Capítulo 7

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Ya tendría tiempo para cuestionárselo más tarde. Mañana, si dejaba que pasara la noche ahí. No parecía estar dispuesto para llevarla a casa en ese momento, lo que a ella ya le iba bien. Estaba contenta en su casa.
Estaba contenta... Por primera vez en mucho tiempo.

Cuando abrió los ojos fue porque el sol entraba con sus rayos dorados entre las persianas medio cerradas. Los abrió poquito a poco para dejar que se acostumbraran a la luz.
El cielo de Seattle estaba algo gris y cargado de nubes, pero el sol conseguía filtrarse por aquí y por allá. Era lo habitual en enero. Lo que no era normal era como se sentía.
Estaba algo dolorida, tanto por dentro como por fuera, pero no le molestaba. Y el cuerpo de Jimin a su lado le hacia sentir mejor. Lo más raro era que hubiera dormido la noche entera a pierna suelta y sin sueños que la interrumpieran. Y eso que ella no solo a dormir bien y era aún peor cuando intentaba dormir con un amante. Entonces se pasaba gran parte de la noche sin pegar ojo; se despertaba una docena de veces, consciente del mínimo movimiento o ruido de la otra persona al respirar. Era muy curioso que hubiera dormido a gusto con Jimin.
«Jimin.»
Se dio la vuelta y lo encontró mirándola. Se le aceleró el pulso. A la luz del día sus ojos
Ojos marrones tenían más destello dorados. Pequeñas motitas brillantes rodeaban el centro más oscuro, que eran de un intenso tono marrón en los bordes de las pupilas. Y tenía unas pestañas tan oscuras, tan densas...
-Hola -Tenía la voz algo ronca por el sueño.
-Hola.
Ella esbozo una sonrisa; no pudo evitarlo. Ni siquiera pensaba que esta fuera una de esas mañanas incómodas después de un lío de una noche. Pero él le respondió con otra sonrisa y notó algo en su interior. Era una especie de anhelo y una repentina calidez que no tenía nada que ver con el sexo.
¿O si?
El se incorporó un poco apoyando el codo en la cama y la miró. Durante una fracción de segundo se preguntó cómo llevaba el cabello y si tenía marcas de las sábanas en la cara pero estaba ensimismada mirándole, absorta en su radiante sonrisa y sus bellísimos ojos y en la ligera sombra de su barba, que lo hacía aún más apuesto y más masculino que nunca. Le costaba pensar en otra cosa. Era difícil pensar en ella misma cuando la miraba así.
Esos ojos dorados estaban embargados por el deseo. En ese mismo momento él la atrajo hacia así con un gemido y una apremiante erección que le rozaba la cadera.
Se notó mojada al instante.
-_______... -La besó en la mejilla y los labios-. Espero que te guste el sexo matutino.
Ella se rio, se colocó de costado y le acercó las caderas.
-Me tomare eso como un si -añadió él-. Pero, dime, ¿Estas algo dolorida?
-Creó que durante un par de días no podre sentarme bien, pero no me importa. Me gusta. Me siento... -Hizo una pausa para intentar averiguarlo-. Siento como si ese dolor fuera... Una señal de coraje. ¿Te parece descabellado?
-No, para nada. Puede que te haya dejado marca o algún moratón.
-Vaya... No había pensado en eso.
Giro la cabeza para verse la espalda; necesitaba comprobarlo.
-¿Te preocupa? ¿Tendría que haber ido con más cuidado?
-No. No pasa nada.
¿Como decirle que esperaba que la hubiera marcado? Que le encantaba la idea e incluso la palabra.
Él se acercó, la tumbó bocabajo y le pasó la mano por las nalgas.
-Hay unas rojeces. -Volvió a acariciarla y añadió en voz baja-: Noto cómo tiemblas al tocarte, ______. Cuando toco las marcas que te he dejado en la piel.
-Me gusta y no sé explicarte el porqué.
-Creó que yo si.
Volvió a darle la vuelta para poder mirarla a los ojos. Tenía una boca suave y exsuberante. Sus labios prometían deseo y algo más. Algo que no lograba identificar pero que notó en sus entrañas.

-________, debería decirtelo. Quizá debí haberte contado anoche que me va algo más que los azotes.
-¿A que te refieres?
-Soy dominante, dominante sexual. Es algo que llevo años practicando. No quería asustarte y que salieras corriendo pero tendría que haber sido sincero desde que descubrí que deseabas que te azotaran. Para mi es mucho más serio que un jueguecito de dormitorio para animar la relación. Voy a clubes; al Pleasure Dome, aquí en seattle, para ser más exactos. Tengo amigos allí, es como una comunidad. Ahí es donde conocí a mi mejor amigo, Alec, hace ya unos años.
¿De verdad estaban tumbados en la cama teniendo esa conversación? A pesar de todo, estaba fascinada.

-No me asusta, si es lo que te preocupa.
-Bien. Me alegro de saberlo. ¿Tienes alguna pregunta ¿Alguna duda sobre lo que hago?
¿Por donde empezar? Algo había leído. Mucho, en realidad.
No obstante, no estaba segura de cuánto de esa estimulante ficción se traducía fielmente a la vida real.

-No sé mucho de lo que significa ser dominante sexual, del tipo de persona que asiste a esos clubes. Pero por las historias que he leído me imagino que depende de la persona.
-Eso es cierto.
-¿Qué significa para tí Jimin?
-Para mi es ser cinsero con migo mismo y con mis deseos. Deseos de los que soy consciente desde la adolescencia y, de una forma lago peculiar, incluso antes. De niño sentía una extraña emoción al jugar a los piratas y atar a alguien a un árbol o fingir que los echaba por la borda. Muchas de las personas en la escena BDSM explican historias parecidas. No quiere decir necesariamente que sexualizáramos estas cosas de pequeños; eso suele venir más tarde. Pero, como te digo, esa emoción estaba ya allí.

-Creó que he tenido las mismas experiencias. Entiendo lo que quieres decir.
Fue toda una revelación para ella y eso decía mucho de como persibia ciertas cosas en su vida.
-Mucha gente deja que termine allí -dijo, encogiéndose de hombros-. Tal vez tienen una vida muy activa en la fantasía, pero para mi es algo que busco activamente, aunque no lo necesite.
-Pero lo prefieres. Te gusta tener sexo con algo de... No estoy segura de cómo se dice.
-Juego de poder. Intercambio de poder. Porque de hecho se trata de un intercambio. No es solo que yo, dominante, quiera azotarte a tí o llevar a la práctica cualquier otro deseo. Una escena BDSM no ea una actuación en solitario. Las necesidades del dominado o sumiso, su poder, entran en juego tanto como las mías. O más incluso, y es aquí donde está la excitación: en el poder auténtico.
-Si, he oído hablar de ese término, xe sumiso. ¿Eso es lo que soy, entonces? ¿Porque me gusta que me... azoten?
-No creó que tengas que etiquetarte si no quieres. Está claro que tienes tendencias sumisas; las percibí en cuanto te vi. Las sentí en el instante en que te toqué. Pero quedan por ver hasta dónde llegan, si es que quieres averiguarlo.
Ella asintió. La cabeza le daba vueltas. En cierto modo, era un alivio poder ponerle nombre a sus deseos y tener una manera de identificarlos. Una forma con las que otras personas identificaban anhelos similares. Eso la hacía sentir menos sola.
-Gracias, Jimin.
-¿Por qué?
-Por... Dejar que explore esto. Por hacerlo tan bueno.
Él sonrió y apareció esa hermosa eye smile de encanto tan juvenil. Era curioso cómo podía ser tan rematadamente masculino y seductor, tan dominante y a pesar de todo irradiar esa gracia tan núbil. Era parte de su encanto. Era jodidamente irresistiblemente sexi.

~El límite del deseo~ (Jimin y tú) +18 (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora