Capítulo 30

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- La verdad es que no sé que haces aquí, creo recordar que el médico dijo en su momento que no podías salir de casa. 

 - Oh vamos Gale. Tenía que hablar contigo. 

 - Podrías haberme llamado y hubiera ido a tu casa. –me encojo de hombros– ¿De qué quieres hablar? 

 - Verás, el otro día entré al despacho de mi padre... 

 - Bella... –me interrumpe.

 - Ya sé que no debería haberlo hecho, pero lo hice y no hay vuelta atrás. –mi tío niega con la cabeza– Verás, encontré algo.

 - ¿El qué? 

 - Encontré unos documentos de venta. Mi padre quiere comprar este gimnasio. –Gale se mira las manos– Pero eso no es todo, tenía un sobre lleno de fotos mías, de mis amigos y... tuyas. ¿Por qué?

 - Bella ya lo sabes, tú padre sigue enfadado conmigo por cosas que pasaron hace mucho. Yo era el favorito de tus abuelos y por eso se propuso destruirme la vida. Nada más.

 - No me lo creo. Tiene que haber algo más. ¿Cómo explicas lo de las fotos? 

 - Bella... –levanto una mano. 

 - Tú piensas lo mismo que yo, no puedes engañarme, tú sabes lo que está pasando ¿por qué no me lo quieres decir? 

 - No hay nada que decir. Estás paranoica. –mi tío agacha la cabeza y mira al suelo lo que significa que no va a hablar más.

 Enfadada me levanto de golpe y salgo de su casa dando tal portazo que estoy segura de que he tirado algún cuadro de mi tío. 

 Como no me han dejado conducir tengo que coger el autobus, algo que me cabrea aún más. No entiendo por qué Gale no me quiere decir qué es lo que está pasando. Estoy cien por cien segura de que él lo sabe, el piensa lo mismo que yo, siempre lo ha pensado pero no sé por qué no lo quiere decir. A no ser que mi padre le tenga amenazado para que mi tío no abra la boca, cosa que no me extrañaría.

 Cuando el autobus para, me bajo y ando unos diez minutos hasta mi casa donde me espera Ares en la puerta pero voy tan absorta en mis pensamientos que no le hago caso hasta que me agarra del brazo y me hace dar la vuelta. 

 - Tengo una sorpresa para ti. –me dice.

 - ¿Una sorpresa? ¿Por qué? 

 - ¿Por qué no? –frunzo el ceño– Sígueme. –y eso hago. 

Sigo a Ares hasta el patio, donde hay una mesa con una caja roja que se encuentra atada con un lazo blanco. La caja no es muy grande aunque tampoco es muy pequeña. 

 Miro confundida a Ares pidiendo una explicación pero él solo hace un movimiento de cabeza para indicarme que debo abrirlo. Vuelvo a mirar el regalo y con temor lo abro despacio, la verdad es que no me fío de que Ares me haga un regalo así como así. En el interior de la caja hay un vestido rojo demasiado elegante, me atrevería a decir que tan elegante que solo podría ponérmelo en alguna boda o evento de ese estilo. 

Saco el vestido con cuidado de no romperlo aunque sé que es muy difícil que un vestido así pueda romperse con facilidad. Parece un vestido que se ajusta al cuerpo y a primera vista tiene un escote bastante pronunciado, algo que me encanta. Vuelvo a mirar dentro de la caja para ver que debajo del vestido hay unos tacones negros pero eso no es lo que me llama la atención, lo que me sorprende es ver que hay cinco billetes de avión en el tacón derecho. 

 - ¿Qué es todo esto? –pregunto. 

 - Lo ha mandado tú madre. El vestido y los zapatos es por la gala que se celebra en el nombre de tu padre y los billetes de avión es para viajar a Italia. –me explica Ares. 

 - Pero hay seis billetes y nosotros somos cinco. 

 - Tú madre quería que Luis viniese con nosotros y la verdad es que no entiendo por qué. –eso último lo ha dicho con un tono poco normal. 

 - ¿Estás celoso? –pregunto con una sonrisa. 

 - No. 

 - Ya... claro. Voy a llamar a Luis para darle la buena noticia.

- Salimos mañana. –abro los ojos como platos. 

 - ¿Qué? ¿Y me lo dices ahora? No he preparado nada, no he hecho las maletas, ni... 

 - Alexa ha hecho la maleta por ti, más bien ha empaquetado toda tu ropa. –me llevo las manos a la cara. 

 - Bien, iré a casa de Luis a ayudarle a él. –la expresión de Ares de endurece, aprovecho eso– Me quedaré en su casa a cenar y luego vendremos. 

 - ¿Cómo que vendremos? 

 - Luis y yo.

 - ¿Para qué tiene que venir Luis? 

 - Para quedarse a dormir, obviamente.

 - Bien.

Todo su cuerpo irradia celos y sus acciones lo demuestran. Decido irme para que Ares no sufra más y voy en busca de uno de mis hermanos.

- ¡Gemelos! –grito.

- Gemelo. –doy un salto por el susto– ¿Te he asustado?

- No, Fede, claro que no, siempre espero a que alguien me conteste a mis espaldas cuando no me lo espero. 

 - Vaya, eres rara. 

 - Y tú tonto. Necesito que me lleves a casa de Luis. –Fede se cruza de brazos

– Te doy diez pavos.

 - Hecho. 

 Cuando llegamos a casa de Luis, le doy a mi hermanos los diez pavos y después veo como mi hermano se marcha. Me acerco a la puerta y llamo. Luis no tarda en abrir. 

 - Que recibimiento. –digo cuando me doy cuenta de que solo lleva una toalla en su cintura. 

 - Acabo de salir de la ducha. ¿Qué haces aquí? –paso por debajo de su brazo. 

 - Nos vamos a Italia.

 - ¿Quién? –me tiro encima del sofá

– Estás en tu casa. –dice irónicamente. 

 - Primero, lo sé. Segundo mis hermanos, los hermanos A, tú y yo. –cojo el mando y enciendo la tele pero Luis la apaga.

 - ¿Cómo?

 - Mi madre ha enviado seis billetes de avión y uno es para tí así que ya estás haciendo las maletas, mañana salimos. –antes de irse a la habitación se queja

– ¡Por cierto hoy duermes conmigo! 

 - ¡Siempre buscas excusas para tenerme en tu cama! –me grita de vuelta. 

 - ¡Más quisieras tú! 

Vuelvo a encender la tele mientras espero a que Luis haga las maletas y cuando las tiene hechas llamamos a la pizzeria y encargamos dos pizzas para cenar, cenamos y volvemos a casa.

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