Capítulo 20

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Los dedos de _________ tamborileaban sobre la punta del teclado mientas miraba el reloj de la pared de su despacho por décima vez aquella tarde. Esperaba que llegaran las seis. Parecía que el tiempo no avanzara, que se hubiera detenido.
Había quedado con Jimin a las seis. Se encontrarían en su despacho, tal y como él le había mandado. Le había dado otras instrucciones, también. Y, siguiéndolas, se había quitado las bragas tras el almuerzo. Se había pasado todo el día muy, consciente de su desnudez bajo el vestido negro.
Hacia tres semanas que lo hacían. Quedaban en el despacho de Jimin cuando todos los demás se iban a casa. La idea de estar en un lugar semipúblico era tan excitante casi como su contacto, su autoridad sobre ella. ________ cogió un bolígrafo y lo hizo rodar entre los dedos, recordando aquella sensación; el tacto de sus manos encima de ella y esa mirada que tenía en los ojos.
Empezó a garabatear en la libreta que tenía al lado del teléfono y dibujó un ojo. Pero no era suficiente. Arrancó el papel, lo estrujó y empezó de nuevo. Esta vez dibujó su cara y sus hombros.
¿Como plasmar los ángulos limpios de su barbilla, sus ojos y nariz a la perfección? Y esa boca sensual, su expresión... Había perdido demasiado la práctica. Y, sin embargo, dibujar le hacía sentirse bien. Incluso mejor que pintar, quizá.

No había pensado en ello durante mucho tiempo. Pero Jimin era tan hermoso. Un hombre con su aspecto debería ser pintado. Y su imagen, conservada.
Ay, Dios, realmente, la situación la estaba sobrepasando. Su oscuro atractivo, su tacto, todo lo que hacían juntos la superaba.
Dejo caer el bolígrafo entre los dedos. Suspiró.
Sabia que corrían un leve peligro con sus puestos de trabajo, aunque él se había acostumbrado a cerrar la puerta con llave tras la primera vez. Y ahora ella entendía que lo había hecho para poner a prueba su confianza. No habia necesitado volver a hacerlo, correr ese riesgo. Con todo, ________ sabia que era una locura, pero no podía evitarlo. Se notaba mojada con solo pensar en ello. Los quince minutos que debía esperar seria un suplicio. Se sentía dolorida, necesitada de él.
Joder se había convertido en una especie de ninfómana, pero aquello, mas que molestarla, la divertía. Al menos, la mayor parte de las veces.
Jamás se la follaría en el trabajo. pero la había tumbado sobre el escritorio o sobre su regazo en la silla del despacho, y la había zurrado. Jamás la azotaba fuerte, jamás lo hacia demasiado rudo para hacerla gritar. No estaba dispuesto a correr ese tipo de riesgo con ella, cosa que agradecía. La había azotado, la había pellizcado mientras la estimulaba con las manos y a ella le encantaba. Le encantaba cuando él la tumbaba en el sofá de piel de su despacho y se le ponía encima, inmovilizando su cuerpo, apretándolacontra los cojines, haciéndola sentir totalmente sometida.
________ se seguía sorprendiendo por lo mucho que le gustaba su dominación.
Por lo fácil que había cedido a eso y a él. Y cuando la llevaba de vuelta a su casa, era todavía
mejor. A medida que se acostumbraba al juego del BDSM, Jimin era más duro y ella podía soportar más cosas. Quería más. Incluso hablaron de ir a su club, el Pleasure Dome. Eso hacía que se pusiera un poco nerviosa, pero la idea también la excitaba. Sobre todo la idea de hacer las cosas que hacían juntos con otra gente mirando.
Se estremeció y volvió a mirar el reloj. Cinco minutos más. Sacó la polvera del cajón del escritorio y se miró en el espejito. Le brillaban los ojos color miel oscuro, tenía las mejillas un poco sonrosadas. Se pasó el cepillo por el pelo y se aplicó un poco de brillo de labios. Nada demasiado oscuro porque, de todos modos, se le acabaría corriendo con los besos. Sonrió al espejo antes de cerrar la polvera y levantarse de la silla.
Se alisó el vestido sobre las caderas, sobre el vientre y se arregló un poco el pelo.
Era hora de irse. Con él.
«Jimin.»
Cuando ________ abrió la puerta de su despacho, él estaba de pie y apenas le dejaba espacio para entrar. Jimin estiró el brazo y, con una mano, la cerró tras ella. _________ captó su olor al instante, ese aroma de almizcle oscuro y sugerente.

-Llegas tarde -dijo él.
-¿Qué? Pero si son las seis en punto -protestó ella.
Dante negó con la cabeza y su mirada oscura brilló de deseo, con un aire travieso.
-Casi pasa un minuto. Tendré que encontrar un castigo apropiado.
-Vaya, eso espero -dijo ella en un susurro.
Jimin jamás había jugado a castigarla. Le sorprendió lo mucho que le gustaba. Cómo
respondía su cuerpo. Pero, seguramente, respondería a Jimin así, con el deseo
resplandeciendo sobre su piel en una ola larga y ondulante tras otra, independientemente de lo que dijera. De lo que hiciera.
Jimin la agarró y la atrajo hacia sus brazos, apretando su cuerpo fuertemente contra el de él. A ________ le encantaba su fuerza. Cómo la empequeñecía. Él la agarraba tan fuerte que apenas podía respirar. Y los azotes empezaron enseguida aunque estaban a menos de un metro de la puerta. Jimin la sujetaba con un brazo alrededor de la cintura, mientras le pegaba en el trasero con la mano libre. Lo hizo unas pocas veces; luego le subió el vestido y empezó a pellizcarla, con unos pellisquitos que cada vez eran más fuertes.
________ oía cómo él respiraba entrecortadamente en su oído. Podía notar su pene erecto contra su vientre. Y estaba completamente empapada.
Jimin bajó la mano hasta sus nalgas sin parar de pellizcar.

-Ábrete para mí -le ordenó.
________ se abrió de piernas y jadeó cuando le pellizcó con los dedos los labios de la vagina. Era demasiado bueno. El placer y el dolor se aunaban, sometiéndola. Sus pezones eran como dos botoncitos duros que rozaban el encaje del sujetador. Quería notarlos contra el pecho de Jimin; quería que sus dedos castigadores la pellizcaran
más fuerte.
-Jimin, por favor...
-Me encanta cuando suplicas -le dijo él, volviéndole a pellizcar la carne con los dedos.
-Tócame, Jimin. Te necesito. Necesito correrme.
-¿Crees que correrte es un castigo apropiado? -le preguntó él, pero notó el tono de broma en su voz.
-Sí.
Jimin se rio, mientras se movía con ella todavía pegada a la envergadura de su cuerpo. La dejó abruptamente sobre el sofá. Y a ella le encantó que él la tratara así, que estuviera encima de ella y la apretara contra los cojines del sofá, con la fría piel en contacto con su trasero desnudo. Jimin le separó los muslos y se metió de lleno en ella, utilizando sus manos para mantenerla bien abierta mientras le lamía el sexo y el placer empezaba a embargarla.
-Ah, Dios mío, Jimin...

Le metió dos dedos y la hizo jadear. ________ se arqueó por encima del sofá y él respondió metiendo los dedos más adentro de su cuerpo. Lamiendole el clítoris con fuerza, arañandolo con los dientes. Y ella se corrió entre escalofríos de un placer
Puro que casi quemaba. Tuvo que morderse el labio para no gritar su nombre.
Jimin se sentó y la miró. La observó, como tantas veces hacía, pero había algo un poco diferente en la forma como la miraba. Algo oscuro en sus ojos, como si realmente estuviera pensando en algo.Considerando algo. Mientras ella le miraba, juró que algo cambiaba, como un destello fugaz de emoción, aunque desapareció demasiado rápido para poder asegurarse. Y estaba demasiada distraída por los últimos estertores del clímax que le recorrían el cuerpo y por su belleza masculina.
Era tan apuesto, tan increíblemente guapo, que apenas podía soportarlo. Sin
embargo, por mucho que quisiera tocarle, sabía que debía mantener los brazos pegados a los costados para dejar que él marcara el ritmo. E incluso eso la excitaba.
-Estás preparada, ________.
-Sí -susurró ella-. Necesito notarte dentro de mí, Jimin.
-Para eso también. Pero quería decir que estás preparada para más. Estás preparada para el club. Te llevaré al pleasure Dome este fin de semana.
-Oh.
Le daba vueltas la cabeza, llena de imágenes centelleantes de cómo debía de ser el club. Cuerpos desnudos, el crujido de los látigos, con la anticipación sexual llenando el aire.

-¿Te gusta la idea? Porque te acabas de ruborizar de una forma preciosa. Del mismo modo que te ruborizas cuando meto mi mano entre tus muslos. Así. Hizo exactamente eso y hundió los dedos en el sexo, que todavía vibraba. Sonrió.
-Dios, me encanta verte así. Podría pasarme la noche torturándote así, pero antes
tengo que cenar. Y después, necesito follarte y volverte a zurrar. Pero ahora mismo
iremos a un restaurante. Comeremos algo y, mientras cenamos, pensarás en lo del club y en las cosas que te haré allí.
-De acuerdo. -No podía pensar con claridad, aunque todos sus pensamientos eran sobre el club, el pleasure Dome. Sobre estar allí con él, sometiendose a él de un modo que jamás había hecho.
-Y, ________...
-¿Sí? -susurró. Le temblaba todo el cuerpo. Con el último estertor de su clímax. Con la necesidad de volverlo a hacer.
-Nada de bragas en la cena. Quizá te necesite desnuda bajo ese precioso vestido.
-Le colocó bien el vestido y se incorporó, ofreciéndole la mano para ayudarla a levantarse-. ¿Vamos?

~El límite del deseo~ (Jimin y tú) +18 (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora