Capítulo 32

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Lo primero que nos llamó la atención fue una enorme limusina que se encontraba en la entrada del aparcamiento del aeropuerto, según mi madre es porque así vamos todos en un mismo coche.

En el camino a casa me mantuve con la mirada fija en el paisaje mientras escuchaba hablar a mi madre con Alexa y Ares. Por la forma en la que hablan está claro que se conocen desde hace mucho tiempo y ya no me parece tan raro sabiendo que Ares y yo nos conocemos desde que éramos pequeños pero lo que sí que me extraña es que mi madre no lo haya comentado todavía.

Mamá parece feliz, o eso es lo que quiere que nosotros veamos, lo único que recuerdo de ella antes de que se fueran era seriedad. No solía sonreír mucho en casa y creo que eso se debía a mi padre y es algo que entiendo ya que mi padre bueno, no es que ahora me cause mucha confianza...

- Bella, hemos llegado. –despego la mirada de la ventana, cojo mi mochila y salgo sin decir nada– ¿Sigues enfadada?

No digo nada, simplemente entro en la casa, la cual no recuerdo para nada, pero algo dentro de mi dice que suba a la planta de arriba, así que hago caso a mi instinto. Poco a poco subo las escaleras, ando a través del pasillo y abro la última puerta de la derecha.

Es una habitación enorme, con una cama de matrimonio en el medio. Las paredes son rosas y hay un enorme escritorio con libros infantiles. Encima de la cama hay unos cuantos peluches.


Dejo la mochila en el suelo y me adentro más en la habitación. Hay dos armarios y entre estos hay varios cuadros. Me acerco para verlos mejor y me sorprende ver a tres niños, dos de ellos gemelos, mis hermanos, y la niña del medio parece que soy yo. Los tres estamos sonriendo, parecemos felices.


- Veo que has encontrado tu habitación. –doy un pequeño salto por el susto.

- ¿Está era mi habitación? –miro a mi madre.

- Lo es. –sonríe– ¿No te acuerdas? –niego con la cabeza– Bueno, ya te acordarás.

- ¿Puedo pedirte algo? ¿Podría cambiar la pintura de las paredes?

- ¿Quieres pintar la habitación de nuevo?

Asiento con la cabeza mientras mi madre sonríe. Se acerca uno de los armarios, lo abre y saca varios botes de pintura. Los observo bien. Son de colo azul. Sonrío. 

 - Sabía que cuando volvieras querrías cambiar un poco esta habitación así que compré varios botes de pintura. 

 - Eres la mejor. 

 - Lo sé. ¿Cuándo vas a empezar? 

 - Ahora mismo. 

 - Bien, pero no quiero que bajes muy tarde a cenar, ¿vale? 

 - No te preocupes. –me da un beso en la frente y sale de la habitación cerrando la puerta. 

 Lo primero que hago es cambiarme de ropa, me recojo el pelo en una coleta alta, me remango las mangas de la sudadera y empiezo a empapelar todos los muebles para evitar que se manchen de pintura. 

 Cuando ya está todo tapado me tomo un momento para ver lo que era mi habitación, me duele no recordarla. Abro los dos botes de pintura y cojo uno de los pinceles, lo empapo en pintura y empiezo por la parte más baja de las paredes. A la mayoría de la gente le daría pereza pintar las paredes, pero a mi me gusta, me acuerdo de que en mi otra casa siempre me pedía voluntaria cada vez que había que pintar. 

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora