Capítulo 8

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-Jimin...
-Dime.
-Me gustaría volver a hacerlo.
-Ah, y yo. Ahora mismo.
Le mesó el cabello con la mano y luego le agarró unos mechones, de los que tiró lo suficiente para que tuviera esa sensación de poder sobre ella. El placer la invadió en una especie de rayo de luz y de calor.
Se acercó bien a ella. Seguía excitado y _______ empezaba a notarse el sexo humedecido del deseo, solo al pensar en él embistiéndola. Cuando le rozó el pezón con el pulgar, noto el anhelo hasta en las entrañas.

-Jimin..., vamos.
Él soltó una carcajada.
-Pronto, preciosa.
Entonces supo que jugaría con ella, que la excitaria pero él llevaría la batuta del ritmo.
«si.»
Se le corto la respiración cuando le pellizcó el pezón, al tiempo que la invadía el placer por todo el cuerpo.

-¿Alguna vez te has corrido con solo hacerte esto? -le preguntó él con una voz ronca-. ¿Con las caricias y el jugueteo con los pezones?
-No. -Madre mía, apenas podía respirar y le hacia cada preguntita...
-¿Quieres que lo intentemos?
Solo pudo gemir cuando el se arrodilló a su lado para poder usar ambas manos. Los muslos desnudos de Jimin eran fuertes y musculados al parecer estaban bien ejercitados, y estaban cubiertos por una suave capa de vello. Y, entre ellos, su pene era duro mango de piel dorada. No podía creer que volviera a tener semejante erección. Se le hizo la boca agua al ver esa carne sólida y dura. Sin embargo, las manos que posaba sobre sus senos la distraian bastante.
La acariciaba por doquier, cada zona erogena: por la parte inferior, por lo alto del montículo, el cuello, los pechos, los muslos y trazaba su perfil con los dedos. Sentía que iba a explotar de placer al sentir cada caricia de Jimin. Intentaba no acercarse a los pezones, que le dolían de ganas de que los tocara. Era una tortura. Él seguía rozándola con las yemas de los dedos por todos lados salvo ahí.
-Jimin -musitó ella arqueando la espalda, como entregándole todo el cuerpo.
-No, _______. No te muevas. Respira y relájate.
Estuvo a punto de gimotear, pero le gustaba demasiado la autoridad que infundia su tono de voz para llevarle la contraria.
Inspiró hondo. Él siguió acariciándola. Era insoportable pero maravilloso a la vez.
Le palpitaban los pezones. Hasta le palpitaba el sexo de una forma que llegaba a doler, henchido de ganas. Quería apretar los muslos para apagar un poco el dolor pero se mordió el labio y se estuvo quieta.

Al final Jimin le rozó los pezones con la Punta de los dedos y ella dio un grito ahogado.
-¿Te gusta? -le preguntó.
-Oh, si.
-No quiero que te preocupes. No te apures si no puedes llegar al orgasmo. quiero que disfrutes. Que te centres únicamente en el placer. Ya veremos que ocurre. Solo deja que pase.
Sus ojos embriagados por el placer se posaron en sus senos y se relamió. ________ quiso lamerle los labios también pero no se atrevía a moverse. El placer era como una llama que ardía aletargada aunque cada vez más intensa; notaba un cálido latido en su interior. Era increíble lo intenso que era que era el mero hecho de que le tocara los senos. Era el centro de atención. No recordaba que ningún hombre se hubiera centrado en ella de la misma forma. No sabia como había sobrevivido sin eso.
Ella siguió mirándole a la cara.
Era el hombre más apuesto que había visto nunca y eso no hacia más que acrecentar el deseo.
Jimin siguió enfrascado en ella, acariciándola con un tacto suave, aunque, al final, se le endurecieron tanto los pezones que hasta el más leve de los roces parecía abrasarla. Y a pesar de todo era una sensación agradable, increíble, que se intensificaba con cada caricia.
Gimió.
-¿Va en aumento? -quiso saber él.
-Si. Si...
-Bien.
Entonces, de repente, le pellizcó fuerte y _______ despegó la espalda de la cama dando un respingo.
-¡Oh!
El dolor vino acompañado de una oleada de placer.
-Te gusta, ¿verdad?
-Si. Por favor, Jimin continúa. Quiero más.
Él sonrió y volvió a pellizcarla. Y una vez más, ________ se irguió en la cama. El placer era como la corriente: electrizante. Le dejó un cosquilleo por todo el cuerpo que se intensificó cuando, con una mano, Jimin la inmovilizó en la cama.
Le encantaba la sensación de que la controlara. No sabia exactamente por qué. No le encontraba el sentido, si bien estaba demasiado sumida en esas sensaciones para cuestionarselo. Lo único que sabía es que era bueno.
Él se agachó y le susurró:
-Ahora me los voy a meter en la boca. -Y eso hizo. Primero rozó con la lengua la puntita de uno y de otro para luego succionarlos con fuerza.
Notaba su boca cálida y sedosa, y los senos extremadamente duros. El placer era aún más intenso y fuerte, como si fuera algo sólido que fluyera por las venas. Le latía el sexo y era una extraña sensación, completamente distinta a cualquier otra cosa que hubiera sentido antes. Era por la combinación de estimular los pezones y estar a merced de sus manos. A sus ordenes.

Él siguió lamiéndole, mordiéndole y pellizcándole la parte inferior de los pechos.
No sabía cuánto tiempo llevaban así; una hora, tal vez. Tenía la piel perlada de sudor y la respiración entrecortada. La sensación aumentaba. Era increíble.
Iba a correrse.
-Jimin... Estoy a punto...
El succiono más fuerte; el dolor y el placer se fusionaban hasta tal punto que no sabia dónde empezaba uno y terminaba el otro.
-Ay, Dios mio...
Su cuerpo estaba al borde de ese delicioso abismo.
-Por favor, Jimin...
Él levantó la cabeza y murmuró:
-Lo has hecho muy bien, preciosa. Córrete.
Su boca volvió a posarse en un pezón, al que se agarró con fuerza. Entonces bajó una mano hacia sus muslos y empezó a acariciarle el clítoris con los dedos.
-¡Joder!
El clímax la embargó por completo. Era demasiado. Gritó y arqueó la espalda, contoneándose de placer. Apenas podía soportarlo.
Seguía temblando cuando Jimin se colocó encima de ella, acomodo el pene entre sus muslos y la embistió. Se sintió
Indebajo de él mientras la penetraba, pero de una forma hermosa.

Su pene era un miembro sólido y duro; exactamente lo que necesitaba. E igual que la noche anterior, marcaba un ritmo fuerte y regular al introducirse en ella. Sus caderas chocaban. El placer del cuerpo de Jimin encima del suyo era casi tan grande como el que le proporcionaba él penetrándola. La sensación se fue intensificando tanto que al final notó cómo se tensaba su interior y le sobrevino otro orgasmo enorme.
-Joder cariño..., eres tan hermosa. Esto es tan bueno... ¡Ah!
Él se estremeció y con la boca se aferró a su cuello al correrse. Y ella le rodeó el suyo con los brazos.
Trató de pensar en lo que habían estado hablando. Acerca de cómo le afectaba estar a sus órdenes y cómo hacía que el sexo fuera tan intenso. Pero estaba agotada, exhausta. Cerró los ojos y notándole a él cada vez más suave en su interior, cayó rendida en sus brazos.

~El límite del deseo~ (Jimin y tú) +18 (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora