprendernos.
-Esque me parece... excitante.
Cualquier cosa con Jimin parecía excitante. Todo.
Se abrieron las puertas y prácticamente ni respiro mientras accedía al vestíbulo, él abría la puerta y la hacia pasar al interior.
Su piso era uno de esos lofts abiertos con ventanales que ocupaban la pared entera y con vistas a la ciudad. El apartamento estaba a oscuras pero la poca luz que provenía de la urbe afuera bastaba para distinguir las siluetas de los muebles. Sin embargo, no tenía tiempo para mirar nada; no le interesaba mucho.
Jimin empezó a tocarla y la empujó contra la puerta de entrada. Lo único en lo que _______ pudo pensar fue «si. Ahora», mientras el agachaba la cabeza y comenzaba a besarla.
Tenía una boca dura pero suave a la vez. Una lengua húmeda y unos labios carnosos con los que le comía la boca. Ella apoyó las manos en sus hombros; tenía la mente algo aturdida. Se sentía débil de lo deseosa que estaba; le temblaban las piernas. Esperó mientras él se apartó lo suficiente para quitarse el abrigo y quitárselo a ella. Los dejó caer al suelo de madera, sin dejar de besarla.

~El límite del deseo~ (Jimin y tú) +18 (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora