Capítulo 9

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Jimin abrió los ojos y miró el reloj de la mesita de noche. Habían dormido un rato. Era primera hora de la tarde. Y estaba muerto de hambre.
-_______.
No se movió
Miró cómo dormía, tal y como había hecho antes. ¿Por qué se sentía tan fascinado por esa mujer?
Era preciosa. Le gustaba ese cuerpo esbelto y tonificado y esas piernas interminables. La curva perfecta de su trasero. Su piel pálida y lisa. Adoraba su cabello largo sedoso y negro como un pedazo de noche caída del firmamento, y con un hermoso brillo como el de las estrellas.
Joder, de repente se había convertido en poeta. ¿Que diablos le pasaba?
Se acarició pensativo el cuello. O no, quizá lo que intentaba era no pensar. Necesitaba apagar el cerebro y disfrutar de la presencia de _______. En su casa. En su cama. Era sábado. Quizá podía quedarse con ella todo el fin de semana. Volversela a follar. Azotarla... Quizá más.
Se le puso dura de solo imaginarselo, pero tenía demasiada hambre para ceder. Primero, la comida. Luego, el sexo. Si ella tenía ganas.
Se las haría venir.

-_______, hola. -le tocó la mejilla y ella parpadeó antes de volver a cerrar los ojos -. Hora de despertarse.
-Mmm, ¿que?
Ella levantó la mirada hacia él, con esos ojos cafés todavía medio cerrados. Así de dormida era realmente dulce. Vulnerable.tan vulnerable como cuando la azotaba.
-Necesito comer. Has agotado mis reservas -le dijo él en tono de broma.
-Estoy segura que tú has agotado gran parte de ellas.-Bostezó, estiró los brazos por encima de la cabeza, con la sábana cayendo de sus pechos magníficos. Jimin no pudo evitar ver cómo se le endurecian y oscurecian los pezones.
»Comida.»
-Sea como sea estoy a punto de desmayarme -dijo-. Levántate.
La hizo rodar hacia un lado y le dio una palmada en el trasero, y ________ se echó a reír.

-Si va la a algún sitio, me iría bien darme una ducha, si te parece bien. -dijo ella, sentándose con la espalda recta en la punta de la cama.
-yo cocino.
-¿De verdad? -Ella le miró por encima del hombro.
Dios!! Tenía las pestañas más largas que jamás había visto.

«Para. Contrólate un poco, colega.»
-Si de verdad. ¿Que pasa? ¿Acaso crees que no se cocinar?
-Pareces terriblemente acostumbrado a que la gente te sirva.
-Lo estoy, si -dijo, cruzando los brazos por encima del pecho-, pero también hago los mejores panqueques que jamás hayas probado.
-Eso suena a desafío.
-Ponme a prueba.
Ella le dedicó una sonrisa. No quería pensar por qué eso la hacía tan condenadamente feliz. Alegre.
«Algo...»
Algo en lo que no iba a pensar ahora mismo.
Se puso de pie y apartó la mirada de ella para distraerse. sacó unos pantalones de pijama del tocador y se los puso.
-Nós podemos duchar más tarde. ¿Tienes hambre?
«Ah, si, me la tiraría en la ducha...»
La ducha le ponía. Ver a una mujer mojada, con el agua resbalando por la piel. El vapor elevándose a su alrededor mientras él se inclinaba y se metía dentro de ella... Él tenía una ducha fantástica para el sexo. Era lo bastante grande para montar una fiesta dentro. Toda hecha de granito liso y pálido, con una banqueta, tres alcachofas y una hilera vertical de chorros para el cuerpo. Se estaba volviendo a empalmar de pensar en _______ en su ducha, su cuerpo mojado...

-Me alegra ver que quieres alimentarme -dijo ella sacándole de las fantasías con la ducha-. Podría comerme un caballo.
-Tendrás que conformarte con los panqueques. Toma, esto será más cómodo que tu vestido.
Le dio la parte de arriba de su pijama, que jamás se ponía. _______ hizo pasar la camisa de franela azul marino por encima de la cabeza. Le iba enorme, con el dobladillo tocándole los muslos y la apertura delantera formando una profunda V entre sus pechos. Le quedaba mucho mejor a ella. Estaba increíble; tremendamente atractiva.
-¿Es suficientemente cálido? -le preguntó, intentando recordar que tenían que comer.
-Si, perfecto. -se acercó hasta él. Sin los tacones se miraba un poco más baja. Sus piernas desnudas la hacían verse aun más sexi y seductora.
-A la cocina, criada. Me ayudaras.
-Eres un poco mandón, ¿No crees?
Él la fulminó con la mirada y sus ojos se encontraron.
-Si, si, lo soy.
Ella sonrió pero Jimin vio cómo se enternecian sus rasgos con ese pequeño recordatorio de la naturaleza de su relación.
Tampoco es que eso fuera una relación. No, solo se refería a la dinámica del sexo. Si, eso era. Eso era lo único que siempre había sido para el. Era mejor así.

-Confío en que te guste el auténtico sirope de arce de Vermont. Venga.
La llevo a través del piso, notando el frío parqué bajo sus pies descalzos. La luz de la tarde brillaba a través de las altas ventanas que abrían toda una pared a la ciudad y otra a una vista de la bahía de Elliott.

