CAPÍTULO 20

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Y volvíamos al inicio, a lo que por ahora me gustaría llamar como el "apocalipsis de un suicidio beneficioso"; de una muerte recreada paso a paso para bienestar de otros.

Una camioneta completamente negra se estacionó frente a la pared, rápidamente Henzel, Lena y Gretel se escondieron del otro lado. Del auto bajó un hombre, imponente y desgraciado, la mismísima vaca de oro junto a una sillita pequeña y una soga.

El día estaba soleado y aquel terreno baldío muy alejado de la catástrofe; la Gran vaca de oro guindó la soga de una cabuya que sobresalía de la pared y se subió a la sillita para atar su cuello a la soga; sin embargo, dudó.

— Hágalo

De alguna forma, era aterrador para Ramón Pecot que su hija estúpida apareciera cada vez que él fuera a hacer algo que podría iniciar su destrucción.

— Mátese, quítales a todos este dolor que tanto daño infringe, denos la paz con su muerte e inicie de nuevo en el infierno como una vaca degollada.

Henzel esperaba con teléfono en mano para llamar a los entes policiales en ese momento preciso en el que Ramón aceptara la oferta; pero dudaba, seguía dudando.

— Muera de una vez para que todos dejemos de querer hacerlo, nunca había odiado a nadie más y toda mi penuria se debe solo a usted; que lo merece.

Suicidarse no era tan fácil como se creía, cuando pensabas en dejar toda una vida de lado; en ese momento Ramón pudo recapacitar en todo el daño que le había hecho a esa chica, que ahora solo quería su paz y la de su pueblo, miró sus manos sujetando la soga y terminó de ahorcarse.

Lena vio con alguna horrible emoción, los colores subir a la cara de quién nunca podría llamar padre, vio sus gestos relajarse y como las arrugas de su cuello se estiraba hacia abajo.

— Y la vaca de Oro al fin fue degollada.

Sangre de mi Estirpe (#1 SDME)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora