Sangre de mi Estirpe (#1 SDME)

CAPÍTULO 14

Luego de tanto tiempo, de tanta lucha y de tanto camino recorrido; a inicios de dos mil diecinueve Jenni se veía envuelta en una incómoda situación, que le traía la locura que estar durante cuatro años con un conjunto de reclusas esquizofrénicas.

Alguien le había dicho que su amor por Jerald, el policía, no era mutuo, y que él no hacía más que burlarse de ella en la sala de descanso para oficiales; riéndose de su insana obsesión y de su belleza que no podía admirar gracias a la enajenación que le acogía.

Ese mismo catorce de febrero de dos mil diecinueve, Jenni le dijo al oficial que entrara a su celda para ayudarla a vestirse en esa hora en la que todos comían.

Un delirio más fuerte de lo normal dominó el cuerpo asustado por tal sentimiento de Jenni, relamió sus labios y tomó el arma de los bolsillos de él para amenazarlo.

El policía, más cobarde de lo que aparentaba, se pegó de la pared y alzó sus brazos al saber que una loca como Jenni podría dispararle; sin embargo, su idiotez no le permitió pensar antes de soltar:

— No vas a matarme, estás loquita por mí.

La muerte ya se le veía llegar, y con una daga, sacada también de su bolsillo, Jenni se acercó a él para darle fin a su asquerosa existencia.

Tal como a un animal, eliminó todo rastro de su existencia; cortando cada parte de su cuerpo en finos pedacitos, llenando un calabozo de sangre, y a ella misma de los restos de lo que por tres años amó.

El amor no correspondido podía verse en miles de situaciones y lugares diferentes, sin importar que tan diferente sea el tipo de afecto, y eso era lo que a ella le pasaba.

Estaba cansada de que otros disfrutaran mientras ella vivía en una eterna soledad constante, de la cual veía imposible salir si seguía implicada en tal lugar, por un crimen no cometido.

Tomó la mano que se hallaba en el suelo, alejada del resto del cuerpo y acarició sus dedos pálidos y sin vida, como ella que ya no tenía una realidad completa.

— Pudimos ser felices.