-¡Que vista más increíble! -dijo _______ mientras le seguía.
-Por eso compre el piso. Al menos, en gran parte. -Ya le mostraría más tarde la ducha, cuando hubieran terminado de comer-. Me gusta ver el agua de día y la ciudad de noche.
-Aquí lo tienes todo, porque es un piso rinconero. Madre mía, tienes una cocina alucinante.

Se movieron por detrás de la barra alta y _______ recorrió la encimera negra y gris de granito con las manos. Jimin suponía que los armarios negros y elegantes y los electrodomésticos de acero cepillado eran bonitos, pero siempre había querido algo un poco más cálido.
-A decir verdad, había pensado en reformarla. -le dijo.
-No veo por qué. Es preciosa.
Él se encogió de hombros mientrascargaba la cafetera y la encendía.
-Realmente, no me acaba de convencer. Es un poco fría ¿no crees?
-Es preciosa. Pero entiendo lo que quieres decir, supongo. Todo es muy brillante.
¿Como es la cocina de tus sueños, Jimin? -le preguntó ella mientras él sacaba ingredientes del armario y la nevera, un gran cuenco y la batidora
-Me gusta la madera. Algo más orgánico. También me gusta la estética moderna, pero tiene que haber un equilibrio.
Midió la harina, rompió los huevos en el cuenco, añadió vainilla y los últimos ingredientes. Le pasó el cuenco.
-Toma, trabaja un poco y mezcla esto mientras caliento la plancha.
Ella le arrebató el cuenco y puso en marcha la batidora. Se quedaron en silencio mientras la batia. El suave zumbido del aparato, los aromas calientes de la vainilla y el café llenaban la cocina. Con una sensación cálida de familiaridad.
Se sentía tan cómodo con ella. Tampoco era que jamás se sintiera realmente incómodo con nadie. No era propio de él. Pero, con ella, había un grado extra de comodidad.
Hizo que no con la cabeza, saco el sirope del armario y lo metió en una olla de agua caliente para calentarlo. Sacó platos, cubiertos, tazas y un par de manteles individuales de lino de un cajón.

-Puedes poner la mesa sobre la encimera -dijo él, tratando de recuperar un poco el control. Intentando no distraerse tanto con sus piernas y el modo como su pelo se alborotaba un poco y le acariciaba los pómulos marcados mientras se movía. Vertió la pasta sobre la plancha y miró cómo burbujeaba. Volteó los panqueques cuando estuvieron preparados y llenó las tazas de café.
-Pues es verdad, parece que sabes lo que haces -comentó _______ mientras cogía la taza y sorbía un poco de café.
-Ya te dije que me gustaba cocinar. Y siempre sé lo que hago. Jimin levantó la mirada hacia ella y sonrió. Estaba sentada en uno de los taburetes, con los codos apoyados en la encimera. Iba un poco despeinada y tenía las mejillas sonrosadas. A él le gustaba así. Y a él le gustaba que ella no fuera la clase de mujer que se queda sin habla después del sexo. La clase de mujer que le daba más importancia de la necesaria. Con él, ella se sentía relajada.
«Realmente perfecto.»
Tenía que dejar de pensar así. Nadie era perfecto.
No estaba buscando la
perfección. No estaba buscando nada. Jamás lo había hecho.
Su experiencia con Meghan le había hecho aprender años atrás. No era capaz de responsabilizarse de nadie. No de esa forma. No, lo único que quería era la responsabilidad temporal que acompañaba el
juego del BDSM y que cuando la velada, el fin de semana o incluso algunos meses se acabaran, todo el mundo hiciera las maletas y se fuera a su casa. Pero podía disfrutar de ello mientras ocurría. Pensaba hacerlo.
Jimin terminó la tanda de panqueques, llenó los platos y se sentó junto a _______ en la barra. Ella empezó a comer enseguida. Eso también le gustaba; el hecho de que no comiera como un pajarito, ni que fingiera hacerlo. Incluso le gustaba la sensualidad de su boca mientras comía.
-Esto está buenísimo, Jimin. No sé cuándo fue la última vez que comí panqueques. De niña no los comí nunca, de modo que no es algo que haga muy a menudo.
-¿Nunca comiste tortitas cuando eras pequeña?
Ella se encogió de hombros mientras tomaba otro bocado y masticaba durante unos segundos.
-Yo solo... Mis padres no eran muy... No estaban por la labor de ser padres. Mi madre no cocinaba de verdad ni... Tuve una infancia extraña.
-Parecías bastante normal en el instituto.
-¿De verdad? Supongo que eso es bueno. Mis padres no eran raros ni nada por el estilo. Simplemente estaban absortos en su trabajo. obsesionados. Quizás hasta el punto de excluir todo el resto. Solo pienso... Sus cerebros trabajan a una velocidad sorprendente y no saben cómo pararlos. Los dos son brillantes.

-Entonces ya sabemos de donde lo has sacado.
Ella se puso como un tomate.

~El límite del deseo~ (Jimin y tú) +18 (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora