Capítulo 4

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No me puedo creer lo guarros que pueden llegar a ser mis hermanos, por su maldita culpa llevo una maldita hora limpiando. ¡Una hora! La cocina está hecha una pocilga, al igual que todo el salón. Hay cajas de pizza por el suelo y latas de cervezas que se han acumulado y solo han pasado cuatro malditos días desde que mis padres no están. Los chicos se van a enterar, me van a escuchar.

Me agacho y miro debajo del sofá, arrugo la cara y hago un amago de vomitar. Hay un calzoncillo y no quiero saber si está limpio o sucio. Lo cojo y menos mal que he decidido ponerme guantes... voy corriendo a la cocina y lo echo a la lavadora. ¡Qué asco!

Escucho la puerta de entrada y las risas de mis hermanos, salgo de la cocina y me planto en frente de ellos con los brazos en forma de jarra.

       - ¡Federico y Benjamin Smith Giordano! –grito– ¡No vuelvo a limpiar vuestra mierda nunca más! Así que más os vale limpiar el salón y ya de paso toda la casa si no queréis que os tire vuestras cosas. –los dos abren los ojos por la sorpresa– Llevó más de una hora haciendo cosas mientras vosotros estabais a saber dónde haciendo yo que sé qué. Como sigáis así, juro que me largo de aquí y a ver que hacéis sin mí. –grito las palabras que siempre nos ha dicho mamá. Abren la boca para hablar pero les interrumpo– No quiero oír ni una mísera palabra salir de vuestra boca. Me largo. –me quito los guantes y cojo mi bolsa para salir de casa dando un fuerte portazo.

Estoy muy cabreada y eso significa no mirarme, no hablarme y no tocarme si no quieres morir.

Me monto en la moto y me dirijo al único sitio donde puedo descargar toda esta furia. Cuando llego, aparco y entro en el edificio. Busco a una persona hasta que la encuentro golpeando un saco. Me acerco a él y me aclaro la garganta consiguiendo que me mire. Deja de golpear el saco y me sonríe.

       - Hola mi niña. –me da un pequeño abrazo– ¿Vienes a darle a los sacos o prefieres cuerpo?

       - Cuerpo. –digo sin pensarlo.

       - Bien, voy a buscar las cosas.

       - Gracias tío Gale. –me guiña un ojo antes de meterse en el cuarto donde guarda los materiales.

Siempre he admirado a mi tío, a cambio de mi padre, él decidió montar por su cuenta su empresa, no aceptó ayuda de nadie y la verdad es que le ha ido muy bien. Su gimnasio es el más famoso, mucha gente se apunta cada año, incluso cada mes.

Mi tío vuelve ya vestido con la protección para que yo no le haga daño al pegarle. Todo lo que sé de boxear, lo he aprendido de él.

       - Empecemos. –asiento y me preparo.

Entrenamos durante mucho tiempo, una hora o algo más de eso y tengo que decir que tengo todos los músculos cargados, doloridos y además estoy sudando. Parezco una regadera con todo el agua que estoy echando.

       - Estabas cabreada ¿eh? –dice mi tío. Bebo agua mientras asiento.

       - Mis hermanos...

       - ¿Qué han hecho está vez?

       - Ser unos guarros. –resoplo.

       - Ay estos chicos... No maduran ni con la edad. –niega con la cabeza mientras sonríe.

       - Benji es maduro, Federico no. –me quejo.

       - Federico es como tu padre a su edad. –abro los ojos como platos.

       - ¿De verdad? –pregunto sorprendida.

       - Sí, Benji es más como lo era yo y Fede como tu padre. Cosas de gemelos. –se encoge de hombros.

Sí, mi tío y mi padre son gemelos. Y se parecen a mis hermanos.

       - Guau. –mi tío se ríe de mi asombro.

       - Tú en cambio tienes un poco de todos, ya te darás cuenta con el tiempo. –me sonríe. Cojo mi bolsa y mi casco– ¿Has venido en moto? –asiento– Que envidia me das niña. –me río, pero la risa cesa cuando veo a un chico en la entrada. Lleva puesta la capucha de su sudadera así que no puedo ver muy bien su rostro.

       - Tienes visita. –mi tío me mira como si tuviese tres ojos, señalo al chico de la entrada.

Mi tio frunce el ceño y antes de que grite, me pongo el casco para ocultar mi cara.

       - ¡Eh chaval! –el chico levanta la cabeza y veo esos ojos verdes... ¿Esto es una broma? – ¿Puedo ayudarte en algo? –la mirada del chaval se clava en mí, frunce el ceño para luego mirar a Gale.

       - Quería apuntarme. –dice con su sexy acento.

       - Claro. –me mira y asiento– Nos vemos otro día. –vuelvo a asentir y empiezo a caminar sola– Sígueme muchacho. –cuando paso por su lado se me queda mirando, pero yo no le hago ni caso.

Me acerco a mi moto, me saco el casco y lo dejo en el asiento. Subo la mochila y la coloco al lado del casco, la abro y busco mi móvil sin ninguna victoria. No está. Se me ha tenido que caer en algún sitio. Si no se me ha caído lo habré dejado en casa, pero le quito importancia, ya me compraré otro mañana.

Cierro la bolsa y me la cuelgo en la espalda. Cojo el casco y voy a ponérmelo cuando un grito hace que pare mi acción.

       - ¡Eh! –me giro y veo al chico de ojos verdes venir hacia mí– Se te ha caído esto. –extiende la mano y yo la miro. Mi móvil. Lo cojo sin rozar sus dedos.

       - Gracias. –él solo asiente y mira detrás de mí.

       - Bonita moto. –frunzo el ceño.

       - Lo es. –digo confundida sus ojos se posan en los míos y algo raro pasa. Su mirada refleja esperanza, no sé por qué me mira así, la verdad es que es muy raro.

       - Bueno, nos vemos. –sin más se gira y empieza a andar. Hasta que no desaparece, no me pongo el casco y me monto en la moto para volver a casa.

Cuando llego no oigo ruidos, no se escucha ni música, ni la tele, ni voces... nada. Seguro que se han ido de fiesta. Me adentro en la cocina y cuando enciendo las luces, veo en la mesa una caja de pizza.

Con el ceño fruncido la abro. Pizza de barbacoa, mi favorita. Miro a la derecha y me encuentro con una nota. La cojo y la leo.

"Gracias por soportarnos, te hemos comprado tu pizza favorita y hemos limpiado la casa entera. Estamos en casa de Steve, llegaremos tarde.

Te quieren, tus odiosos hermanos."

Cosas como estas, son las razones por lo que los quiero y les aguanto aunque no paren de tocarme las narices.

Ceno mientras veo la tele y me quedo un rato más, ya que estaban echando el programa donde la gente concursa haciendo tatuajes, me encantan esos programas. Cuando el programa termina, recojo todo y subo a mi habitación, me tiro en la cama y dejo que el cansancio se apodere de mí.

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Siento no haber subido nada el viernes, ni ayer, no tuve nada de tiempo, pero ya estoy aquí.

Espero que os esté gustando está historia, gracias por leerme y como siempre os quiero angeloss🤘❤

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