Capítulo 16

549 41 0
                                    

Ares

 - Quiero que me digas ahora mismo lo que ha pasado. –le digo al amigo de Bella.

- Una pelea. –frunzo el ceño. Miro a Bella que se encuentra tumbada en la cama.

- Eso es muy poco. –me acerco un poco a Bella.

Cuando estoy lo suficientemente cerca de ella puedo ver que está más blanca que la leche. La muevo un poco pero no responde. La vuelvo a mover varias veces pero nada, no pasa nada. Me empiezo a preocupar y compruebo que respira.

- Mierda. –la muevo hacia la derecha con cuidado– Ayúdame. Sujétala así. –la incorporamos hasta dejarla así.

Mientras que Luis la sujeta yo la quito la sudadera. Isabella abre los ojos y parece asustada, pero en menos de un minuto vuelve a caer inconsciente. Esto no pinta nada bien.

- Túmbala. –Luis me hace caso y cuando Bella está totalmente tumbada puedo ver lo que la pasa.

En el costado derecho de la camiseta tiene una mancha de sangre. Con cuidado la levanto la camiseta y es ahí cuando me temo lo peor. De su costado no para de salir sangre, muchísima sangre.

- Mierda, mierda, mierda. –presiono con las manos la herida– Luis necesito que cojas hilo, agujas, tijeras y pinzas. Está todo en el baño. –le miro. Tiene los ojos muy abiertos y mira directamente hacia la herida– ¡Si no te espabilas puede morir! –grito.

Parece que espabila un poco porque pestañea unas cuantas veces, se levanta del suelo y sale corriendo. Oigo como rebusca entre los cajones. Vuelve en menos que canta un gallo. 

 - Aquí está todo. –cojo primero las tijeras y rompo su camiseta para poder tener más acceso a la herida.

Me acerco a ella y puedo divisar un cacho de metal incrustado en su carne. Cojo las pinzas y lo primero que hago es ver si puedo intentar coger ese cacho de metal sin tener que introducir las pinzas en el interior de su carne.

- ¿No la va a doler? –niego con la cabeza.

- A perdido mucha sangre, de ahí que se desmaye cada dos por tres y eso juega a nuestro favor. Si está inconsciente no notará nada por lo tanto no la dolerá. –aclaro.

El metal está demasiado dentro, necesito sacarlo ya para poder cerrar la herida y que no se desangre. Con mucha concentración acerco poco a poco las pinzas, las introduzco en su carne y rebusco un poco en ella para que no se quede nada de metal dentro. Noto como toco ese fragmento y con delicadeza lo cojo entre ellas. A mis espaldas oigo como Luis sufre una serie de arcadas.

- Te recomiendo que salgas. Cuando termine te avisaré.

- Bien. –oigo sus pasos correr.

Sigo trabajando en lo mío. Con el mismo cuidado que aplicaba antes, saco el metal de su carne. En estos casos hay que actuar rápido porque puede pasar lo que está pasando ahora. Está perdiendo mucha más sangre que antes. Con mucha rapidez enebro la aguja con el hilo. Aplico un poco de alcohol para que no se la infecte y empiezo a coser la herida para poder cerrarla y parar la hemorragia.

Cuando la herida ya está cosida recojo todo y llamo a Luis quien entra con mala cara. Le mando coger con muchísimo cuidado a Isabella para poder cambiar las sábanas que se encuentran empapadas de sangre por unas limpias.

- ¿Cómo has hecho todo eso? –me pregunta Luis una vez estando todo recogido. Él se encuentra sentado en la cama junto a Bella y yo me encuentro sentado en la silla que está enfrente.

- Me enseñó mi padre. –contesto.

- La has salvado la vida. –susurra.

No puedo evitar quedarme mirándola. Está completamente dormida y ya tiene un poco más de color en el rostro. Se me remueven las entrañas cuando la veo ahí tumbada, tan débil.

- No ha sido nada. –me encojo de hombros. Luis se pone de pies.

- Yo me tengo que ir. Mañana vendré lo más pronto que pueda para visitarla. –asiento con la cabeza– Gracias por salvarla.

- No es nada. –Luis asiente y desaparece.

Me quedo lo que parecen horas observando como duerme y con el paso de tiempo parece que se va recuperando.

La luz del día empieza a entrar poco a poco por la ventana y cuando un rayo de sol se posa en Bella, esta hace una mueca, lo que me hace levantarme de golpe e ir a su lado.

Me pongo de rodillas y la pongo una mano en la frente para ver si tiene un poco de fiebre, pero todo parece normal, puede que tenga unas pocas de décimas, pero nada fuera de lo normal.

- ¿Dónde... estoy? –su voz suena demasiado ronca.

- ¿Qué tal te encuentras? –pregunto.

- Me... duele. –no abre los ojos. Seguro que ha tenido que reunir todas sus fuerzas solo para hablar.

- Duerme, te vendrá bien.

- No...

- Necesitas descansar. –gira levemente la cabeza en mi dirección.

- ¿Estarás...?

- Siempre, angelo. –susurro.

Me quedo un rato a su lado y cuando me empiezan a doler las rodillas decido tumbarme al lado suya para poder descansar un poco y parece que el sueño me vence y antes de que me de cuenta, ya me he quedado dormido a su lado.

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora