¿Quién no odia el instituto? Cada una de las personas en este mundo odia levantarse temprano para perder horas muy valiosas de sus vidas mientras escuchan hablar a los profesores. Bueno, aquellos que son los "nerds", no se quejan... Pero ¡vamos! Estoy muy segura de que ellos también lo odian. Y obviamente yo no me quedo atrás, es lo peor que existe.
Entro al edificio del instituto y como todas las mañanas, todas las miradas de las personas presentes en los pasillos se clavan en mí. Se puede decir que soy conocida y respetada, es decir, no soy mala con la gente, pero soy borde y por supuesto no tengo pelos en la lengua, digo lo que pienso, nunca me callo y eso no le gusta a la gente. Pero así me lo enseñó mi padre y así seré. Me da igual lo que digan o piensen los demás.
Aun sintiendo las miradas clavadas en mí entro al salón de matemáticas, no hay mucha gente, pero sí las suficientes personas para volver a notar las miradas. Ignorándolas me dirijo a mi asiento de última fila, dejo la mochila en el suelo y me dejo caer en la silla. Miro por la clase y todavía siguen mirándome. Lo odio.
- ¿Tengo monos en la cara? –pregunto secamente. Todos abren los ojos y se giran a una velocidad admirable.
La profesora entra y comienza con la clase y como todos los días, mantengo la mirada en mis folios, apuntando lo que la profesora dice o escribe y dibujando cosas sin sentido cuando me aburro. Así me paso las tres primeras horas.
Me dirijo al comedor, me acerco a la comida, la elijo colocándola en la bandeja y me voy a sentarme en una mesa vacía que se encuentra al fondo. Empiezo a comer sola. La verdad es que no me molesta estar sola, bueno, en realidad sola nunca estoy...
- Creo que la profesora de literatura me tiene manía. –levanto la vista de mi plato encontrándome con mi hermano.
- Yo creo que todos los profesores te tienen manía. –dice su gemelo mientras se sienta a su lado.
- Pues no sé por qué. –Fede niega con la cabeza.
- ¿Puede ser porque te comportas como un crío? –le pregunto.
- Yo no soy un crío. –se cruza de brazos y pone la misma cara que pone un niño cuando le quitan su caramelo. Benji y yo nos miramos antes de soltar una breve carcajada.
- Claro Fede, eres todo un maduro. –nótese que me encanta el sarcasmo.
- Sois idiotas. –nos señala con el cubierto.
- Lo que tú digas. –le dice Benji para luego mirarme– ¿Qué tal tú día? –me encojo de hombros.
- Como los demás.
- ¿Sabéis qué? –Benji y yo le prestamos atención a nuestro hermano y los dos negamos con la cabeza– Se dice por ahí que... –y se queda callado.
- Que... –le animo a seguir.
- Que habrá alumnos nuevos. –medio grita. Miro de reojo por el comedor y sí, todo el mundo nos mira.
- ¿Y eso qué me importa? –pregunto.
- Que amargada eres, hermana. –le fulmino con la mirada.
- Que infantil eres, hermano. –contraataco.
- Que... –Benji le corta.
- Callaros ya. Tú. –señala a Fede– Eres un infantil y tú. –me señala a mí– Una amargada. Pero igualmente nos queremos ¿no?
- Claro que sí, por muy infantil y mandón que seáis, sois lo mejor que tengo. –admito.
- Qué bonito. –dice Fede limpiándose una lágrima imaginaria. Niego con la cabeza mientras sonrío.
ESTÁS LEYENDO
Recuérdame
Teen FictionIsabella Smith es una chica que guarda muchos secretos. Ares de Luca es un chico que está dispuesto a descubrir todos sus secretos. Una historia oculta en el rincón más profundo de la oscuridad está a punto de sacarse a la luz. Una vida apunto de d...