Capítulo 2

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Era pura química. Había estado colada por él durante años y ahora estaba aquí como por arte de magia: más apuesto que nunca, más elegante. Y era muy fácil hablar con él.
Era una respuesta totalmente normal. Cualquier mujer tendría que estar ciega y ser completamente frígida para no responder así ante Park Jimin. Estaba segura de que no la

había tocado antes. Quería que lo hiciera. Se centró en su boca un momento y luego subió hasta sus ojos. Si, eran voraces y había algo más... Era como si tuviera una pregunta que hacerle. Tragó saliva y miro hacia la oscuridad del jardín y la callé que había al otro lado, donde el fulgor de las farolas teñía la niebla de un tono ambarino.
—¿________? ¿He dicho algo fuera de lugar?
Ella volvió a mirarle.

—¿Qué? No, claro que no. Es que... es que es un poco raro esto de volver a verte.

—Sí. Es raro pero bueno.
Él esbozó una sonrisa cegadora que parecía una invitación.

Empezaba a olvidar por qué había renunciado a los hombres exactamente, aunque tampoco es que fuera a liarse con Jimin. No estaba en el mercado en busca de una relación. Y no era nada vergonzosa; tal vez era hora de terminar con ese periodo de sequía que se había impuesto. Si él estaba interesado y ella también, no pasaba nada por flirtear un poco. Aunque eso llevara a otra cosa más...
Vio como la miraba y se alegró de serle fiel a la lencería fina. entonces decidió que si la velada terminaba bien con Jimin llevándola a su casa, eso era mucho mejor que no hacer nada y compadecerse de si misma. Seguro que con Jimin cerca no tendría nada de lo que compadecerse.

Ella le devolvió la sonrisa y dejo que sus ojos manifestaran el interés que tenía por él.
«Eran unos ojos color café oscuros, con un brillo especial que hacia destacar su hermosa mirada...»

Jimin se sentía anonadado. No la había visto en doce años pero su cuerpo respondía exactamente del mismo modo que cuando era un adolescente. Tenía el pulso acelerado y tuvo que esforzarse para apagar la creciente excitación que sentía, por no empalmarse. Pero la chica con la que había estado soñando los últimos dos años de instituto estaba sentada a su lado.
De repente recordó el asombro en su rostro cuando le dio el puñetazo al imbécil de Bradley Sinclair y luego la cálida sonrisa que le dedico solo a él. Eso hizo que valiera la pena que lo expulsaran del instituto la última semana de su último curso. Lo habría hecho de todos modos. Bradley la estaba maltratando y estaba claro que no iba a permitir que le pasara nada. Nunca pudo olvidar esa sonrisa...
Entonces ella era demasiado joven y no quiso forzar la situación. _________ seguía en el instituto mientras el se preparaba para entrar a la universidad. Ahora ya era una adulta. Era una mujer hecha y derecha, cálida, de piel pálida pero luminosa bajo la luz del porche.
Mientras hablaban, ella se había acercado a él poco a poco, enviando una señal muy sutil. Y ahora su sonrisa -dulce, sensual y reflejo del deseo que el mismo sentía como una corriente eléctrica en las venas- le había dejado fuera de combate.
Llevaba el cabello negro y largo como en el instituto; una melena lisa y suave de mechones brillantes. Tenía ganas de tocarla también a ella.
Tenía ganas de ella...
«para el carro, colega.»
Pero su cuerpo se negaba. Sin embargo, la conocía desde hacía años; no era como las chicas con las que ligaba en un bar o en el Pleasure Dome, el club de BDSM que frecuentaba desde hacía años. No era una mujer con la que tener un rollo de una noche y luego no volver a ver más. _________ era una chica normal y corriente, y él siempre se andaba con cuidado con las no iniciadas el las practicas del BDSM. No quería decir que no pudiera disfrutar del sexo con una mujer con la que no le interesaran los juegos más duros a los que el jugaba. Podía disfrutar y a menudo lo hacía, pero ese punto de tabú hacia que las cosas fueran más excitantes. Contárselo a alguien nuevo era una situación peliaguda. Contárselo a alguien que había conocido de joven era... Bueno, ya no eran unos adolescentes.
Mierda, estaba pensando eso como si __________ le hubiera propuesto acostarse con ella; como si le ofreciera en bandeja de plata.
Tampoco le importaría que lo hiciera.
Se le puso dura al pensarlo. No pudo evitarlo.
«Tranquilízate.»
Inspiró hondo para llenar los pulmones del frío aire de la noche y luego espiro.

~El límite del deseo~ (Jimin y tú) +18 (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora