CAPÍTULO 6

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Movía relojes, iglesias y heridos; trasladaba celulares y la energía plena y etérea de la prematura tristeza del comienzo.

Cuando Lena era una niña sus ojos demostraban las inseguridades que de mayor tendría, los miedos y la reseña de un final poco agraciado.

Frente a la pared de sentimientos vacios y del suicidio espiritual; se hallaban Henzel y Lena, visualizando los últimos escritos que cada día se acercaban más a la perdición.

Toda una vida de optimismo, llena de pesimismo, deforma el inicio de la intangible pena del amor abstracto, el fin de la discordancia en la autocracia.

Una pared de realidad y pérdida dónde llegaría una gran condena. El comienzo de todo, la grosería mal pronunciada de todo votante desahuciado.

— Henzel... Anoche soñé con un mundo perfecto, donde la luna brilla sola y dónde el sol nace junto a ella. En este mundo las aves cantan en un coro sin director de orquesta y la brisa es espíritu para cada ciudadano.

Lena dio una vuelta sobre sí misma y extendió sus brazos suspirando el aroma de ese oscuro terreno baldío.

— No existían mis castigos ni problemas, el padre de todo lo glorioso se encontraba alegre y regocijado en tanta ternura por lo maravilloso de la vida y lo agonizante de la queja.

Caminó unos cuantos pasos hasta juntar sus manos con la pared.

— Todos estos corazones rotos serían reconstruidos por uno más fuerte, o tal vez más resquebrajado pero con la misma capacidad de amar. Los olores serían dulces, los sonidos armoniosos y la comida...

En ese momento unas lágrimas salieron de sus verdosos ojos, impidiéndole continuar; Lena llevaba cinco días sin comer bien; tenía hambre y sed, incluso ganas de vomitar por un extraño revoltijo.

Henzel se unió a ella en un abrazo que significaba millones de cosas, exactamente un abrazo que sellaba la promesa de estar junto a ella en cada uno de esos fantasiosos sueños, apoyándola y amándola.

Un amor que todos sentían.

El significado real va más allá del misterio y de la lucha sin sentido por un par de derechos humanos, no es complicidad ni muerte; es amor en la más pura esencia, pero la esencia de la realidad.

Un Alma en pena sentía todo lo que era pasión y rencor, un Alma con miedo a que su alma no logre transmitir su temor.

En su ventana, mirando las estrellas en su más pura constitución, estaba la pequeña Alma, suspirando su amargura y deseo. Sentía con fuerza su corazón latir y sus labios cosquillear como si ella misma estuviera profesando lo que en Hampisdale se estaba encabezando.

Sus pequeñas manos secaban las pocas lágrimas que se escurría de sus ojos como si de la gotera de un grifo mal cerrado se tratara; tenía miedo de las decisiones que su alma se arriesgara a tomar, y que su corazón enamorado de lo prohibido, empezara a interpretar.

— Buenas noches

Le había dicho su madre antes de dormir sin saber que como todas las noches anteriores, esta no sería buena, ahora menos que antes podía vivir su concerniente vida.

No era una "Buena noche" para nadie en Lazuven; algunos no dormían con miedo a ser descubiertos, ajenos eran besados por el remordimiento de lo prohibido, unos eran incapaces de manifestar un amor extraño y otros... algunos otros solo se dejaban roer por la esquizofrenia.

Anastasia; autora de dichas palabras, también podía autonombrarse dueña de una fatiga especulativa, gracias al entorpecimiento de lo que llama o cree decente, y su hijo Lewis no era la excepción; que tenía inmensas ganas de llorar en el regazo de su madre para pedirle perdón por pensar en tales barbaridades inmundas.

— Te lo prometo Lena, viviré esto siempre junto a ti, hasta que la muerte nos separe de ello.

Susurró Henzel luego de tan honorable y oculta muestra de afecto, sin saber, que era cierto.

Sangre de mi Estirpe (#1 SDME)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora