Parejas de novios, Blake y calles solitarias

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—¡Candice, baja a cenar! Gritó Hellen, mirando divertida a Lydia y Jack.

Candice rodó los ojos, se acababa de colocar su pijama de shorts color durazno, y una camiseta gris. Estaba a unos segundos de sumergirse en un sueño profundo, y su madre, con quien aún no había arreglado las cosas; la molestaba. No tenía hambre, desde hace media hora había avanzado en su trabajo y lo único que deseaba era tomar una laaarga siesta, aprovechando que era día viernes.

Bajó a regañadientes, maldiciendo por lo bajo el tener que obedecerle a su madre, aún teniendo 19 años.

Al llegar al primer piso, se topó de inmediato con Hellen. Se cruzó de brazos.

¿Qué hay de cenar?

Sopa de verduras.

Hizo una mueca.

Si había algo que La rubia mayor odiaba eran las sopas de casi cualquier tipo, si veías a Candice Finnstone comiendo una sopa, debías correr a pedir un deseo porque de seguro eso jamás se repetiría.

No tengo hambre contestó seca, mirando la luz que se divisaba en la cocina, de seguro está Hank, pensó y miró otra vez a su progenitora—. Así que si me disculpas; iré a dormir.

Se dispuso a girar sobre sus talones para volver a su amada cama, pero ahí fue cuando escuchó la voz de la persona que no había visto en tanto tiempo.

¿No quieres quedarte a probar mi salsa especial, Caramelito?

Se detuvo de golpe y bajó velozmente el escalón que había alcanzado a subir. Se olvidó de Hellen y corrió a la cocina, parándose bruscamente en el umbral de la puerta abierta, contemplando la olla en la que se divisaba la cuchara de madera de Jack Finnstone, con este mismo al lado izquierdo de ella.

No pensó en Hank, quien estaba en el pequeño mesón usando su celular; no pensó en Lydia, quien miraba divertida la escena mientras Steve la sujetaba por la cintura. Sólo pensó en que por fin tenía a su padre a su lado.

"Caramelito", ese era el apodo que su padre le decía. Todos la llamaban Candy, pero su padre le había querido dar un toque especial, usando la palabra en español. Desde pequeña la llamaba así, era el único que lo hacía.

La sonrisa en su rostro fue enorme y sintió ganas de llorar, pero no lo hizo porque era un momento feliz.

Corrió a abrazarlo con toda la fuerza que pudo.

Call Me or Fuck YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora