Nadie es perfecto al 100%
Eso Candice lo sabía. Pero ella tenía que ser perfecta, desde siempre se había presionado a ello.
Sin embargo cualquiera puede equivocarse cuando de tener un corazón roto se trata. Y así cuando su novio la dejó de un día pa...
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No tenía idea de cómo ir a la casa de Donovan, sólo para disculparse por algo de lo que, ¡no tenía porqué disculparse en primer lugar!
—Quiero matar a mamá.
—Somos dos. —Apoyó Camdice cuando se vieron frente a la entrada enorme y lujosa de la mansión Donovan. Sabían la dirección gracias a que Hank frecuentaba muchísimo la casa y, obviamente le había dado la dirección a Hellen por si alguna vez necesitaba ubicarlo, pudiera saber en dónde era probable que estuviera.
Lydia bufó.
—No tengo idea de qué decir cuando alguien abra la puerta. ¿Algo como "hola, venimos a disculparnos porque soy una pobre adolescente esclavizada, y ella una chica que aún no se hace independiente yéndose de casa"?
—Creo que deberíamos omitir la parte de "esclavizada".
Se apoyaron en un pilar que había junto a la reja. Era de mañana y ambas tenían calor estando a la interperie. Candice suspiró.
—Bien, supongo que ya es hora de tocar el timbre. —Se acercó al lugar, y presionó el botón. Entonces, una grabación se escuchó.
—¿Quién busca?
Era la voz de una mujer, seguramente una sirvienta, o la madre de Donovan, no estaba segura.
—Eh... somos, Candice y Lydia Finnstone. ¿Se encuentran Hank Griffin y Blake Donovan aquí?
—Sí. Les informaré que están aquí. Pasen.
Lydia abrió la boca para decir que no podían pasar con las puertas de la reja cerrada, pero ahí fue cuando éstas se abrieron y el camino quedó despejado para poder ingresar a una lujosa mansión. Con cuidado, comenzaron a caminar hacia la entrada.
—No me gusta este ambiente de película trétrica —musitó Lydi.
—A mí no me gusta haber venido a la casa de dos serpientes, pero... todo es culpa de mamá.
Dentro de la casa, en el jardín trasero, junto a la piscina, Blake y Hank charlaban sobre el kárate, y sobre su noche anterior en la casa Finnstone.
—Así que conocías a la rubia de vestido rojo... uhm, ¿cómo se llamaba? ¿Clarise? —preguntó Hank, dudoso.
—Es Candice. Y, ¿qué traes con la madre? O sea, está buena pero, ¿tanto como para cenar con sus hijas? Cassey y Katherine se pondrán envidiosas.
