Lena solía ser una persona alterada y abrumada; lo suficiente como para pensar en el suicidio, o de lo que sería, próximamente, una muerte sin muchos testigos protestantes o exigentes. Frente a ella diariamente se levantaba la feroz y temida pared de ese terreno baldío, preparada para los portadores de sentimientos escandalizadores a la sociedad actual, con una pintura blanca; desgastada como el corazón de sus propios escritores.
A principios de dos mil diecinueve podrías ver a Lena como una chica traumada, reconozco que su mente inventaba historias algo extrañas, aún así, no acababan de formar parte de ella; sin embargo, diría que a pesar de no tener ciertos conocimientos básicos para su edad, podría autodenominarse como la creadora de muertes impensables y de finales poco felices pero modernos.
A mediados de dos mil diecinueve el escenario de suicidio inminente dio paso a un par de sucesos ilógicos, y aunque poco después de aquello Lazuven pudo sentir esperanza, lo más fascinante podría describirse con ese suicidio de la gran vaca de oro.
La vaca de oro no era más que una oportunista que solía mugir derechos por dinero.
Nuevamente Lena estaba preparada para un nuevo comienzo; otro primer comienzo que marcaría un antes y un después, junto a lo que sería su futuro con Henzel, el amor de su vida.
Henzel era... uno más el montón, un ser sin la capacidad de poder actuar ante sus problemas, y conflictos generalmente sociales; sin más, un simple transcriptor de los clásicos y más misteriosos ideales de Lena Pecot. El medio para cumplir un fin.
Podría decirse que disfrutaban de una extraña relación de manipulación cruzada y apoyo mutuo.
Según lo que Lena sabía, su madre; Solo Lena, había estado jugando con los sentimientos y aposentos de las más importantes figuras del pecado; entre ellos, un degenerado que no se llamaba su padre, porque el asco de ser parte de tal título era inimaginable, sobre todo para alguien tan respetable como un recolector de oro en derechos humanos mal proclamados.
El dieciséis de noviembre de dos mil quince, se presentó lo que sería llamado más adelante como la "cumbre a una muerte deseada" con una serie de eventos inauditos para la experiencia de un Lazuvense.
En cada plaza de Lazuven había una estatua de su fundador, Lena no sabía el nombre, pero sí sabía que según las historias solo fue traidor con ganas de más monedas. Henzel, por el contrario, odiaba la política y todo lo que conllevaba; de tal modo que, el fundador de Lazuven, era ante sus ojos, un sujeto sin mucho orden en su vida.
Se sabía desde tiempos remotos que Lazuven nunca había tenido regímenes lo suficientemente buenos para llevarlo a la cima sin necesidad de riquezas. Ese mismo noviembre su presidente mostró un indicio de locura generando problemas en su comunidad, una comunidad que a pesar de todo ya sabía que estaba desquiciado.
La monarquía del Imperio de Lumix envió una carta a la cámara de Naciones en democracia denunciando el supuesto anti-imperialismo de Lazuven, pero por la influencia que este último tenía, su presidente no pudo ser exiliado.
En la plaza principal de Hampisdale junto a la estatua del ya mencionado fundador, estaba Lena, contando el dinero que hace menos de media hora Henzel le había dejado para comer, y que ahora pensaba ahorrar para algo con mucha más trascendencia que la alimentación, sin saber que años más tarde la subsistencia en dicho país sería solo un sueño.
Los árboles estaban ya secos de tanta agonía en la tierra, las personas pasaban llenas de miedo por el reciente incremento del costo de la vida y algunos otros solo rezaban por un nuevo comienzo, que a diferencia de Lena, no tenían la gracia de adquirir
Todo esto solo por la situación de un gran ganado desesperado.
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Sangre de mi Estirpe (#1 SDME)
Mystery / ThrillerEn Lazuven se solventan una serie de hechos provenientes de una dictadura que está siendo mal ejercida. Lena quiere ayudar de alguna manera, hacer algo por alguien o simplemente por si misma, pero de todas formas no es la protagonista de esta histo...