Capítulo 18

3.5K 217 5
                                    

A ________ le excitaba que él tuviera tantas ganas como ella. La estaba mirando de esa manera. Penetrante. Fijamente. Con las cejas oscuras levantadas.

-Joder, ________.
-¿Qué... qué pasa?
¿Acaso iba a cambiar de parecer? ¿Había recordado otra cita olvidada? El corazón le martilleaba.
-No me puedo creer cuánto te necesito. Esto es una jodida locura.
La invadió una sensación de alivio.
-Lo es. Me da igual.
-A mí también.
Él la atrajo y la volvió a besar. Y ella juró que podía notar el duro martilleo de su pecho, apretado fuertemente contra el suyo.
-Llévame a casa, Jimin. Ahora.
Él se limitó a asentir.

Era la primera orden que ella le daba y podría muy bien ser la última. No le importaba. Lo único que quería era notarlo dentro de sí. Que la volviera a azotar. Que la abrazara. Que hiciera todo eso sin ningún otro límite que esos que él le imponía para satisfacer sus deseos, o los de ella.
Era una locura. Quizás estaba perdiendo la cabeza, perdiéndose en Jimin, pero ya se había desencaminado lo suficiente para que le importara.

Jimin apenas podía recordar cómo habían llegado a su casa. Lógicamente había conducido él. Lo más seguro es que hubiera estado distraído por esa necesidad tan aguda y vibrante de que ella estuviera completamente bien.
No era propio de él correr riesgos que implicará a otra persona que no fuera él mismo. Ir en moto. Alguna de las locuras que había cometido con Alec en sus viajes juntos, como bucear entre tiburones o practicar el ala delta. Ahora mismo, no debería poner en riesgo el bienestar de ________, pero estaba demasiado ansioso para ir con cuidado. Para tomarse un poco de tiempo para calmarse.
De todos modos no creía que lo hiciera. No hasta que la hubiera poseído, con su cuerpo desnudo retorciéndose entre sus manos. Hasta que él la hubiera hecho correrse, una y otra vez. Hasta que el se hubiera corrido, en su cuerpo brillante y precioso.

De algún modo, estaban en el ascensor de su edificio y él no podía soportar ni un segundo más sin tocarla. Ya había tardado demasiado, llevarla a casa, sacarla del coche. Todo el rato había estado más que medio empalmado.
Jimin la atrajo hacia sí, pasando el brazo alrededor de su cintura esbelta, deteniéndose el tiempo justo para admirar sus brillantes ojos color cafés.
Brillaban de calor. Tenía la piel ardiente, las mejillas sonrosadas. Los labios rojos, hinchados, como si él ya la hubiera besado como él quería.

La agarró más fuerte, inclinó la cabeza. Y apretó sus labios contra los de ella.
Ah, qué dulce era. Y tenía algo salvaje, incluso. Tal vez fuera el modo como le había devuelto el beso, enroscando sus brazos alrededor del cuello para sostenerse. Algo diferente de la mujer habitualmente sumisa con la que se liaba. Pero ahora mismo no podía pensar en nadie más.
Solo en _________.
En un gesto impaciente, desabrochó el cinturón de su gabardina y puso sus manos por debajo.
«Tengo que quitarle la ropa de una puta vez.»
El ascensor se detuvo suavemente mientras sonaba el timbre y él se apartó de ella.
Menudo tormento.
Cogiéndola de la mano, la condujo por el pasillo hasta la puerta; metió la llave en el cerrojo. Entonces, entraron y él encendió la luz del recibidor.
Jimin tuvo un destello de la primera vez que la había llevado a casa. Chupándole el sexo con ella apoyada en la puerta. El sabor a océano en sus labios.
«De nuevo.»
Cuando el le quitó la gabardina, ella no dijo nada. Luego, él se quitó el abrigo. ________ se quedó quieta y no dijo nada cuando el la desnudó ver esa piel pálida y sedosa trozo a trozo: el vestido, el sujetador, las bragas de encaje, las botas altas de ante.
La cogió en sus brazos y la llevo hasta el sofá -la cama estaba demasiado lejos- y ella volvió a aferrarse a su cuello para no caer. Jimin notaba la calidez de su cuerpo entre sus brazos, dulce, y eso se la ponía dura como el acero.
La dejó sobre el sofá, tratando de ser suave cuando lo único que realmente deseaba era tirarla y ponerle las manos encima. La boca.
«Si.»

-Túmbate, ________ -le ordenó él, con voz autoritaria-. Déjame hacerlo todo.
Todo...
Ella hizo lo que le decía, con el cabello negro y sedoso un poco alborotado por los cojines. En sus ojos había un brillo metálico bajo los párpados bajados. Jimin se daba cuenta de que ella estaba sumiéndose cada vez más en el subespacio, aquel espacio mental puro y flotante al que solían acceder. Joder, respondía tan bien. Se mostraba mucho más sumisa de lo que había imaginado. Y, sin embargo, había una fuerza innegable en ella. Le encantaba que _________ le permitiera hacer eso, dominarla de aquella manera.
Pero estaba pensando demasiado.
«Limítate a tocarla. A poseerla.»
Le puso las manos en los muslos y ella se abrió para él.
Dios.
No podía perder tiempo desnudándose. Se lamió los labios. Era demasiado hermosa. Se arrodilló en el suelo al lado del sofá y se agachó para probarla.
Notó su sabor dulce cuando él hizo una larga pasada con la lengua por encima del sexo. Oyó cómo ella tomaba aire. El suave suspiro al soltarlo. La volvió a probar.
Él empujó más fuerte entre los pliegues de su piel y encontró la entrada. Le separó más los muslos para abrirla del todo. Apartó las suaves ondulaciones de los labios de su sexo y le introdujo la lengua. La respiración de ________ era un jadeo apagado y entrecortado mientas Jimin empezaba a follarla con la lengua. Ella arqueó todavía más las caderas, acercándoselas a su rostro, y él las agarró con ambas manos. La retuvo y, al hacerlo, ________, increíblemente, se mojó más, intentando que él la rozara con la boca. Pero Jimin aguantó, controlando sus caderas.
El placer era abrasador y a él se le puso tan dura que casi no podía soportarlo.
Salvo que lo necesitaba. Darle placer. Hacer que se corriera del gusto. Pronto empezó a jadear él también, pero no se detuvo. Solo siguió empujando con la lengua, saboreándola, muy adentro. ________ temblaba y gemía, y a Jimin le encantaba que no hablara, ni siquiera para suplicar.
Cuando le soltó la cadera para apretar el botoncito duro de su clítoris, ella se desmoronó. No veía otra manera de describirlo, su sexo se cerró en torno a su lengua y empezó a agitar las caderas, por mucho que él intentara sostenerla. ________ gruñó con un ruido primitivo que salía del fondo de su garganta y, cuanto más se corría ella, más dura se le ponía a él. Muy dura e igual de dolorosa. Pero Jinin no quería detenerse; quería que se volviera a correr. Necesitaba que lo hiciera. Continuó así, cambiando de posición para que su lengua estuviera en su clítoris y sus dedos empujaran muy dentro, follándola tal y como había hecho con su lengua.
________ jadeaba, sin aliento, y a él le encantaba.
Y, mientras le metía los dedos aún más adentro, los sacaba y los volvía a meter después, le chupó ese botón, pasando la lengua por encima una y otra vez.
«Solo necesito oír cómo se vuelve a correr.»
Necesitaba saborear esa oleada dulce y salada en su lengua.
«Sí...»
Era una necesidad imperiosa, más imperiosa que su propio deseo. Sentir cómo ella se hundía en él, subyugada.
Al poco ella volvió a alcanzar el orgasmo, esta vez gritando, y gimiendo. Y fue algo increíble.
Estaba preciosa.
«Tengo que entrar en ella. Ahora.»
Jimin se apartó; le miró el rostro ruborizado, los hermosos senos, tan sonrosados como las mejillas. Estiró el brazo y le pellizcó los pezones -no pudo evitarlo- y el gruñido de ella le recorrió como un fuego descontrolado.

-Quédate justo aquí, así -le ordenó mientras se levantaba para coger un preservativo de la caja que había en la mesita de noche.
Jimin regresó a su lado y se desnudó tan deprisa como pudo. Ella le observaba absorta en su cuerpo, fijándose en su miembro mientras él se colocaba encima. Incluso la manera de mirarla destilaba sexo; era tan intensa que tuvo que parar y tocarse durante unos segundos, con los dedos subiendo y bajando por el pene. El placer era dulce e intenso, fuerte en su miembro y en el vientre. _________ abrió la boca y sacó la lengua para relamerse los labios carnosos. Y eso fue el detonante: fue demasiado para él.
Jimin se puso encima de ella. O quizá cayó encima; no estaba seguro. Sucedió demasiado rápido. Todo se había descontrolado cuando se metió dentro de ella.
Mojado, duro y demasiado bueno para creerlo. De repente, dejó de pensar. Empujó, una y otra vez, cada vez más adentro y la sensación era como un trueno que le martilleaba por dentro y que notaba en el pene, en la barriga e incluso en la mente.
Apenas oía los gemidos de ________. La suave textura de sus senos apretados contra su
pecho, la suavidad de su piel rozando con la de el.
No existía nada salvo el placer, la piel y sus extremidades enredadas. Y la sensación
creciendo segundo a segundo. Embestida a embestida.
Su pene era el punto central, pero le recorría todo el cuerpo: piel, músculo y hueso.
Cuando se corrió, vio como una luz brillante que lo inundaba todo y le deslumbraba,
haciéndole gritar.
-¡________!
No podía parar. Siguió empujando con las caderas. Y ella se incorporó para unirse a
él, una y otra vez. Y entonces empezó a gritar, jadeando, y diciendo su nombre entre
sollozos.
-Jimin... Joder, Jimin...
Él siguió moviéndose, arqueando las caderas, dentro de ella, una y otra vez.
Ya había terminado de correrse, pero quería entrar aún más adentro. Más y más cerca.
Notó como si algo le rasgara el pecho, la cabeza. Algo que lo abría. Algo poco familiar y no del todo agradable. Aunque dulce. Algo que tenía todo que ver con ________.
Aún le vibraba el miembro. El cuerpo de ________ seguía temblando mientras se
agarraba fuerte a él: sexo, brazos y piernas envolviéndole. Y él entendió, de algún modo distante, que estaba enredado en ella en cuerpo y mente. Tenía miedo de preguntarse qué más.

~El límite del deseo~ (Jimin y tú) +18 (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora